Emprender genera vértigo. La misma persona cumple el rol de presidente de la compañía y de joven de los mandados en simultáneo… Se emprende full life, con pasión, adrenalina, velocidad y vértigo.
Y está muy bueno que así sea pero hay que ser conscientes que los negocios requieren algo más un ritmo de Fórmula 1. A veces, es necesario sacar el pie del acelerador y bajar un cambio. Mirar con detalle la marcha del emprendimiento, revisar los objetivos, medir los resultados, considerar ajustes…
No todo es ir de evento en evento, ir de un Valley a otro, vivir de incubadora en incubadora y tocar todos los timbres a la vez… Un instante de calma no es perdida de velocidad; meditar sobre la dirección del negocio no implica perder oportunidades…
Muchos emprendimientos mueren porque sus fundadores no se dan el tiempo para atender lo importante porque están ocupados con lo urgente.
Tenelo en cuenta… Lee lo que le pasó al hachero de este cuento por no considerar lo importante:
“Había una vez un hachero que se presentó a trabajar en una maderera. El sueldo era bueno y las condiciones de trabajo mejores aun; así que el hachero se decidió a hacer buen papel.
El primer día se presentó al capataz, quien le dio un hacha y le designó una zona.
El hombre entusiasmado salió al bosque a talar, y en un solo día cortó 18 árboles.
-Te felicito, le dijo el capataz , sigue así.
Animado por las palabras del capataz, el hachero se decidió a mejorar su propio desempeño al día siguiente; así que esa noche, se acostó bien temprano.
A la mañana se levantó antes que nadie y se fue al bosque. Pero a pesar de todo el empeño, no consiguió cortar más que 15 árboles.
– Me debo haber cansado – pensó y decidió acostarse con la puesta del sol.
Al amanecer se levantó y decidió batir su marca de 18 árboles. Sin embargo ese día, no llego ni a la mitad.
Al día siguiente fueron 7, luego 5 y el último día estuvo toda la tarde tratando de voltear su segundo árbol.
Inquieto por el pensamiento del capataz, el hachero se acercó a contarle lo que le estaba pasando y a asegurarle y jurarle que se esforzaba al límite de desfallecer.
El capataz le preguntó:
– ¿Cuándo afilaste tu hacha por última vez?
– ¿Afilar?
– No tuve tiempo de afilar, estuve muy ocupado cortando árboles.
Tal vez estamos tan ocupados en querer llegar a destino, que nos olvidamos de mirar el paisaje”.
Feliz semana, felices emprendimientos, feliz vida para todos.
Marcelo Berenstein
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Excelente , para recapacitar