El coeficiente de inteligencia cultural

En esta era interdependiente y globalizada, la inteligencia cultural o Cultural Quotient (CQ),  es clave  para determinar el éxito o el fracaso en el entorno nacional o internacional. 

La teoría de las inteligencias múltiples definió que se puede ser inteligente de diferentes maneras. Un Cociente Intelectual (CI) superior a 130 define al superdotado. Pero ¿es capaz relacionarse y liderar? No necesariamente. El coeficiente de Inteligencia Emocional (EQ) mide esa capacidad. Un individuo emocionalmente inteligente, sabe administrar sus emociones y las de los demás. Cada vez se interactúa más con personas de diferentes naciones, regiones y grupos étnicos. La Inteligencia Cultural (IQ) es esencial para conseguir relaciones eficaces ya que mide la pericia de un individuo para entablar una vinculación exitosa en cualquier ambiente local o global.

Las diferencias culturales no pueden ignorarse. Un problema cultural no se resuelve con intuición ni improvisando sobre la marcha. Así las negociaciones fracasan, sin saber por qué.

¿Hay quienes nacen con mejor CQ? ¿Cómo se mejora? Si bien todos nacemos con un cerebro parecido, nacer y criarse en ciertos lugares determina el potencial de sensibilidad cultural. Por ejemplo, alguien nacido y criado en Sao Paulo (Brasil) en contacto con gente de razas, religiones y países diferentes, desarrolla mayor sensibilidad hacia las diferencias culturales. Alguien nacido y criado en un país impermeable a las migraciones, no puede entender y aceptar culturas distintas.  La homogeneidad cultural crea ciudadanos etnocentristas, nacionalistas y xenófobos, con poca tolerancia hacia los demás y no ciudadanos del mundo global.

Ciudadanos del mundo global

Para los que nacieron en países donde no se  aprende sobre inteligencia cultural, existen métodos para mejorarla. El más obvio es la práctica  a través de viajes o contactos amables con personas diferentes. El aprendizaje de la antropología cultural y de la sociología, son herramientas que facilitan el entendimiento de las diferencias culturales.

Ilvem se dedica a la educación del cerebro con métodos de avanzada que se nutren de los avances de las neurociencias. Un ser humano sólo desarrolla un 10% de su capacidad potencial. Capacitar al capital humano de una empresa y en gran escala a los ciudadanos del país implica aumentar  la productividad y la capacidad competitiva de las organizaciones y de la nación. La educación es la industria pesada de cualquier país, ya que fabrica los ciudadanos del futuro.

El  compromiso radica brindar al ciudadano promedio (cuya capacitación atrasa con respecto a los países que lideran en los exámenes Pisa de la OCDE), las herramientas necesarias para convertirlo en ciudadano del mundo global.  Para eso se precisa al menos el dominio de tres idiomas claves. El primero es el lenguaje del cerebro, que, siendo el mismo para todos los habitantes del planeta, muy pocos lo saben usar. El segundo idioma es el inglés, es el que hablan la ciencia y la tecnología. Es el idioma universal por excelencia.  Además se pueden aprender, en formato acelerado otros 24 idiomas, para acercarse a culturas específicas.

También es imprescindible dominar el idioma de las máquinas, el idioma tecnológico digital ha cambiado al mundo y sube por el ascensor mientras que el hombre asciende por la escalera. Esto produce la brecha digital, una deuda que se puede saldar con el conocimiento.

En la capacitación es necesario diferenciar el qué del cómo. La mayoría de las personas usan la fuerza bruta, como dijo Sarmiento «la letra con sangre entra».  Pero la fuerza bruta va contra la ley de los rendimientos decrecientes. El cansancio hace que cada hora agregada al estudio rinda menos. Por el contrario el concepto de Nietzche es que: « Los métodos son la mayor riqueza del hombre». Aprendiendo a usar el cerebro se logra en una hora lo que antes se obtenía en tres, al optimizarlo con una metodología intelectual de avanzada. Cada año que pasa deja una marca en el cerebro y si no se mide no se puede superar. El “Test de rendimiento intelectual» (IQ), detecta cómo funciona la mente y que neurotécnicas le faltan para potenciar su rendimiento.

Comunicación no verbal e intercultural

La mayoría de las cosas se comunican a nivel inconsciente. Los comportamientos no-verbales incluyen las expresiones faciales, los movimientos y la proximidad, entre otros, y varían no solo de acuerdo a cada país, sino también según cada región. Cada cultura se manifiesta de otro modo. Al analizar la comunicación intercultural, hay que entender todos los aspectos de la cultura (ej. la comida, la vestimenta, el estilo de vida, etc.) y luego comparar aspectos específicos. Los estudios micro-interculturales  son el tipo de estudio en el cual se basa la comunicación intercultural. Los empresarios de otros países son diferentes. Mientras algunos son más cálidos y buscan relaciones interpersonales, otros son más fríos y distantes; algunos prefieren cerrar tratos de inmediato, otros buscan horizontes de largo plazo, unos le temen tanto a la incertidumbre que se adhieren a contratos rígidos, mientras otros parecen sentirse cómodos con la falta de reglas y convenciones formales.

Todas estas interrogantes se conectan con el concepto de «cultura», entendida como el conjunto de valores, actitudes y creencias que son compartidas en una sociedad. Los valores compartidos van a afectar la conducta de sus miembros, y por lo tanto, entre otras cosas su forma de hacer negocios. Este concepto de cultura viene de la antropología y de los trabajos etnográficos que se realizaban en comunidades remotas donde los científicos sociales observaban las manifestaciones de estos valores compartidos entre los miembros de una misma tribu.

Geert Hofstede realizó un estudio para la empresa IBM.

Aplicó una encuesta a 70 de sus sucursales mundiales y explicó las diferencias culturales existentes, utilizando cinco dimensiones: distancia al poder, individualismo- colectivismo, masculinidad – feminidad, aversión a la incertidumbre, orientación al largo plazo u orientación al corto plazo.

En el contexto de globalización, Latinoamérica reclama un mayor protagonismo. Precisa revisar la disciplina intercultural para entender a los competidores internacionales, y también a los clientes que esperan productos y servicios que satisfagan sus necesidades en su propio contexto.

Desarrollar la inteligencia cultural

Las relaciones de confianza y colaboración con personas de otras culturas, es relevante en este mundo interconectado y globalizado. Lograr leer, interpretar y adaptarse a señales culturales diferentes, es un verdadero desafío. Se pueden hacer grandes progresos en las competencias interculturales usando métodos apropiados.

Todo comienza por darle prioridad en la agenda asumiendo las potenciales recompensas de tal capacitación. En primer lugar hay que estar dispuesto a cometer y corregir errores. Indudablemente las verdades de uno serán cuestionadas por el otro, y si uno se aferra a ellas no podrá comprender como piensa alguien diferente. Debe tener la mente abierta como para examinar sus propias orientaciones culturales de manera honesta y objetiva. Hay que aprender a escuchar, a entender antes que a ser entendido. El malentendido es la norma en el mundo multicultural y representa una oportunidad para percibir al mundo desde los ojos del otro.

Para ello se necesita cambiar el hábito de explicar, justificar y persuadir, por el de escuchar y tratar de entender desde la lógica de la otra parte. Esto permite hacerse entender mejor.

La clave es la persistencia. Mientras más se exploren los patrones del propio comportamiento, las piezas comenzarán a encajar y la imagen general de la cultura se revelará. Salir de la zona de confort cultural no es fácil. Habrá que experimentar ciertas conductas repetidamente antes de comprenderlas, sentirte cómodo con ellas, y no quedar atrapado en los estereotipos comunes.

La acción debe enfocarse hacia una cultura que se tenga interés en comprender. Esto hace más fácil enfocarse y aprender de manera directa. Por ejemplo, enfocarse en Rusia,  permite comenzar a leer libros, ver películas e informarse en cualquier momento. Existen infinidad de caminos para aprender de una cultura, y mientras más diversos sean, más oportunidades de comprender cómo piensan y actúan sus habitantes. Aprender de la geografía, tendencias actuales, gastronomía, idioma, etc.,  permitirá desarrollar una visión más amplia y de conjunto. Las fuentes utilizadas deben confiables y de buena reputación. Esta situación genera algo de miedo e incertidumbre, pero eso mismo crea el espacio para el aprendizaje. Y de esto se trata justamente el desarrollo de competencias interculturales: transformarse en una persona más completa, capaz de entender e interactuar empáticamente con personas diferentes. Los entrenadores y consultores interculturales ayudan a responder las preguntas y dudas sobre otras culturas, y darle mayor sentido a la experiencia subjetiva y personal. Anotar las experiencias suaviza las frustraciones y genera mayor claridad ante el choque cultural. Anotar las victorias y  los momentos de revelación también es importante. Desarrollar la inteligencia cultural es como aprender a jugar cualquier deporte: siempre se puede mejorar. Con determinación, siguiendo los consejos y con práctica, se puede encontrar el camino adecuado hacia la efectividad

El cambio cultural  no debe ser una inútil y repetida autocomplacencia, sino el  esfuerzo de coordinarse mejor internamente para que los episodios contradictorios con el creer que se está cambiando no estallen en crisis. Recién ahí se podrá hablar de un verdadero cambio cultural.

Problemas globales 

Los temas que preocupan en el mundo son el cambio climático, la inteligencia artificial, el trabajo, las migraciones, los nacionalismos, la posverdad, el autoritarismo, el terrorismo, la desigualdad. Hay  cuestiones claves: Una es el futuro del trabajo ante el crecimiento de los robots y otras formas de automatización; y la cuestión del control social en función de la vigilancia a través de los datos de Internet. La otra es desafío político, ¿cómo reinventar la democracia en tiempos de globalización y reemergencia de extremismos? Desesperación y esperanza profundizan el lugar de los distintos cultos y del laicismo en la vida comunitaria. La verdad incluye investigar las noticias falsas (fake news), la ciencia ficción, y la posverdad. Resiliencia implica cambiar la educación e insistir en el poder de la meditación. Ante la concentración editorial, el circuito de intelectuales célebres, el poder de la prensa internacional, el predominio del hombre occidental; es necesario lograr la capacidad de atravesar campos disciplinarios en busca de explicaciones totalizadoras, abrevar en el atractivo de los grandes relatos, y en la necesidad de apuntar al sentido ante la proliferación informativa.

La era digital ¿favorece al coeficiente cultural?

Los hábitos de la vida offline se adaptaron a los de la vida online.  Surge una nueva negociación entre la dieta cognitiva tradicional y la dieta digital. Las redes sociales están diseñadas para crear adicción e incluso conocemos algunos de sus impactos negativos como el miedo a quedarse fuera del mundo tecnológico. Todo lo que se dice o se hace en la vida digital responde a lograr más y obsecuentes seguidores.

Al concepto de inteligencias múltiples, el de descubrir el genio interior, hay que sumar las inteligencias complementarias.  La principal inteligencia es conocerse a sí mismo, es la que genera el empowerment o poder interior. Ese poder se bloquea sin inteligencia emocional. Ella  consiste en conocer y administrar las emociones. La inteligencia creativa suma las ideas, la estratégica la planificación, la ejecutiva la capacidad de actuar, la social las relaciones positivas. De los que se trata es de desbloquear la energía y poder transformar el espíritu en materia.

Inteligencia Cultural

El coeficiente cultural mide la capacidad de relacionarse y trabajar efectivamente en situaciones culturalmente diversas. Es la inteligencia de saber adaptarse al medio. Además de la sensibilidad y conciencia cultural suma la capacidad para alcanzar objetivos en entornos culturalmente diversos. Son 7 mil millones de habitantes del planeta, que hablan en 6000 idiomas, están hiperconectados y precisando traspasar las barreras culturales.

Investigaciones realizadas en 98 países concluyen en que una persona culturalmente inteligente es consciente de su identidad cultural, puede trabajar y relacionarse eficazmente con personas y proyectos en diferentes contextos culturales. No se trata de ser multilingüe o exitoso. Sino de focalizar en el trabajo, en foros, videojuegos en red, etc.), en ese universo en el que se sigue a ídolos e influencers, tratando de romper el circuito cerrado de los círculos cercanos.

En la era digital, las redes sociales pueden convertirse en el espacio para practicar y seguir a personas que pertenecen a otras culturas, tener un intercambio que enriquezca el debate y el ejercicio de este tipo de inteligencia. El desafío es pensar si Internet permite habitar un espacio que tiene más que ver con el modelo de estar unidos por un propósito  o por  la torre de Babel y de desconexión entre las culturas. Hay que aprender a utilizar las herramientas para  potenciar el coeficiente cultural. Para aprender en un entorno digital, la diversidad es el toque distintivo.

El poder inteligente

Smart power combina dos poderes. El poder duro – hard power- procede de la fuerza. El poder blando – soft power- atrae por la cultura. Poder inteligente es querer con eficacia, donde el querer produce la energía y la eficacia alcanza el objetivo. Mientras eficiencia es hacer las cosas bien, eficacia es elegir la meta correcta, no hacer bien lo que no tiene valor. Al burro se lo gobierna con el poder duro: con el palo en el trasero; o con el poder suave de la zanahoria en el hocico. El hombre tiene motivaciones más complejas. La inteligencia cultural usa el poder blando del rostro amigo, la persuasión, la atracción y no la coacción.

El cerebro social

uzgar desde el egocentrismo promueve acciones contradictorias. Formamos parte de grupos cuyo éxito será también el nuestro. La inteligencia social se ve en los grupos. El amiguismo es una traba. Los equipos deben integrar la diversidad: individuos creativos generando ideas, analíticos eligiendo las mejores, ejecutivos llevándolas a la práctica y sociales tejiendo lazos internos y externos. Así el todo superará a la suma de sus partes. Como en el ajedrez somos piezas del tablero social en interacción permanente con las reglas del juego. Un peón puede ganar una partida y una neurona vale más si está bien relacionada. Solo no se puede. Dijo John Donn: “cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la tierra. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad, por consiguiente: Nunca preguntes por quién doblan las campanas, las campanas doblan por ti”.

Dr. Horacio Krell. Director de Ilvem, horaciokrell@ilvem.com
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