La ambición en su justa medida es esencial para el emprendedor.
Ni la vida ascética ni el “vamos por todos”. Se trata de hacer como dijo Confucio: “Encuentra algo que te guste y no tendrás que trabajar nunca más en tu vida”,
Emprender, gracias a Dios, está de moda; más aún, está muy bien visto. Recuerdo la presión familiar cuando decidí renunciar a tener sueldo y tratar de ser el conductor de las riendas de mi destino profesional y económico.
Sin embargo, hoy el emprendedor parece tener una presión extra, generada por el propio ecosistema. Parece que si tu proyecto no es global, no es escalable, si no pasas el casting de las incubadoras, etc., etc., etc., tu emprendimiento no tiene futuro.
El dinero no es un valor ni un fin sino un medio. Se dice que el dinero es como el talle de los zapatos. Si tenemos menos estaremos apretados, si tenemos demás caminamos incómodos.
Bill Gates, Mark Zuckerberg, Warren Buffet, entre otros saben bien cuál es el valor del dinero. Tienen mucho, dan mucho, hacen mucho; inspiran con el ejemplo mostrando que es una herramienta para hacer circular, no para acaparar.
Se dice que rico no es quien más tiene, sino quien menos necesita.
Repitiendo a Confucio, encuentra tu pasión y convertila en tu profesión. Eso dará sentido a tu vida.
Les dejo este cuento, que muestra como uno puede ser rico sin ser millonario; y como el ecosistema presiona para que seamos lo que tal vez ya somos:
“Un empresario estaba en el muelle de un pueblo costero cuando llegó un bote pequeño con un solo pescador. Dentro del bote había varios atunes amarillos de buen tamaño.
El empresario elogió al pescador por la calidad del pescado y le preguntó cuánto tiempo le había tomado pescarlos. El pescador respondió que solo un poco de tiempo.
El empresario luego le preguntó porque no permanecía más tiempo y sacaba más pescado.
El pescador le dijo que tenía lo suficiente para satisfacer las necesidades inmediatas de su familia. El empresario luego preguntó,
– ¿Pero qué hace usted con el resto de su tiempo?
El pescador dijo
– ”Duermo hasta tarde, pesco un poco, juego con mis hijos, hago siestas con mi esposa María, me voy todas las noches al pueblo donde tomo ron y toco guitarra con mis amigos “. Tengo una vida completa y ocupada.
El empresario replicó:
– Yo soy un MBA de Harvard y podría ayudarte. Deberías gastar más tiempo en la pesca y con los ingresos comprar un bote más grande, con los ingresos del bote más grande podrías comprar varios botes, eventualmente tendrías una flota de botes pesqueros. En vez de vender el pescado a un intermediario lo podrías hacer directamente a un procesador de pescado, eventualmente abrir tu propio procesador de pescado. Deberías controlar la producción, el procesamiento y la distribución. Deberías salir de este “pobre” pueblo e irte a la ciudad, luego a la capital y eventualmente al exterior, donde manejarías tu empresa en gran expansión.
El pescador preguntó, pero
– ¿Cuánto tiempo tarda todo eso?
A lo cual respondió el empresario
– “Entre 15 y 20 años”
– ¿Y luego qué?
El empresario se ríe y dijo
– Esa es la mejor parte. Cuando llegue la hora deberías anunciar un I. P.O. (Oferta Inicial de Acciones) y vender las acciones en oferta al público. Te volverás rico, tendrás millones.
– Millones…. ¿y luego qué?
Dijo el empresario:
– Luego te puedes retirar. Te mudas a un pueblo en la costa donde puedes dormir hasta tarde, pasear un poco, jugar con tus hijos, hacer siesta con tu mujer, ir todas las noches al pueblo donde tomas ron y tocas guitarra con tus amigos
El pescador respondió,
– ¿Acaso eso no es lo que tengo ya?”
Feliz semana, felices emprendimientos, feliz vida para todos.
Marcelo Berenstein
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Sencillamente genial, a veces los títulos son para demorar el éxito.