Cómo crear una mente disruptiva

La mente común sólo ve las mismas cosas que ve la mayoría. El pensamiento disruptivo, en cambio, ve aquello que casi nadie puede ver.

Foto: Alex Knight (Unsplash)

Cuando a Newton  le cayó una manzana en su cabeza, en lugar de maldecir, cómo habría hecho el hombre común, aprovechó la oportunidad para idear la ley de gravedad. Según Pasteur el azar sólo favorece a las mentes preparadas

La Universidad de Cambridge hizo un experimento con 11.000 personas de 6 semanas con entrenamiento mental, basado en tareas de búsqueda en Internet. Los entrenados rindieron mejor tal como era esperable. Pero al probarlos en otras tareas cognitivas, no habían mejorado.

Sn embargo el cerebro puede cambiar a cualquier edad. La neuroplasticidad (la capacidad asociativa descubierta por las neurociencias) le permite cambiar la conexión entre las neuronas, siempre que se aprendan nuevos contenidos o relacionando otros conocimientos depositados en otras neuronas y que hasta ese momento no se habían conectado. Esto generar nuevas rutas neuronales, lo que demuestra que se puede seguir aprendiendo durante toda la vida.

La mejoría cognitiva se acentúa cuando se entrena en grupos supervisados.  La inteligencia social ayuda al cerebro porque un cerebro que trabaja solo pierde la sinergia de combinar sus fortalezas con las de otros cerebros asociados. Dime con quién andas y te diré quién eres.

Para paliar el deterioro cognitivo que viene con los años es importante el ejercicio físico moderado. Lo que es bueno para el corazón es bueno para el cerebro. Mente sana en cuerpo sano.

El experimento realizado en la Universidad de Cambridge no tuvo en cuenta que los 11.000 participantes del experimento no disponían de los métodos del pensamiento disruptivo. Hay una diferencia está entre obtener información o hacer ejercicios mentales y aprender a usar el cerebro. Los métodos son la mayor riqueza del hombre. El éxito inesperado, producto del azar, suele ser gratamente recibido pero raramente analizado, para ver cómo y por qué ocurrió, y detectar así la causa de la incongruencia entre lo que actualmente sucede y lo que debería ocurrir o lo inadecuado de un proceso que era tomado por garantizado. La idea es detectar si existe potencial en la situación para estimular el pensamiento disruptivo y la innovación.

Hoy la inteligencia artificial puede generar soluciones que desplazan al hombre en muchas profesiones.  Pero hay procesos imposibles para las máquinas, son los disruptivos  out of the box.

Alemania es el país que más se robotiza, pero al mismo tiempo es el que más trabajo produce. Su clave para sobrevivir al robot es el pensamiento estratégico. Al observar el entorno, los hábitos de la gente y su comportamiento, hay una oportunidad de intervención que implica entender la situación desde otra perspectiva. Entonces hay que hacer un diagnóstico e inventar una solución que implique el rediseño. La inteligencia colectiva es primordial y las estrellas dejan lugar al trabajo en equipo.

Para ser parte del equipo el especialista debe desarrollar habilidades y competencias, es una responsabilidad individual y tal actualización le permitirá mejorar su empleabilidad. No importa la edad ni la posición, el aprendizaje continuo evita que las máquinas nos quiten nuestro trabajo.

Ejemplos: Un psicólogo usa lentes de realidad virtual para simular situaciones a superar. Un banquero que analiza cómo integrar a la tecnología de los bitcoins y de las monedas encriptadas.

Un industrial estudia la forma más digital y ecológica de fabricar un producto y analiza el comportamiento del consumidor. Un diseñador proyecta con visión humanística.  Un cirujano usa impresoras 3D para practicar con órganos.

La disrupción tecnológica

Mantenerse a la altura de la disrupción tecnológica no es fácil, la tecnología sube por el ascensor y el hombre por la escalera, generando la brecha digital que sólo podría reducir una educación de avanzada. La educación es la industria pesada de cualquier nación, porque es la que fabrica los ciudadanos del futuro.

Los gigantes de la tecnología en la última década pasaron a dominar el ranking de empresas más valiosas del planeta. El club de los cinco titanes, el grupo «Famga», por las iniciales de Facebook, Apple, Microsoft, Google y Amazon, son colosos que se fueron despegando del resto.

Crecen a una tasa más alta, son más rentables y tienen centenares de miles de millones de dólares en cash para comprar competidores que amenacen con hacerles sombra. Son quienes mejor aprovecharon las economías de escala, o de redes, de la era digital, donde el ganador se lleva todo.

Kasparov, ex campeón mundial de ajedrez, criticó la pérdida de ímpetu disruptor de Apple -el miembro más valioso de los Famga- ya el año pasado, al señalar que estaban contratando más abogados para defender sus patentes que ingenieros para crear nuevos productos.

Llega un momento en que las características y la calidad son tan altas que el cliente empieza a percibir que el producto que, en un principio, cubría todas sus necesidades, está comenzando a superarlas y paga por cosas que no usa. Ahí es donde la Teoría de la disrupción entra en acción.

Un disruptor detecta esa necesidad, con una tecnología novedosa, diseña y comercializa un producto de calidad inferior y a un precio mucho menor. Así llama la atención de esos clientes.

Da igual lo bueno que sea el producto porque acaba teniendo características que no sirven. La empresa termina cerrando o volviéndose irrelevante en un mercado del que antes era protagonista.

Cuando uno se propone predecir el futuro no es raro fallar. Porque resulta muy difícil ver todas las variables actuando al mismo tiempo. Por fallar tantas veces en la predicción del fin de algunas empresas, la Teoría de la disrupción debe ser reformulada. La realidad es que empresas y consumidores se fijan en atributos totalmente diferentes. Apple centra gran parte de sus esfuerzos en conseguir diferenciación a través de la integración vertical. Sabe que la única manera de cobrar más es ofreciendo algo diferente: una experiencia de usuario superior para muchos.

Nunca oyes a alguien decir “este restaurante es demasiado bueno”, “este coche tiene demasiada calidad en sus acabados” o “mi teléfono móvil es demasiado para mí”.

La diferencia de atributos con los que se toman decisiones de compra es diferente en ambos mercados. La Teoría de la disrupción debe incluir el funcionamiento de los mercados de consumo.

Pese a todo Silicon Valley sigue siendo un lugar donde «los David le pueden ganar a Goliat», ya que ninguna posición dominante, en esta época de avance acelerado, dura para siempre. Cualquier estrategia es sólo temporalmente correcta. Porque como en la canción: nada es para siempre.

El sabio de la montaña era conocido por la lucidez de su visión y sus buenos consejos. Lo visitaban los que se habían perdido la fe y, casi siempre, se limitaba a murmurar: “Todo pasa”. Un hombre que había perdido todo, se fue desilusionado del encuentro. Pasó el tiempo y abrió un pequeño negocio, lo convirtió en un emporio; volvió a enamorarse y a creer en la vida. Decidió regresar para agradecerle. Lo encontró igual, lo escuchó sin inmutarse y, se limitó a repetir: “Todo pasa”.

La destrucción creativa

Los competidores no se quedan quietos y apenas creamos un producto exitoso intentan copiarlo y mejorarlo. Para Darwin sobreviven quienes se adaptan al cambio. Schumpeter acuñó la frase “destrucción creativa” para afirmar que el capitalismo es un método de sustitución de  lo viejo por lo nuevo. No hay creación sin destrucción creativa, la paradoja es que si bien la destrucción creativa perjudica a los empresarios superados por la novedad, el efecto es beneficioso para  la sociedad en su conjunto, bajo la forma del progreso.

La secuencia de un proyecto es investigación, experimentación, capitalización, gestión, competencia y consolidación. Al principio se posee la tecnología pero falta el método: la radio no fue rentable hasta que se financió con publicidad, la electricidad recién dio ganancias cuando se dejó de cobrar una cuota fija a todos y se cobró  por el consumo real. Para innovar hay que tener imaginación. Dijo Víctor Hugo: «lo que arrastra al mundo no son las máquinas sino las ideas».

El peligro del éxito

La actitud triunfalista engaña, mientras disfrutamos del resultado otros aspiran a superarnos, van copiando y mejorando nuestros  productos y entonces, si seguimos haciendo lo mismo estaremos llegando al principio del fin. No hay que conformarse con ser líder hoy sino con poder serlo mañana. Hay que evaluar la situación, descartar riesgos que ofrecen recompensas poco atractivas o ilusorias, concentrarse en lo importante e integrar el análisis con la acción.

No es necesario inventar la pólvora

Bill Gates a los 19 años acudió a la destrucción creativa.  Vendió a IBM  el sistema operativo D.O.S que había comprado y que hacía funcionar los ordenadores personales. Sin tener un producto innovador mejoró el diseño. El éxito depende muchas veces de combinar una idea creativa, curiosidad por aprender y habilidad para actuar.

Dios creó al mundo y dejó partes incompletas: en lugar de proveer el pan, la naturaleza da trigo, en vez de ladrillos la tierra brinda arcilla, y nosotros tenemos que construir el pan y los ladrillos.

¿Por qué todo  funciona así? 

Porque los creadores son quienes imitando a Dios en la tierra son sus continuadores en el proceso de la Creación. No observan pasivamente, creen con  fe emprendedora que lo definitivo, es momentáneo,  reconfigurable, y virtual por excelencia. El creador no proviene del pasado sino del futuro y se dirige desde él rebobinando la película hacia el presente, es decir modelando su acción desde la visión y retrocediendo paso a paso hasta el momento actual.  Entonces se dedica a producir el futuro deseado, busca el porvenir transformando los sucesos que no dependen de él, en tareas que inventa  para operar sobre los acontecimientos con un proyecto transformador. Cuando la innovación no existe y nos sometemos a los mandatos del pasado, renunciamos al presente, sin aceptar el desafío de enriquecer lo que pasa mediante la renovación.

Evite perder la flexibilidad y elimine las viejas ideas que le impiden cambiar, destruya esos prejuicios que se convirtieron en paradigmas y que lo rigen o dirigen de manera silenciosa.

Déjà vu o vu déjà

Déjà vu es la sensación que surge cuando nos enfrentamos a una situación nueva pero que, de alguna manera, nos resulta familiar. El vu déjà implica atender lo familiar, con una mirada fresca, renovada y distinta, que permita llegar a soluciones que antes no habían surgido.

La criptomnesia es diferente. Se da cuando hay personas que poseen información en su memoria, pero no la relacionan con un recuerdo, y por lo tanto creen que una idea ajena se les ocurrió a ellas.

El punto de partida de la creatividad siempre es la curiosidad, que cuestiona por qué una crisis ocurre. Ponerla en duda con una actitud vu déjà, es ver una situación familiar, pero con una perspectiva fresca que permite lograr el insight sobre viejos problemas.

Los  datos atípicos son valores extraños que se alejan del conjunto, pero es un error eliminarlos. En el campo de la creatividad, el pensamiento debería ser inverso, podría significar un hallazgo o una oportunidad porque ofrece al creativo algo inesperado.  Frente a esta información típica,  un dato limpio y simple puede ser revelador. Para encontrarlo hay que hacer mucho foco, y generar un mapa de hipótesis y asociaciones.  Es algo que estuvo siempre ahí, pero que nunca se vio.

La teoría del océano azul

Las empresas compiten en océanos rojos infectados de tiburones pero Sun Tzu  sostuvo que el arte de la  guerra es  ganar sin luchar. La teoría del Océano azul –OA-  recomienda dejar de luchar y crear nuevos mercados de gran valor. Entonces los peces abandonan el océano rojo – OR-,  los tiburones se quedan y compiten por los pocos que permanecen en él.

El circo Romano es el negocio más antiguo. En el siglo XVIII se convirtió en una pista con payasos, tigres y equilibristas que en el siglo XX lo superór el entretenimiento masivo: TV, videojuegos e Internet. El Cirque du Soleil creó un OA cambiando la sucesión de shows por historias. Su cultura empresaria premió la colaboración, eliminó estrellas, animales peligrosos y las pistas múltiples del antiguo circo; redujo el suspenso, aumentó el tamaño de una sola pista e ideó un nuevo diseño.

Walt Disney posee oficinas creadoras de OA. El fundamento es: “si lo puedes soñar lo puedes hacer”. La oficina 1 es la del «Yo-soñador».  Su  lema es: » PROHIBIDO PROHIBIR». La Oficina 2  es  la  del  «Yo crítico». Su lema es  La ley de Murphy: lo que puede salir mal va a salir mal. La oficina 3, la del «Yo-realista”, concreta las ideas del «Yo-soñador» que pasan el filtro del «Yo-crítico». Su lema: la realidad es la única verdad.

Para navegar del  OR al  OA se precisa una nave ágil. Para llegar al OA debemos crear un canal interno color esperanza, construir la nave y el equipo que enfrente el desafío  mientras el resto sigue dando la pelea. Lo ideal es crear una Fábrica interna de océanos azules, de ideas disruptivas que seleccione iniciativas que incentiven y estimulen al personal, a los clientes y a los no clientes.

¿Se le ocurren ideas disruptivas para solucionar estos acertijos?: 1)¿Cuántos números 9 hay entre el 1 y el 99? 2) Sume mentalmente una sola vez. Tiene 1000. Ahora súmele 40. Súmele otros 1000. Y 30 más. Más otros 1000. Más 20. Y súmele otros 1000. Y ahora 10 más. ¿Cuál es el total? 3) En una competencia acaba de pasar al último. ¿En qué lugar se encuentra? Envíe sus respuestas al autor.

Dr. Horacio Krell. Director de Ilvem,  horaciokrell@ilvem.com
Salir de la versión móvil