Esta taza se sirve del subconsciente del desayunador, que al contemplar la forma de amplificador aumenta el volumen de sus pensamientos, su intensidad, y se ve transportado al concierto más cercano en el que sirvan tostadas con mantequilla y miel. Tiene además unos botones simulados que regulan el nivel de azúcar de la taza, así como el de leche y el de galletas. Y todos esos niveles llegan a 11 para que los metaleros no tengan motivo de queja.
El truco de acercar la guitarra al amplificador para conseguir sonidos cósmicos puede ser extrapolado a la taza, que seguro que al ver acercarse el cigarrillo se emociona y empieza a murmurar cosas por una cuestión de afinidad o, mejor dicho, afinación (sí, es el chiste de los lunes).
fuente: No Puedo Creer