El directivo del Instituto Tecnológico de Massachusetts William Aulet anima a crear un ecosistema de la innovación en el que predomine la alabanza a la actividad empresarial
El pasado domingo, el director del Centro de Emprendedores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), William Aulet, fue a ver los toros en Sevilla con su familia. La exitosa faena de Diego Ventura le vino de perlas a la hora de explicar, ayer, la esencia del espíritu emprendedor. Esto es: capacidad para asumir riesgos, moverse con rapidez y buscar, muy por encima del beneficio económico, la satisfacción personal.
Es la teoría del espíritu torero. Y es el fomento de ese espíritu, que es el mismo que el del emprendedor, el centro de la actividad del MIT. Ayer, dentro del ciclo La educación de Excelencia que organiza la Escuela de Economía Andaluza, Aulet explicó los secretos del éxito de la institución de la que forma parte. Basten dos datos: del instituto han salido 25.000 empresas que, juntas, se situarían entre la 11 y la 17 economía del mundo.
«El espíritu emprendedor se puede enseñar; para obtener estos resultados algo debe pasar cuando los alumnos pasan por el kilómetro cuadrado del MIT, y es que les infectamos con el VIH de la innovación», afirma Aulet. El director del centro de emprendedores se apresura a precisar: invención no es igual que innovación. «Para crear valor necesitamos que alguien comercialice esa patente, que un cliente esté dispuesto a pagar por ello; nosotros hemos averiguado el código que transforma invenciones, tecnologías e ideas en innovación«. Sólo el 10% de las entre 200 y 400 empresas que se crean al año por parte de ex alumnos del MIT nacen con una licencia tecnológica propia. Aulet confiesa que muchos de estos nuevos empresarios buscan patentes europeas que aún no han salido al mercado y las comercializan.
La clave, según Aulet, es crear lo que llama un ecosistema de la innovación, donde factores como el papel estatal, la demanda, la invención, la financiación, la infraestructura tecnológica y la formación del empresariado son piezas del puzle. Pero el elemento esencial es la cultura. «El torero Diego Ventura, por hacer lo que hace, es un héroe; el empresario crea algo nuevo, por tanto, si tiene éxito, también tiene que ser un héroe». Una de las máximas del MIT, además de educar, es alabar al alumno cuando acierta. ¿Y cuando fracasa? Forma parte del juego. «Fracasar como empresario no es lo peor que puede pasar, porque siempre va a mejorar. No se puede fomentar la cultura de trabajar de funcionario, y sé que ese es un reto para España. Porque el Estado no puede absorber 40 millones de puestos de trabajo; tiene que alabar la innovación , inyectar ese espíritu para salir de la crisis».
En EEUU, el MIT es la otra cara de la moneda de Harvard. Su lema es mens et manus, lo cual denota su acusado sentido práctico. El de Harvard es veritas, «y de ahí salen médicos, políticos…», dice Aulet no sin cierta ironía. En el MIT, afirma el director de su Centro de Emprendedores, todos los días se pone a prueba la capacidad del alumno a través de casos reales. «Y el networking es importantísimo. Esto no es cómo el fútbol, es como internet: cuantas más personas haya dentro de la red, mejor para todos; el valor de la red [empresarial y virtual] está ligado al número de usuarios». En eso consiste la nueva economía. «Las empresas con menos de cinco años de vida han creado en Estados Unidos cuatrocientos millones de empleos; las que tienen más de cinco, cero. Los nuevos puestos no dependerán de firmas como General Motors, sino de pequeñas empresas de innovación».
Si hay algún sector en el que España, y Andalucía, tiene «ventaja competitiva», éste es el de las renovables. El MIT intenta fomentar en EEUU la innovación en energía verde y ha creado, afirma Autlet el Clean Energy Price, una especie de Operación Triunfo de la innovación dotado con 200.000 dólares.
fuente: Diario de Sevilla