La Biblia afirma: “Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y reinará sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todos los reptiles que se arrastran sobre la tierra”.
La historia está signada por un sinnúmero de casualidades. Hace 60 millones de años se extinguieron los dinosauros a causa del impacto de un gran meteorito sobre lo que es hoy la península de Yucatán. La tierra quedó devastada pero sobrevivieron unos pequeños mamíferos que se alimentaban con insectos. Poseían un sistema nervioso más evolucionado que el que se precisa para alimentarse con hierbas fijadas al suelo, como hace la cabra.
La historia de la evolución culminó con un ser como nosotros que es capaz de sostenerse sobre sus dos piernas, que posee un cerebro de un kilo y medio de peso, que le permite convertir sus percepciones en estímulos químicos y señales eléctricas y transformarlos en recuerdos e ideas aprovechando el oxígeno y el azúcar para generar energía. Si el meteorito hubiese sido mucho mayor podría no haber quedado vida en el planeta.
Desde los orígenes como vimos en La Biblia se situó al al hombre como el centro, el eje y el rey de la creación. Esto ha generado un cerebro poco respetuoso con la naturaleza. Llegó el momento de comprender que debemos dejar de lado la lucha individual para pensar en el bienestar colectivo.
Hay una inscripción en el museo de ciencias naturales de la ciudad de New York que dice: “el mundo no es un regalo que nos hicieron nuestros padres, es un préstamo que todos los días nos hacen nuestros hijos”. Aprovechemos nuestro presente para construir un futuro que incluya a todos los habitantes del planeta. Decía Séneca: “no hay vientos favorables para los que no saben a dónde quieren llegar”.
En una perspectiva amplia somos como esas ágiles y bellas mariposas que nacieron hace horas pero que mañana morirán.
El caldo originario. En sus orígenes el mundo fue creado por masas de agua del cual sus elementos (hidrógeno, oxígeno, carbón y nitrógeno) formaron moléculas que por accidente y bajo la influencia de las radiaciones, produjeron una molécula capaz de reproducirse a sí misma, llamada DNA y que dio origen a las plantas y a los animales. En 1953 Crick y Watson consiguieron describir su estructura.
De la combinación de sus núcleos (Adenina, Timina, Citosina y Guanina) surgen las plantas y los animales. Al producirse algún error es cuando surge un DNA distinto. Descifrar el genoma humano confirmó la teoría de que la selección natural es la que dio origen al hombre
Los primeros seres vivientes se replicaban por partición de las células, con la aparición de los sexos los hijos ya no fueron una reproducción exacta de su progenitor sino fruto de la mezcla del DNA, lo que aumentó los errores pero también su resistencia y las mutaciones que mejoraron su capacidad de adaptación. Así es como los hijos son distintos a los padres, se adaptan mejor y sobreviven los más aptos.
Otro accidente importante. Fue la creación de las plantas que, a través de la fotosíntesis, liberaron el oxígeno al aire y permitieron la aparición de animales con pulmones. Los árboles se transformaron en la gran fábrica de oxígeno del planeta. Los humanos usamos el oxígeno para respirar, y, al mezclarlo con la sangre, lo bombeamos al cerebro para hacerlo llegar a las neuronas y producir la inteligencia.
Con la catástrofe provocada por el choque del meteorito con la tierra el fuego arrasó gran parte del planeta que quedó sumido en la oscuridad del invierno nuclear. Los dinosauros que no podían controlar su temperatura corporal desaparecieron y fueron el banquete de pequeños mamíferos insectívoros adaptados a la vida nocturna y fría, gracias que poseían el gran regulador del organismo que es el hipotálamo.
Es una lección que debemos asimilar. No somos fuertes como el elefante, no sobrevivimos bajo el agua como el pez, no volamos como los pájaros ni cambiamos de colores como el camaleón, necesitamos a nuestros padres para sobrevivir. Y sin embargo conducimos el planeta. Ese poder fue logrado gracias a su capacidad de comunicación con los demás que ninguna otra especie posee, mediante la invención del lenguaje verbal, que nos permitió compartir conocimientos, miedos y esperanzas. El hombre es el único ser que pudo grabar el alfabeto en su cerebro
La historia nos enseña que no es la potencia corporal lo que garantiza la supervivencia sino la plasticidad neuronal para adaptarse a los cambios, es decir la capacidad de cambiar cuando las circunstancias se complican. Sobreviven los que se adaptan mejor. La estirpe de los simios, es nuestra familia más cercana en la historia humana. Las raíces de nuestro comportamiento abrevan en la naturaleza del primate. Para Darwin descendemos de antepasados en una cadena que retrocede hasta las primeras bacterias. Pero los simios y los humanos evolucionaron de modo distinto.
La evolución del cerebro. Para Aristóteles el corazón era el centro vital. Galeno supuso que creaba la energía que el cerebro convertía en “espíritu animal”: cada parte del cerebro generaba una función motora o sensitiva. Para Descartes el cerebro reproduce como mapa el medio externo. Ramón y Cajal descubrió las partes del tejido, las neuronas se comunican usando un lenguaje eléctrico y otro químico. Los animales nacen completos pero la libertad del pájaro es una ilusión, carece de voluntad y nace programado para volar. El hombre posee un espacio de libertad. No sobrevive sin el cuidado paterno y reemplaza los instintos con la educación y la cultura. Puede elegir su destino y darle un sentido a su vida.
El cerebro humano agregó capas al cerebro del reptil, es su parte programada. El mamífero que procrea por parto sumó los afectos. El sistema límbico procesa las emociones en el hombre. La corteza cerebral, aporta el lenguaje, el pensamiento y la conciencia. Una falla evolutiva no lo hizo preciso. De ese error surgió el hombre, un ser que lucha por armonizar tres áreas en conflicto: instintos, emociones y pensamientos.
Manos libres. Con la bipedestación las piernas se encargaron de la locomoción, liberando a las manos para tomar el alimento que antes era recogido por la boca. La mano se liberó y aumentó su flexibilidad. El dedo pulgar puede jugar con los dedos, eso hizo de la mano un instrumento. Puesto de pie el cerebro creció. Lejos de la tierra, la cabeza fue el símbolo intelectual y los ojos su instrumento. Se separó lo sensorial de lo intelectual. Las sensaciones se perciben en el estómago como huellas de la naturaleza. El lenguaje creó el mundo cultural y simbólico.
La vinculación mano-lenguaje se refuerza en la escritura: lo escrito permanece, la firma demuestra el compromiso y la escritura crea huellas en la memoria. Al grabar sus pensamientos, la capacidad autosugestiva de la mente, permite transformar en acto todo aquello que se decide aceptar.
Neuroplasticidad. Lo que nos hace humanos está tallado en una telaraña de 100.000 millones de neuronas que conversan entre sí. La neuroplasticidad permite modificar las rutas neurales y su organización. La forma de actuar en el mundo, los proyectos, el desarrollo personal, dependen de eso. La neuromodelación brinda el poder de planear y escapar al condicionamiento que los genes quieren imponer.
El cerebro se modela en la acción. El tallado del alfabeto inició el camino de la superación pero también el de la perversión. La emoción abrió el camino a la conciencia y al contacto social, la credulidad lo predispuso a aceptar lo mágico y la curiosidad lo acercó a la ciencia.
El cerebro produce el pensamiento como el estómago el jugo gástrico, el hígado la bilis y el riñón la orina. Sin equilibrio entre acción y reflexión se cae en la agitación impulsiva o en la depresión paralizante. Como productor de la cultura el cerebro configurará nuestro futuro. La ignorancia aparece formulando problemas y misterios. Los problemas se resuelven, ante los misterios no sabemos qué hacer. La ciencia es el medio para pasar del misterio al problema. Uno de los misterios de la mente es el cambio y cambiamos al cerebro al aprender.
El accidente de la manzana. Eva y Adán fueron expulsados del Paraíso por probar el fruto prohibido por Dios. En el árbol del conocimiento hay dos capacidades distintas, una racional -distingue la verdad de la mentira- y otra ética – separa el bien del mal. Desde entonces el hombre es libre.
La maldición del conocimiento se ve en el cuento de Borges Funes el memorioso con las paradojas de la inteligencia. Funes no puede reflexionar pero recuerda todo. Una memoria así es una maldición, es un depósito. Funes fallece de congestión pulmonar. La muerte fue su salvación. Eliot se preguntó: “¿Dónde está el conocimiento que hemos perdido con la información? ¿Dónde está la sabiduría que perdimos con el conocimiento?”
La información es como el carbón, donde un dato -el carbón en la mina- se convirtió información útil – la bolsa de carbón-. El conocimiento lo transformó en acero y la sabiduría usó el acero para construir un puente, uniendo la información externa (conocimiento) e interna (experiencia).
Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. El mundo de Funes era habitado por detalles sin jerarquías. ¿Cómo pensar sin elegir lo sustancial? Un depósito infinito de datos es la maldición de la inteligencia. Hay que recordar lo valioso y borrar lo que no sirve.
La bendición del conocimiento. Un conocimiento, hace 10.000 años logró que la naturaleza hiciera lo que el hombre quería. Fue la invención de la semilla Así pudo afincarse y almacenar. A fines del xvii un conocimiento nuevo combinó la energía de los combustibles con tecnologías de producción en serie, educación, medios de comunicación y cultura de masas. La riqueza surgió de la ciencia.
La economía del conocimiento avanza desechando y creando teorías. La ciencia no se adueña de la verdad pero se acerca. Hoy que los recursos de fácil explotación se acaban, hay que crear un petróleo verde con energías alternativas no contaminantes. La economía del saber agrega a los recursos tradicionales -tierra, mano de obra y capital- el conocimiento. El conocimiento recolector encontró alimentos, el agrario los hizo crecer de la tierra, el industrial los fabricó. El saber usa la mente: pensando, aplicando, experimentando.
La maldición del conocimiento es la brecha entre ricos y pobres. El conocimiento optimiza la agricultura con tecnología. La brecha puede reducirse si la economía del conocimiento desconcentra la producción y transforma el campo para que produzca artículos con alto valor agregado.
El cambio educativo. Si no crees en la educación prueba con la ignorancia. La cultura se desarrolla con el intercambio de ideas, experiencias y proyectos. Con pocos individuos y dispersos sería difícil aprovechar la experiencia ajena. A lo largo de la infancia de la humanidad el cerebro fue desarrollando capacidades lingüísticas que fueron el instrumento de la creación y de los cambios culturales entre generaciones.
Las interacciones sociales, una elaborada tecnología y las estrategias de defensa y caza, fueron los que precipitaron la invención de la agricultura, En esa época habitaban la tierra 6 millones de personas, ahora somos 6000 millones. La humanidad sobrevive gracias a la capacidad cerebral de crear cultura. La producción cultural altera la presión selectiva, el curso natural.
Un pez si se seca el río muere, un pato en tierra es fácil presa de un predador. Si un chimpancé se le quema el bosque se queda sin recursos, El hombre, en cambio, genera alternativas técnicas frente a la sequía, las inundaciones o ante cualquier cambio brusco del medio.
La tecnología creada por el cerebro va más allá de los cambios biológicos, los supera actuando sobre el individuo o sobre el medio para adecuarlos a las necesidades. El fuego fue el primer recurso defensivo de gran eficacia como lo es la energía nuclear en el presente. Fue tan importante como la bipedestación. El fuego permitió mejorar la alimentación, y que las capacidades culturales del cerebro se pusieran en marcha, iniciando el camino de las grandes innovaciones para dominar a la naturaleza y alterar la fuerza de la selección. La cultura califica la humanización. Si el conocimiento del genoma logra modificar la herencia, la cultura dominará sobre la evolución.
Un mundo para todos. Que la riqueza suba más que el crecimiento de la economía implica que una desigualdad muy grande se puede perpetuar en el tiempo. Pero mayoría de los países cuentan con sistemas tributarios sobre las sucesiones y las propiedades que pueden remediarlo. La cuestión reside en hacerlos progresivos, reducir la carga impositiva para quienes intentan comprar una propiedad y aumentarla para los más ricos.
El cerebro humano es un accidente, un fruto de la evolución, pero al mismo tiempo es el productor de la cultura y por lo tanto puede configurar el destino de la humanidad como una conquista cultural, no como producto de la evolución. Todos somos necesarios a todos y todos podemos contribuir a la solución. La experiencia es una señora que siempre llega tarde y a veces como un accidente grave. Acabar con la miseria no será por accidente sino por el despertar de la conciencia. Como dijo Pasteur “el azar sólo favorece a las mentes preparadas”.
Dr. Horacio Krell Director de ILVEM. Mail de contacto [email protected]