Un equipo creativo es un conjunto de cuatro a diez personas que quiere resolver de manera diferente un determinado reto. Mejorar un producto o un servicio, proponer uno nuevo, conseguir una mejora social, etc.
Es necesario que sus integrantes estén motivados respecto al reto y que sean personas con la mente abierta, dispuestas a equivocarse y volver a empezar.
Un elemento fundamental de los equipos creativos es que necesitan un liderazgo. Una persona que conozca técnicas creativas, tenga conocimientos de dinámicas de equipo, que no haga mala letra y que se atreva a dibujar, si es necesario. El líder ordena la sesión creativa, marca los tiempos, controla los egos, logra que haya un ambiente de desinhibición y libertad, y evita que las ideas que van surgiendo sean criticadas demasiado pronto.
Para conseguir la máxima eficacia, un equipo creativo debe dedicar la mitad del tiempo, una vez fijado el reto, a generar ideas sin criticarlas, como acabamos de decir. Cualquier aproximación es válida, incluso las más imaginativas, rompedoras y “locas”. Hay que producir muchas ideas, cuantas más mejor. En una hora, por ejemplo, es posible generar alrededor de cincuenta ideas, como mínimo. Sólo después de este periodo de divergencia creativa podremos empezar a hacer lo contrario: converger. Será el momento de valorar, discutir, agrupar, mejorar y desarrollar las ideas más osadas. Cuando al cabo de un tiempo similar al divergente el equipo haya conseguido seleccionar las cuatro o cinco mejores ideas, habrá entonces que prototiparlas y terminar de definirlas y detallarlas.
Prototipar es esencial, porque nos permite “pensar con las manos” y ver si las ideas funcionan o no.
Si el proceso que acabamos de describir se hace con orden y entusiasmo, acabará produciendo cosas interesantes. Y si no es así, habrá que volver a empezar sin desanimarse. Pero sabemos que este proceso, en la práctica, no es tan fácil. ¿Por qué?
En las organizaciones la gente tiene miedo de decir cosas originales y muy a menudo se limitan a reproducir lo que ya existe.
En vez de escucharse e integrar puntos de vista, los participantes tienen tendencia a escuchar sólo su ego.
Se tiende a discutir antes de tiempo, haciendo que ideas prometedoras mueran demasiado pronto. Muchas personas tienen miedo a dibujar, a pensar gráficamente utilizando colores, etc. No están tampoco acostumbradas a pensar de forma diferente, utilizando perspectivas insólitas y disruptivas.
Todas las empresas deberían tener equipos creativos funcionando en todo momento. Resolviendo problemas, reinventando lo que no funciona o generando nuevos conceptos. Si queremos innovar, pensar de forma diferente es imprescindible.
Es necesario además, hacerlo empatizando con los usuarios, clientes o consumidores a los que las innovaciones van dirigidas. Es el famoso Design Thinking, tan de moda actualmente.
El Design Thinking puede ayudarnos a innovar socialmente y procurar que la gente que lo pasa mal resuelva algunos de sus problemas. Sistemas de transporte del agua para que pueda llegar a zonas necesitadas (Ripple Effect) o incubadoras innovadoras que protegen a los bebés prematuros de infecciones y problemas diversos (Embrace Global); podrían ser ejemplos interesantes de la aplicación de la creatividad en el mundo social.
Pero en la gran mayoría de empresas todavía no hay equipos ni espacios para innovar. Como mucho, un departamento de I + D que desarrolla ideas técnicas al margen del resto de la gente. Si queremos innovar de verdad, es necesario que todo el mundo sea razonablemente creativo y que tengamos procedimientos y sistemas para que esta creatividad se acabe convirtiendo en resultados. No conseguiremos innovar con éxito si no hacemos que este proceso tenga un espacio en el día a día de mucha gente.
No hay tanto personas creativas sino equipos que, con mucha voluntad, buscan y encuentran soluciones a los problemas que nos angustian. La creatividad no está en los genes, sino en nuestras creencias. De nosotros depende cambiarlas y hacer que la innovación deje de ser la eterna asignatura pendiente. Como dice el sociólogo polaco Zigmunt Bauman, si queremos adaptarnos a los tiempos líquidos, necesitamos también personas y estructuras líquidas, flexibles, adaptables y creativas.
Con todo respeto. Esta es una visión muy estrecha, pobre y anticuada de lo que es un equipo creativo.