Pep Guardiola ha resultado ser un líder coherente que practica una superioridad demostrada, más que alardeada, apostando por fundamentar la realidad con el trabajo duro en vez de substanciar las apariencias con discursos elocuentes, reforzando así su capacidad de persuasión desde tres aspectos claves: su carácter, su humildad y su autenticidad.
Desde que empezó como entrenador en 2008, Guardiola ha dado reiteradas muestras de competencias que solemos reconocer en los grandes líderes: confianza en su equipo, prudencia al asumir riesgos, visión positiva, disposición a aprender de sus errores, asumir responsabilidades restando presión al equipo, etc.. Su modelo de gestión de personas ha hecho que el fenómeno Barça sea más que sólo fútbol, cobrando un carácter de modelo organizacional transferible (¿por qué no?) a otras organizaciones. Ese paradigma es lo que explica la aparición de tantos artículos, libros y estudios surgidos por el interés que ha despertado los innegables éxitos logrados en estos tres años al frente del equipo azulgrana.
Siguiendo el proverbio “sin resultados no hay talento, sólo potencial”, Guardiola se ha centrado en los valores eligiendo el camino de desarrollar el potencial del equipo convirtiéndolo en talento, apostar por la cultura del esfuerzo y el trabajo en equipo, situando el respecto a las personas como máximo valor en todo el proceso. Este estilo lo ha estado aplicando especialmente en la construcción de una reputación sólida como entrenador y coach de equipo, tal como señala J. Burns en un reciente artículo en Newsweek. Los resultados de su estilo de liderazgo se notan en el ámbito deportivo, como haber ganado el sextete en 2009 o las dos Champions League. En el ámbito económico le ha aportado al club unos resultados espectaculares, como señala la revista the Economist, bautizando el Barça de “cash machine” por haber duplicado sus ingresos en cuatro años.
Guardiola no teoriza y cuando le piden una definición del liderazgo, aclara no saber qué es un líder, pero en la práctica actúa demostrando un conocimiento implícito del rol que debe tener un entrenador ante su equipo y ante su organización. Con absoluta convicción afirma: “el líder soy yo, que me sigan, y lo conseguiremos”.
Esta convicción se ancla en una reputación labrada a lo largo de estos tres años de éxito. Esta reputación construida y mantenida coherentemente mediante su carácter, su humildad y su autenticidad es la base de su capacidad de influencia. Los antiguos filósofos, como Aristóteles y Cicerón, lo llamaban “ethos” y lo consideraban el principal canal de la persuasión.
Lejos de pretender identificar el líder azulgrana con “el filósofo”, según le calificó (peyorativamente, ¡no lo olvidemos!) Zlatan Ibrahimovic, resulta acertado preguntarse, en definitiva, hasta qué punto la experiencia de Guardiola demuestra que al final no está nada mal pensar con la cabeza, sentir con el corazón y jugar con los pies.
fuente: Lead Learning Lab