Por Horacio Krell*
Borges decía que “Somos lo que somos por lo que leemos”. Un “analfabeto funcional” es quien sabiendo leer no lee, porque carece del tiempo o del deseo. La imagen lo atrae y lo atrapa porque no le demanda esfuerzo alguno, pero “no hay almuerzo gratis”: no leer influye en su forma de pensar y de actuar. El cerebro puede procesar de forma secuencial o simultánea según el sistema que utilice.
Al leer, es el lector quien señala el camino: lee, avanza, retrocede, se detiene y reflexiona. Con la imagen de la TV, el observador recibe el mensaje completo. En la era de la imagen es el medio el que impone el ritmo, y se están perdiendo lectores. Por analogía, leer es como conducir un auto, en cualquier momento se puede detener la marcha, en cambio, recibir un mensaje audiovisual es como viajar en avión, cuando uno se sube ya no se puede bajar.
El analfabeto funcional de hoy sabe leer, pero no aplica esta capacidad en la vida diaria para comprender o escribir, afectando su pensamiento y su capacidad de resolver problemas. Hoy, se prefiere la información rápida a la construcción de conocimiento profundo.
La “sociedad del conocimiento” se convierte así en una “sociedad de la ignorancia”, pues mientras el saber crece colectivamente, nuestra habilidad para asimilarlo no avanza al mismo ritmo. La paradoja es que vivimos en una era de información que produce individuos fascinados con la tecnología pero ignorantes de los principios profundos. Los que añoran el pasado se preguntan: ¿Dónde está el conocimiento que se perdió con la información?, y ¿Dónde está la sabiduría que se perdió con el conocimiento?
Muchos leen, pero sin comprender, usando soluciones prefabricadas. Creen que para tener éxito no hace falta el saber. En Suecia, la comprensión lectora ha descendido entre los niños, y la digitalización en las aulas fue restringida a partir de junio de 2023, incentivando desde entonces la lectura comprensiva. Regresar a las bases podría implicar revivir la lectura reflexiva y las habilidades blandas que esta fomenta: imaginación, creatividad y dominio del lenguaje.
Nuevos analfabetismos
- Analfabetismo Digital: No es solo manejar herramientas, sino ser selectivo y talentoso en su uso. Así como la alfabetización tradicional es clave para el empleo, el analfabetismo digital hoy es una barrera que limita la inclusión.
- Analfabetismo Emocional: La inteligencia emocional —empatía, creatividad y resiliencia— nos diferencia de los robots, aunque a menudo se desestima. Sin esta habilidad, es común que el mal clima laboral crezca, pues muchos líderes carecen de autoconciencia emocional.
- Analfabetismo Global: El inglés es clave en el mundo globalizado, pero sigue sin ser universal. Redes sociales favorecen un conocimiento superficial, limitando el aprendizaje profundo y valorando la ignorancia como un estilo.
Atención fragmentaria y la influencia de los medios
Las multitareas y el exceso de estímulos digitales han erosionado la capacidad de concentración. La tecnología crea una atención fragmentada que descrema la superficie sin ahondar. Según McLuhan, los medios son extensiones del cerebro y, hoy, las redes actúan como extensiones del sistema nervioso, creando una “red de cerebro social” que necesita coordinarse con el pensamiento humano para aprovechar su potencial.
Decálogo del analfabeto funcional
- Le cuesta mucho leer, escribir, o hacer simples operaciones matemáticas.
- Le resulta complicado analizar un mapa, responder un cuestionario, revisar una declaración jurada de impuestos.
- No consulta el diccionario, no puede hacer trámites por sí mismo.
- No puede seguir instrucciones escritas, analizar facturas o redactar su curriculum vitae.
- Además de no leer, se limita a ver programas de TV, tan solo de entretenimiento.
- No le interesan los problemas de la economía, la política, los temas sociales ni la tecnología.
- Es renuente al cambio, prefiere el “status quo”, que nada cambie. Su conocimiento es limitado, inexacto, vago y obsoleto.
- Su gramática y su vocabulario son deficientes.
- Desconoce cuál es su velocidad y comprensión en la lectura.
- No intenta ni se esfuerza por mejorar su rendimiento intelectual. Se conforma con ser un ciudadano medio no piensa en convertirse en ciudadano del mundo global.
Convertirse en un ciudadano del mundo global
La información está al alcance de cualquiera en un solo clic, la verdadera alfabetización implica no solo la capacidad de leer y escribir, sino también el manejo de la tecnología, la comprensión de datos, el desarrollo de habilidades emocionales y el dominio de un idioma universal.
Debemos comenzar por descubrir al genio interior que nos habita y desarrollar su poder, lo que se conoce como empowerment. Para llegar a serlo se precisan cuatro idiomas.
El lenguaje del cerebro que es planetario y desarrollar el 100% de su capacidad potencial. La segunda lengua es el inglés, el idioma universal por excelencia. Es el que hablan la ciencia, la tecnología y los negocios. La tercera es la informática, su software internacional y de las redes sociales son la base del teletrabajo. El cuarto idioma es el neuromarketing, para saber venderse a sí mismo y lo que uno produce.
Los cuatro idiomas alfabetizan al ciudadano medio y lo convierten en un ciudadano global, en un cosmopolita que trabaja con el mundo entero sin moverse de su escritorio, usando con inteligencia su capital intelectual y su capital social.
Conclusión: hacia una alfabetización integral
La alfabetización digital, emocional y global se vuelve esencial para la formación de un ciudadano del mundo, capaz de desenvolverse en la era digital sin caer en sus limitaciones. La educación tiene un rol fundamental para conectar a los individuos con el conocimiento profundo que la sociedad y las demandas del futuro requieren
Las investigaciones sobre los mecanismos cerebrales de los adolescentes se han orientado a explorar los efectos negativos de la mayor sensibilidad y excitabilidad a nivel neural que los distingue, así como su impacto en las conductas de riesgo.
A tal efecto es interesante ver cómo los medios informan sobre lo que cada persona puede hacer para alfabetizarse, con independencia de la educación que haya recibido.
Las neurociencias avanzaron mucho desde la “década del cerebro” (1990-2000) pero lamentablemente no han llegado a la educación. Tan es así que si resucitara un neurocirujano del siglo pasado no sabría qué hacer en el quirófano, en cambio, si se pudiera resucitar a un maestro, este podría dar sus clases sin ningún tipo de problema.
El aula de la escuela debería ser el gran laboratorio dónde se aprenda a alfabetizar el cerebro analfabeto funcional que solamente produce el 10% de su capacidad potencial.