Un emprendedor que empieza tiene ante sí muchísimos obstáculos que deberá superar: incomprensión por parte de su entorno, falta de financiación, economía en crisis… Y hay algo que le puede incluso bloquear: el miedo al fracaso.
Y es que vivimos en una sociedad que no perdona. Cuando alguien comenta a sus amigos que va a crear una empresa, muchos se ríen de él y el resto piensa que va a fracasar. Si el negocio no sale adelante, se dará una circunstancia muy triste: algunos casi se alegrarán del cierre, porque claro, ‘ya lo decía yo’. Y, desde ese momento, el emprendedor ya quedará marcado. Un fracasado, un perdedor. ¿Quién quiere tener cerca a alguien así? Un empresario ya es una de las figuras peor valoradas de la sociedad, tristemente. Así que un empresario que ha fracasado… lo peor de lo peor.
Curiosamente, en Estados Unidos, un país muy emprendedor, donde se valora a quien crea negocios, a los empresarios, el fracaso está bien visto. Fracasar es duro, pero es una grandísima experiencia para crear la siguiente empresa. Es bastante lógico: en una segunda ‘aventura’, las probabilidades de fracasar serán mucho menores, y es por ello que, al otro lado del charco, hay inversores y empresas de capital riesgo que valoran mucho a quien ya ha fracasado, e incluso no invierten en quien no tenga una mala experiencia en su currículum.
Muchísimos emprendedores hemos fracasado en nuestro primer intento. Sí, es una faena, es duro. En ese momento no nos damos cuenta, pero más adelante comprobamos lo importante que fue aquella experiencia y cuánto nos ha podido ayudar a tener éxito en la siguiente.
Cuando aquí nadie quiere al emprendedor que ha fracasado, en USA incluso lo buscan, pensando: ‘Ya perdió su dinero o el de otro y aprendió, por lo que ahora me hará ganar.’ Es el gran valor del fracaso: la mejor experiencia.
Autor: Eneko Knörr, fundador de Ideateca
Fuente: El Economista