Si bien en la actualidad la capacidad para innovar es una de las competencias más importantes y demandadas en todo profesional, en Argentina cuesta lograrlo.
Sin lugar a dudas, además de las presiones de tiempo y los vaivenes de nuestra economía, pocos son los empresarios que entienden que la innovación debe ser gestionada, pues rara vez es fruto del azar o la casualidad. Entender las dinámicas necesarias para gestionar la innovación nos puede poner en una situación ventajosa, ya que nos permitirá generar valor real a través de soluciones creativas en forma consistente y sistemática. Y cuando no lo logremos, al menos habremos estructurado nuestro intento de forma tal que nos permita aprender y volver a intentarlo con más chances la próxima vez.
Si bien en la actualidad la capacidad para innovar es una de las competencias más importantes y demandadas en todo profesional, es escasa la oferta académica al respecto. El mercado demanda un nuevo perfil de profesional, un perfil que pueda anticipar los cambios tecnológicos y sociales, al mismo tiempo que sea capaz de gestionar procesos y equipos de innovación para encontrar soluciones a problemas que no encuentran su respuesta siguiendo los lineamientos tradicionales de pensamiento o usando fórmulas ya validadas.
Para poder innovar se necesita crear una “cultura de la innovación” y eso implica alocar recursos y estar dispuestos a tomar riesgos. Los modelos y las herramientas para gestionar la innovación son bien conocidos en el mundo, aunque no necesariamente en el ámbito local. Aquí no hay que inventar demasiado, hay muchos modelos exitosos de los cuales nos podemos inspirar, como es el caso del Silicon Valley (en Estados Unidos), el Silicon Wadi (en Israel) o incluso Corea del Sur. Para tener éxito en nuestro cometido debemos evitar caer en una compilación arbitraria o incluso descuidada de dichos modelos y herramientas y seleccionar y usar aquellas que mejor se adapten a las particularidades culturales y a los desafíos de nuestra región.
Algunas recomendaciones
A continuación quiero compartir algunas buenas prácticas que pueden orientar a aquellos lectores que estén interesados en generar una “cultura de la innovación”:
# Se deben asignar recursos y tiempo para que surjan nuevas ideas. Si está dentro de las posibilidades, debes intentar tener un equipo dedicado exclusivamente a la innovación y el desarrollo de nuevos productos. Si bien las buenas ideas pueden nacer de cualquier colaborador en una organización (sin importar sus antigüedad, rol, edad, nivel de estudios), es aconsejable poseer un equipo dedicado para poder invertir el tiempo y esfuerzo suficiente que demanda el desarrollo y la validación de una idea innovadora.
# Se debe alentar a los empleados a cuestionar permanentemente cómo se podrían hacer mejor las cosas. Promover que los colaboradores cuestionen el status quo, el por qué hacen las cosas de la forma en qué lo hacen. Es bueno preguntarse qué podemos hacer para mejorar y buscar permanentemente alternativas.
# El reconocimiento es fundamental. Se debe reconocer y premiar a aquellos colaboradores que aporten ideas novedosas. Este debe ser oportuno y preferentemente en público, para alentar al resto a imitar este tipo de conductas. Los reconocimientos formales y en público son un excelente mecanismo para comunicar y delinear la cultura de nuestra organización.
# La innovación por definición implica correr riesgos, por lo que se deberá crear un ambiente que aliente la experimentación y el fracaso como caminos al éxito.
# Se debe alentar al máximo la diversidad y el trabajo en equipo. La innovación rara vez es resultado de un individuo, sino más bien del esfuerzo mancomunado de un equipo de trabajo.
# Todas las voces deben ser escuchadas, a veces las mejores ideas provienen de las personas menos pensadas. Es importante crear los canales apropiados para que las ideas lleguen a las personas adecuadas.
# Una buena práctica es organizar concursos (u otros mecanismos participativos) que le den la oportunidad a los colaboradores de todas las áreas a compartir sus ideas con la alta gerencia. Es fundamental que dichas actividades estén alineadas con los objetivos estratégicos de la organización.
# Se debe dialogar con los clientes, pero también con aquellos que no son clientes, para averiguar por qué motivo aún no lo son. El contacto con los consumidores y gente externa a la empresa es siempre revelador y nos permite ver la realidad con otros ojos. Escuchar activamente a los consumidores, pero también observarlos en forma pasiva y dentro de lo posible en su contexto.
# Finalmente, se deben evaluar y comparar correctamente las ideas. Para ello es recomendable responder el siguiente cuestionario (adaptado de Marty Cagan, 2008) que nos obliga a pensar en los aspectos más importantes para desarrollar un proyecto innovador:
# Exactamente, ¿qué problema estamos resolviendo? (Proposición de valor)
# ¿A quién le estamos resolviendo el problema? (Mercado objetivo)
# ¿Cuáles son las alternativas a mi idea? (Horizonte competitivo)
# ¿Por qué estamos mejor posicionados que la competencia? (Nuestro diferenciador)
# ¿Por qué ahora? ¿Es éste el momento oportuno? (Ventana de negocio)