El boom emprendedor está redefiniendo las reglas de los negocios en todo el planeta. El auge por el negocio propio impone nuevas formas negociar, vender, crear y relacionarse.
Conceptos como compartir, alianzas, networking, coworking, crowfounding, etc. ya son parte del día a día en las startups. El ecosistema emprendedor está haciendo realidad a conciencia, un postulado universal: el trabajo en equipo.
Si bien es un concepto antiguo, hoy como nunca antes en la historia de los negocios, se ve en la práctica la necesidad e importancia de un buen team.
¿Cómo es un buen equipo? Es un grupo con relaciones sólidas, cuyos vínculos se fortalecen y retroalimentan constantemente. Es un equipo de personalidades con habilidades complementarias capaz de sobresalir en lo que hace a trabajo productivo de alta calidad, productividad creciente y lealtad hacia la compañía.
Un buen equipo de trabajo es un grupo humano que tiene claro como tomar decisiones, definir objetivos, conducir reuniones, manejar las comunicaciones y resolver conflictos.
Pero fundamentalmente, el mejor equipo es aquel donde cada uno de sus integrantes está concentrado en dar lo mejor de sí al conjunto, buscando el beneficio común, sabiendo que si ganan todos, también gana él.
Cada miembro de un grupo humano aceitado se concentra en su propia superación al servicio del conjunto en lugar de poner el foco en lo que pasa con cada uno de sus compañeros. Sabe que es igual a sus compañeros en el sentido de ser, como ellos, un ser con muchas virtudes y defectos.
Un virus que corroe la buena salud de un equipo de trabajo es la envidia. Como parte de un equipo o como líder hay que estar muy atentos para evitar que los celos infecten el microclima laboral y sus visibles consecuencias sobre la productividad y las ventas.
Los celos son una poderosa influencia negativa, que nos hace perder la real perspectiva de las cosas. Funcionan como un asesor interno clandestino que nos llena la cabeza de consejos tóxicos.
Por lo tanto, tenemos que estar alertas para no convertirse en el burro de esta fábula:
“Era un granjero muy conocido en su comunidad. Un día, este granjero decidió ir a echar un vistazo a sus animales de carga, los cuales eran muchos. Entre ellos había un burro, que se sentía muy orgulloso por ser considerado el favorito de este hombre granjero. Gozaba de muchos privilegios, pues siempre era el mejor alimentado de todos e incluso en ocasiones también era el que cargaba a su amo sobre él.
Cuando el granjero entró al establo, detrás del corría a toda prisa su pequeña perrita faldera, que no se cansaba de dar vueltas alrededor de su amo, de saltar, de parase sobre dos patas, bailar, lamer sus manos, hacía de todo por tener la atención de su amo.
El granjero al darse cuenta de las gracias que la perrita hacía para que le prestase atención, sacó de su bolso un pequeño bocadillo y se lo entregó. Luego comenzó a dar las indicaciones correspondientes a sus empleados y se sentó para sentirse más cómodo.
La perrita al ver esto, no dejó escapar la oportunidad para saltar sobre el regazo de su querido amo, y se quedó ahí como que estuviese en el mejor lugar del mundo, solamente disfrutando de las caricias que su amo le hacía en las orejas, mientras daba órdenes a los demás.
Pero existía alguien que había estado observando todo lo que la perrita faldera hacía con lujo de detalle, y parecía que no estaba nada contento por como expresaba el cariño hacia su amo.
Se trataba de aquel burro preferido en el establo, el cual sin pensarlo dos veces se soltó y comenzó a pararse sobre sus dos patas traseras y a realizar movimientos muy similares al de la perrita, pues pensó que imitándola también será capaz de llamar la atención y el afecto de su amo.
El asno se acercó al granjero y puso sus patas frontales sobre los hombros de aquel granjero que lo único que hacía era reír sin parar. Inmediatamente los empleados tomaron al asno a base de palos y horcas, demostrándole que esta no era una actuación correcta para alguien de su especie”.
Feliz semana, felices emprendimientos, feliz vida para todos.
Marcelo Berenstein
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