El cerebro es una pieza imperfecta porque no fue creada para el hombre sino producto de la evolución. En cambio la mano parece hecha para el hombre porque reemplazó a la garra del animal. La mano nos responde fácilmente, el cerebro no.
En el cerebro conviven en conflicto los instintos fríos del reptil, las emociones calientes del mamífero y los pensamientos elaborados por el lenguaje y la razón.
Para Max Weber hay 4 tipos de acción: 1) La acción racional que pondera los fines y los medios. 2) La acción con arreglo a valores a los que toma como mandatos. 3) La acción por un estado emotivo. 4) La acción realizada bajo el influjo de la costumbre y el hábito.
La evolución de hombre primitivo al moderno representó el triunfo de la razón sobre el pensamiento mágico. El hombre se hizo permeable a la experiencia al aceptar las leyes de la naturaleza pero modificó al mundo para satisfacer sus deseos. Evitó la necesidad de la acción inmediata porque los conceptos reemplazaron a los materiales del primitivo, pudo así tener los datos en su mente a diferencia del animal que necesita ver para decidir.
Pero pensar por conceptos lógicos creó el peligro de observar un mundo distinto al real.
Inteligencia emocional
Aristóteles dijo “es fácil ponerse nervioso. Lo difícil es hacerlo con la persona correcta, con la intensidad correcta, en el momento correcto, por el motivo correcto y de la manera correcta”. Sin emociones la inteligencia no tiene brújula. De las 7 inteligencias (verbal, lógica, espacial, musical, plástica, interpersonal y psíquica) las 2 últimas son emocionales: conocerse a sí mismo y al otro, conducir las relaciones, resolver conflictos, colaborar. Las emociones actúan antes que la razón comprenda e influyen sobre ella. Son imprecisas y falibles: el corazón tiene razones que la razón no entiende. Pero la razón no es su esclava, puede reaccionar para hacer inteligente la emoción.
Al ponerse de pie el hombre liberó a la mano de la locomoción y aplanó su rostro ya que la boca dejó de ser el medio para tomar el alimento. Así el cerebro pudo crecer: el ojo fue su órgano intelectual y pudo dedicarse a analizar, decidir y controlar. La mano se transformó en su instrumento de ejecución. El alfabeto le otorgó la capacidad de abstracción, generalización y creación. Pero el cerebro conoce el concepto, no la cosa en sí. Al alejarse de la tierra perdió el contacto íntimo con la naturaleza.
El cuarto cerebro
El cerebro guarda la información en formato físico por una mezcla de agentes químicos e impulsos eléctricos que circulan por las neuronas y se cuantifican como energía, que una vez concentrada se transforma en materia. En internet el cerebro convierte esa materia que se encuentra en las neuronas en un formato que circula por la red y el que recibe el mensaje, lo traduce en materia. Construir una red digital para el capital intelectual y social conecta la creatividad de la mente con la velocidad de la tecnología. Así crece la productividad mediante la sintonía entre el sistema nervioso humano y el digital.
Un cerebro holístico
Instintos, emociones, pensamientos y tecnología entran en conflicto si no van en la misma dirección. Si gobierna el instinto puede aparecer un reptil. Si mandan las emociones negativas puede surgir la emoción violenta o la depresión. Si conduce un pensamiento frío puede nacer un plan sin sentido social. Si triunfa la tecnología la máquina puede ser más importante que el hombre. Enfrentados son parte del problema, actuando en equipo con objetivos comunes son parte de la solución. Hay que aprender a crear y usar un cerebro holístico, armonizador de la inteligencia individual y la inteligencia social.
Dr. Horacio Krell, CEO de Ilvem, Contador Público y Licenciado en Administración de empresas (UBA). Propulsor de UP (Unión de Permutas) Contacto [email protected]