El Premio Nacional de Ciencias 1994, Humberto Maturana, cree que muchos emprendedores «venden la innovación de la boca para afuera» y acusó que existe una «adicción» a lo nuevo que va más allá de lo que realmente se requiere.
En una entrevista publicada en la revista Innovación y Mercado, que concedió junto a la epistemóloga y orientadora familiar y laboral Ximena Dávila, Maturana afirma que «para hablar de innovación, reflexionamos en torno a dos palabras, cambio y transformación. En la transformación, no hay vuelta atrás. Pasamos a un estado distinto. A eso nos referimos con que siempre estamos transformándonos».
«Ahora, lo interesante de ese ‘no hay vuelta atrás’ es que suele haber una reflexión nostálgica de algo que no queremos perder. Lo más importante en la innovación es lo que se quiere conservar, ahí está la clave de la innovación. Por eso, la innovación tiene todo de transformación… hay un cambio, pero este siempre tiene que ver con aquello que se quiere conservar», dijo, enfatizando que «usualmente tenemos puesta la mirada en el cambio, en lo que se modificó, pero se nos olvida que siempre hay algo que queremos conservar. Por un lado, somos seres constitutivamente creativos y, por el otro, seres conservadores. Conservamos, desde siempre, el vivir y lo que tenemos es una historia de variaciones de la forma en que realizamos ese vivir».
Para Maturana, el ser humano ha sido siempre innovador. «El hombre existe desde hace millones de años y, aunque parezca poco, hace cerca de 100 mil años inventó el lenguaje. Esto trajo una innovación que fue tremenda», sostiene.
Recordó que «el año pasado fuimos al Media Lab del Massachusetts Institute of Technology (MIT) a dar una conferencia que se llamó ‘Innovación, Innovación, Innovación ¿o Adicción a lo Nuevo?’ En esa nueva mirada sobre el innovar nos preguntamos cuál era el límite entre lo natural que es que nos guste lo que nos da placer, lo que nos interesa, y terminar enajenándose y atrapados en la búsqueda repetitiva de lo mismo. La adicción es una trampa. No es uso, es abuso porque no ocurre en la libertad o autonomía de elegir si quiero usar algo o no. Por eso hablábamos antes de la adicción. El uso de la innovación ocurre en la libertad y autonomía. Cuando no soy adicto, puedo decidir si quiero utilizar algo o no. Y la ética es un elemento fundamental en todo lo que hacemos porque es lo único que conserva nuestra capacidad de escoger».
Asimismo, plantea que la innovación es «un fenómeno biológico». «Por biología, somos todos igualmente inteligentes. Todos tenemos la plasticidad conductual que se requiere para vivir en un mundo cambiante. Por eso, la innovación es un fenómeno biológico. Cambiamos para mantenernos vivos en un entorno que también cambia. La plasticidad es gigantesca y por eso vemos distintos gustos, preferencias, historias. Cuando se estudian los conflictos de los niños queda claro que no tienen que ver con la “inteligencia” sino con la emoción. En el convivir somos seres emocionales, no “inteligentes”.
Y sobre por qué el tema aparece actualmente algo ‘manoseado’, el científico sostiene que «pareciera que es tanta la vergüenza de cómo hemos hecho las cosas, cómo hemos dejado a la persona afuera, que hoy se busca frenéticamente ponerla en el centro. Tantas veces que se ha dado vuelta la pirámide de jerarquía sin entender que todos los seres humanos son inteligentes y que no es que necesiten reconocimiento sino que este es parte fundamental de la convivencia. Es decir, tener presencia en el convivir con los otros, cuya falta se nota en las quejas de las personas de una comunidad cuando dicen que no son vistas, escuchadas, respetadas».
«A veces, las empresas olvidan también que el entorno que las sostiene es la comunidad humana que consume sus productos y los usa. Por eso, nosotros decimos que no hay empresas privadas. Son públicas porque se sostienen en una comunidad y le hacen sentido», acotó.