A pocos días de mis treinta y ocho, en uno de esos momentos que nos vienen tantas cosas a la cabeza pensaba que faltaba poco para cumplir cuarenta, dos años quedan; me dije y acompañado de eso llegó la frase que tanto he escuchado “los cuarenta son los nuevos veinte”, retumbaba en mis oídos.
Un momento, no me siento de veinte; bromeaba con la frase porque había sido una estafa (para mí lo era) porque los cuarenta no son los nuevos veinte; son CUARENTA.
Madurez, aplomo, seguridad, arrojo, sensibilidad, frescura y un sin fin de cualidades que he venido aflorando ya sin estar pendiente del qué dirán que tanto me acompañó cuando tenía veinte. No contradijo a aquellas que quieren o quieran disimular el tiempo. Mis arrugas, la gravedad y las canas que dejan al descubierto el paso de los años y que por mucho más que lo atrasemos pronto aparecerán como cual río busca su cauce.
Desde hace un par de años me invade una felicidad sin porqués y un alivio por todo lo que he vivido y disfrutado, antes de eso me quejaba de las cosas que había dejado pasar y las oportunidades que tocaban mi puerta y yo andaba distraída en otra cosa. Aquí, pensando y reflexionando con todo esto que te da la madurez y de ir un poco más ligera, a la toma de decisiones concretas y dejando pasar aquello que nos roba la sonrisa y la tranquilidad; es así llegar a los cuarenta.
Se dice que es la flor de la vida cumplir cuarenta; he escuchado a muchas aún quejarse de lo inevitable; arrugas, senos caídos y un tanto de atributos que ya no están en su lugar. Y, ¿para qué estarlo? Si aún el roble más fuerte suelta sus hojas. ¿A qué le tememos? Es una etapa más y lamentablemente para algunas mujeres es una época de sufrimientos y no dejarse ver.
¿Sí los cuarenta es una edad interesante, para qué nos escondemos? Cada una de nosotras chicas, debemos colocar una pausa y sentarnos a revisar, por que esto de la edad no es un tema de arrugas y canas, es mucho más profundo que a veces tapamos con silicon.
Llegar a cuarenta años, es hacerme un inventario de las cosas que me falta y lograrlas, con menos fuerza; sí, pero con más seguridad, con más hijos; y más ganas de hacer las cosas bien; con menos tiempo, pero más entusiasmo. No tienes excusas.
Otra de nuestros grandes traumas es la chama de veinte que anda con nuestro marido. Sí le gusta; qué se lo lleve, él no te valora “para de sufrir y llorar”, te aseguro que muchas cosas más difíciles has superado, un golpe de esos se cura con ropa, zapatos, carteras y una buena dosis de amigas y terapias. Levántate.
Momentos difíciles a los cuarenta es la tan temida palabra; Cáncer. Un descuido, un no verse a tiempo, un dejarlo pasar y llega a esta edad sin previo aviso. Me he topado con valientes guerreras que me han dicho que la mejora vacuna es la actitud. ¿Qué esperas para mejorarla?
Hay una gran cantidad de historias que contarnos. Yo, no he tenido episodios fuertes y desgarradores, un hijo sin padre que hasta ahora y después de doce años hemos triunfado (mi hijo y yo) en varios escenarios.
No comprendo todavía las crisis y el estrés que a muchas les da cumplir cuarenta, dejar los treinta y encontrarse frente al espejo que ya no son veinte.
Solo puedo darte una palmadita en el hombro y decirte adelante, no todo acaba allí, levantar una copa y decirte salud como esas tardes de amigas, invitarte un café para que me cuentes tu día, salir de compras para olvidarnos del mundo, abrazarte y decirte cuanto te amo; amiga. Y recordarte que estaré allí para ti.
No es una tragedia cumplir cuarenta; bienvenida al club de las señoras de las cuatro décadas. Bienvenida a la vida.
Ylse González. Diplomado en Gerencia Administrativa y Tributaria. Locutor Profesional