Tenaz, autocrática y empeñada en gobernar una nación casi ingobernable, Indira Gandhi fue primera ministra de la India entre 1966 y 1977 (tres mandatos consecutivos) y luego entre 1980 y 1984, por lo que dominó durante casi dos décadas el escenario político de la democracia más poblada del planeta.
Nació en 1917, en la ciudad de Allahabad, al sur del estado de Uttar Pradesh. Hija única de Jawaharlal Nehru, considerado el fundador de la India moderna, tuvo una infancia difícil, transcurrida en un ambiente político turbulento.
Estudió en la universidad india de Visva-Bharati y en Oxford. Se casó con un abogado de apellido Gandhi. Cuando Nehru asumió en 1947 como primer ministro de la India independiente, ella lo acompañó como asesora y también como primera dama, tras el fallecimiento de su madre. En 1966 se convirtió en la primera mujer en la historia de su país en estar al frente del gobierno.
Los graves problemas económicos ocasionados por la peor sequía del siglo la llevaron a devaluar la rupia, medida que generó el disgusto de muchos miembros del gobierno. Sin embargo, logró ser reelegida en 1971 por un margen arrollador, con el eslogan “¡Librémonos de la pobreza!”. Ese mismo año, la India entró en guerra con su vecino Pakistán. La victoria india dio lugar a la creación del estado independiente de Bangladesh, y muchos llegaron a ver a Indira como la encarnación de Shakti, diosa del poder.
Pero la economía siguió empeorando y provocó malestar social. En 1975 declaró el estado de emergencia, censurando a los cada vez más críticos medios de comunicación, y encarcelando a muchos opositores, todo esto en medio de acusaciones crecientes de corrupción.
En 1977 fue derrotada en las urnas, pero volvió a ganar dos años más tarde. Si bien su lista de errores es larga, mayor es la de sus logros: entre ellos, el lanzamiento de una “revolución verde” para combatir las terribles hambrunas y garantizar que el país se pudiera alimentar a sí mismo; el apoyo al desarme nuclear y a las relaciones norte-sur (por lo que fue nominada al Premio Nobel de la Paz), y el impulso a la industrialización.
Bajo su gestión, la India se convirtió en la tercera mayor reserva mundial de mano de obra científica y técnica, y ocupó el séptimo puesto en la carrera espacial.
Fue una de las dirigentes más influyentes del Tercer Mundo, y en 1983 presidió la Cumbre de Países No Alineados. En junio de 1984, rebeldes sijs exigieron violentamente la independencia del estado de Punjab.
Indira Gandhi ordenó al ejército atacar el Templo de Oro, santuario sagrado de los sijs, en Amritsar, en un episodio en el que murieron no menos de 450 personas. El 31 de octubre de ese año fue asesinada en su jardín de Nueva Delhi por dos miembros sijs de su guardia personal. La muerte de quien para muchos era la “madre de la India” desencadenó violentas represalias que les costaron la vida a miles de inocentes. La difícil tarea de devolverle la unidad a un país fraccionado quedó a cargo de su hijo mayor, Rajiv Gandhi.
“Cada posición tiene sus ventajas y desventajas”, observó en una oportunidad. “Yo tuve una ventaja gracias a la educación que recibí de mi padre. Pero en política hay que esforzarse el doble para demostrar que una no es simplemente una hija, sino una persona que actúa por derecho propio. Siendo mujer, el trabajo es doblemente duro”.
Su conducta no fue intachable como la del amado Nehru, y ella no lo ocultaba. “Mi padre era un hombre de Estado, yo hago política. Mi padre era un santo, yo no”, fueron las palabras con las que se definió esta mujer dura y desafiante: una gobernante con rasgos terrenales, que dejó su vida en el servicio a su país. <
Muy bueno.