- Emprender la gentileza y la amabilidad puede impulsar potenciales emprendedores
La mano que se tiende en el camino de la vida es una mano que tenderemos más tarde, para que en su atajo el otro continúe la cadena. Es como vivir y jugar a un «Teléfono Compuesto» donde el mensaje escuchado se hace palabra para otro.
“Hay gente que con solo decir una palabra
enciende la ilusión y los rosales;
que con solo sonreír entre los ojos,
nos invita a viajar por otros mundos
y permite florecer todas las magias (…)
Y uno se va de novio con la vida,
desterrando una muerte solitaria,
pues sabe que a la vuelta de la esquina,
hay gente que es así, tan necesaria”.
(Gente, Hamlet Lima Quintana)
Durante el crecimiento, el concepto de lo indispensable se descarga de exigencias porque uno mira alrededor y, sin por eso adoptar una actitud conformista, sabe a ciencia cierta que lo realmente necesario puede acotarse si es comandado por un hombre casado consigo y, de esta forma, en matrimonio con el resto del mundo. Se sabe parte de la humanidad, pero no ignora, porque lo siente, que todos los seres son parte también de él. Sin embargo, hay gente que en alguna baldosa del camino de la vida fue un eslabón causal indispensable para que continuemos o culminemos el trabajo artesanal de nuestra cadena. Gente que emprende, desde su personalidad y sus propósitos, la tarea de impulsar a otros a emprender y que, así, sin advertirlo, entrelaza sus manos con el mundo entero. Esa gente que no se te olvida y que te enseña a decir “gracias”. Y hace que no te olviden, y un tiempo después digas “de nada”.
Ese hombre que estaba sentado en el último asiento del colectivo y se levantó para cederlo a una mujer embarazada. Esa mujer embarazada que divulgó la admiración por el valor implícito en la actitud de ese hombre. Esos receptores que lo adoptaron.
Esa mujer que te guió en un momento de altibajos y luego desapareció, como las hadas. Ese hombre que pedaleó durante años con su bicicleta para llegar todas las mañanas a su trabajo, y ayer te hizo investigar sobre la historia del vehículo, y escribir una nota.
Esa mujer que te regaló un par de aros de cuando era niña para que vos lo portes llevándola siempre con vos.
Ese hombre que te escuchó antes de observar lo que llevabas puesto, y te tomó como su empleado para iniciar tu camino de hormiga hacia la superación de tus propias aptitudes.
Esa mujer que te regaló una flor que, aún sin sus raíces, se quedó espléndida en tu florero durante una semana.
Ese hombre que publicó lo que vos expresaste con convicción y creyó tanto en vos que te hizo respirar “una bocanada de aire fresco” en un tiempo contaminado de incertidumbres.
Esa gente que te tiende una mano, y parece que te ayuda con todo el cuerpo. Que emprende para que vos emprendas. Que va por la vida, así como si nada, viviendo a su manera, y tiene el don de encender todas las luces de tu casa.
Aprender a decir gracias, sentir el deseo de decirlo en voz baja o en silencio, es el botón de encendido de un motor vivo para que alguien también te esté agradecido algún día. Y uno sigue caminando, pedaleando, o imprimiéndole velocidad a su auto, sabiendo que alguien se nos va a cruzar y va a enseñarnos algo que nos falta para comprender el mundo, para tomar una decisión, para concretar un proyecto.
Porque emprender a veces es ser el impulsor de potenciales emprendedores.
* Gisela Mancuso. Abogada, redactora, escritora, ganadora de numerosos concursos literarios.