Para Paul Graham, que las startups promuevan la desigualdad no tiene por qué ser malo. Otros piensan que sí.
Si le preguntasen a un ciudadano medio sobre cuál es la primera causa de la brecha entre ricos y pobres, probablemente respondería que unos pocos amasan más riqueza que la gran mayoría.
Pero el programador, fundador de Y Combinator —una incubadora de startups—, inversor de riesgo, multimillonario y autoproclamado guía espiritual de Silicon Valley Paul Graham cree que no.
Según él, la riqueza no es limitada, sino que se puede crear y, aquellos que crean riqueza —es decir, los emprendedores y sus startups— son los que aumentan la brecha de la desigualdad.
Hasta aquí bien. Podría parecer una proclama que pretende hundir a los capitalistas con barba y sneakers que han sustituido a los antipáticos y agresivos ejecutivos de Wall Street. Pero no. De hecho, es una proclama en defensa del modelo capitalista de Silicon Valley y de la desigualdad.
1. No es lo mismo desigualdad que pobreza
En un ensayo publicado en los primeros días del año en su blog, Graham aseguraba lo siguiente:
— La desigualdad existe porque la riqueza se crea, no porque haya un reparto injusto de la riqueza limitada. Para Graham, la desigualdad solo está provocada por los peones de la ambición. O lo que es lo mismo, los emprendedores: personas que se diferencian del resto porque quieren ser ricas. Si los habitantes de un poblado talan árboles pero, de pronto, uno comienza a fabricar sillas con la madera de los árboles y las vende cinco veces más caro de lo que cuestan los troncos, está creando riqueza —general y personal— y, por ende, desigualdad con el resto. No es que uno sea más rico por tener más árboles que los demás.
— Los que pretenden terminar con la desigualdad tendrían que terminar con los emprendedores y con las startups. O con la posibilidad de crear riqueza. Según Graham esto es imposible porque si un país prohibiese “hacerse rico”, el peón de la ambición encontraría otro lugar donde crear su startup, donde sí le dejen.
— El gran problema es que la mayoría confunde desigualdad con pobreza. Según Graham, terminar con la pobreza es algo positivo; terminar con la desigualdad no, sobre todo porque no se puede. E intentar la igualdad a través de las leyes sería un gran fracaso que conduciría a todos a la pobreza.
2. Un sistema desigual es la única solución a la pobreza
Una encuesta realizada por Greg Berenstein —matemático y experto en Silicon Valley— a decenas de altos ejecutivos de empresas tecnológicas sobre el polémico ensayo de Graham concluyó que la mayoría compartían los puntos de vista de su gurú:
— Creen que hay que promover la igualdad de oportunidades pero no la igualdad económica. La igualdad económica, para ellos, solo paraliza a la sociedad.
— Creen que unos pocos genios —los emprendedores— pueden generar un crecimiento económico que garantice una mínima calidad de vida para todo el mundo. Muchos de ellos, incluidos discípulos de Graham, están a favor de una renta básica universal. Pero la renta básica no implica romper con la desigualdad, sino con la pobreza. (De hecho, ¿quién se haría rico cobrando un salario básico?)
3. Una manera de conseguir que el 90% que no es rico no se queje y quiera ser como el 10%
El ensayo de Graham y las opiniones favorables a sus tesis de sus amigos de Silicon Valley no tardaron en recibir un bombardeo.
Para los críticos, Graham solo quiso defender todo el juego de Silicon Valley y su fortuna personal. Y sí, es posible que Silicon Valley haya aportado más a la humanidad que Wall Street. Pero en el pensamiento dominante del valle californiano, la idea de la redistribución no cae bien.
Estas son las ideas que se oponen a sus argumentos:
— Que unos pocos se hagan ricos hace que los pobres se hagan más pobres. Cuenta Jeff Berkovici, redactor jefe de Inc. en San Francisco, que el hecho de que haya más ricos hace que suban los precios de un bien limitado como la vivienda. Si un pobre no podía pagar su vivienda, con la subida de precios que provoca el “crecimiento económico” bendecido por Graham, aún menos. La brecha solo aumenta. Y si un pobre no puede pagar su vivienda, tampoco puede pagar su educación. Por tanto, es imposible que logre la igualdad de oportunidades. La movilidad social que prometen las startups según Graham es, por tanto, falsa.
— La mayoría de startups, como dice la blogger feminista Holly Wood en Quartz, no generan riqueza, sino que fracasan. En lugar de generar riqueza, la consumen. Y, para que una startup triunfe, dice Wood, tiene que contar con financiación de gente como Graham. Es decir, los inversores deciden qué es valioso y qué no. Ellos deciden a quién le dan las herramientas para hacer sillas de los árboles talados. Mientras, el resto de gente que sigue talando árboles se queda abajo porque son «vagos», o porque no quieren fabricar sillas.
— Para Graham, los únicos que contribuyen a disminuir la brecha entre ricos y pobres son los emprendedores que generan desigualdad. ¿Pero qué pasa con los profesores, científicos, etc., etc., etc.?
— Los defensores de la redistribución para terminar con la desigualdad no quieren acabar con las startups. Ezra Klein señala en un artículo en Vox que, de hecho, países como Suecia, con sistemas de distribución y con regulaciones que evitan que se amplíe la brecha de desigualdad tienen proporcionalmente más startups que EEUU.
Según el gurú, la solución para disminuir la brecha entre ricos y pobres sería que los pobres creasen Google v.2.