Liderazgos narcisistas

Liderazgos narcisistas
por Dr. Horacio Krell*

El fracaso de los países lo construye la dirigencia política que los conduce y que no pudo construir un modelo que resuelva el drama de la pobreza, el desempleo y la informalidad.

Haciendo lo mismo surgirán las mismas consecuencias. Para encarar una reforma se deberían simplificar las leyes para que la actividad productiva sea rentable y sencilla. Las leyes y la educación crearon una burocracia pro Estado benefactor y una cultura contraria a los negocios.

Hay países que regulan bien, crecen, crean empleo y disminuyen la pobreza. Los populistas tienen tantas regulaciones que, por su abundancia, empujan a la gente hacia la informalidad.

Es costoso trabajar dentro del sistema, por el tiempo excesivo que se precisa para ingresar y mantenerse y la complejidad de las normas. El costo, el tiempo y la complejidad se complementan y se asocian para crear la tormenta perfecta.  El desafío es hacer que todo sea más fácil y simple. El trabajo en negro se da porque no poseen dinero para contratar contadores, abogados o escribanos. Simplificando las reglas crearían su propio trabajo si pudieran abonar tan solo un impuesto único del 10% sobre su ganancia. Es decir algo que puedan pagar. 

Hacia un desarrollo sustentable

Una regulación inteligente haría innecesario interactuar con el Estado con papeles, recorrer oficinas y permitiría resolver los trámites desde un celular. Facilitaría contratar y echar trabajadores sin los costos enormes que genera la industria del despido. Eficiencia es hacer las cosas bien y eficacia es obtener resultados. Un modelo así liberaría el enorme potencial del sector privado y haría de su capital muerto un capital vivo.

Hoy que la inteligencia artificial destruye 300 millones de puestos de trabajo hacérsela simple a la gente es una cuestión de sentido común. Si no se piensa con la cabeza puesta en un futuro que ya llegó, la pobreza y el caos estallarán y aumentarán el caos sobre la humanidad.

La caza de cerdos salvajes

Los cazadores echan el maíz en el suelo y esperan que los cerdos vengan. Luego van construyendo un cerco mientras ellos llegan atraídos por obtener el alimento sin esfuerzo. Al terminar ponen una puerta de ingreso. Cuando el último entra se cierra el acceso, ya no pueden salir y con el maíz gratis ya no lo intentan. Se olvidan de cazar, pierden su libertad y no ven que la mano que les da de comer es la misma que los lleva al matadero.

Un gobierno populista hace lo mismo, bajo el manto protector de la palabra democracia. Les da a los trabajadores todo gratis a cambio de la esclavitud. Reciben pan y circo, transporte, limosnas, planes de bienestar, etc. Todo esto es sacado del bolsillo de ellos sin que lo adviertan. Les roban la capacidad de ser críticos, de pensar por sí mismos y de emprender.

Pero no hay almuerzo gratis. Toda esa maravillosa ayuda del gobierno es una amenaza que pone en peligro la democracia de cualquier país. En algún momento deberán tomar conciencia o cerrar los ojos y convertirse en cerdos y esperar la matanza a cambio de un poco de maíz.

La política es la clave

En 1945 visitó a Argentina el premio nobel de economía  Paul Samuelson. Lo impresionó tanto que predijo que sería la próxima potencia mundial.

No sabía que se aplicaría la receta: «a país rico gobierno populista». Como dijo Vargas Llosa: «Un pueblo educado no puede ser engañado». Un país rico en recursos naturales fracasó.

Surgieron entonces los líderes narcisitas que convencieron a la gente de que eran seres con capacidades especiales y como los cazadores crearon un cerco psicológico que los atrapó.

¿Cómo hicieron otros países para evitarlo?  

¿Cómo lograron sin recursos naturales convertirse en potencias y ¿Cómo hizo Argentina para ser hoy en una fábrica de pobres?

Lo responde Finlandia. Ellos afirmaron que eran muy pobres como para no invertir en educación e hicieron de ella su política de estado. Los maestros son las estrellas de la sociedad.

Para ser maestro hay que tener título universitario, para estudiar no hay que ser rico y todos reciben una educación de avanzada. Hace 100 años Finlandia era pobre y Argentina rica.

Líderes narcisistas

Son aquellos que pueden tener una enorme plasticidad táctica pero que finalmente no les sirve por su excesiva rigidez conceptual.  Su plasticidad neuronal les otorga un enorme talento imaginativo para aplicar conceptos que atrasan. Por ejemplo, se quedan fijados al pasado sin advertir el cambio y sus ideas terminan chocando con la realidad.

El feedback con la realidad es lo que evita que un error se convierta en un hábito vicioso.

Un líder narcisista necesita un país con recursos naturales para despilfarrar y un período de tiempo suficientemente largo como para que la bomba que crean le estalle al próximo gobierno.

Cuando su gobierno se prolonga sus colaboradores le van perdiendo confianza por sus fracasos y su clientela electoral también percibe que ya nada es igual. No darse cuenta de lo que pasa los hace vivir en la irracionalidad y cada estrategia que intentan los lleva cuesta abajo.

Sabiendo que ya no van a seducir a los que advierten sus mentiras y sus errores, que hay una muralla que los separa, lo que terminan haciendo es hablarles a los que no se les cae nunca la venda de los ojos. Empiezan a radicalizarse con relatos alejados de la realidad, dirigidos a esos que nunca aprenden, a los que creen en algo por quien lo dice y no por lo que dice. Entonces el líder narcisista se concentra en esos que le creen y se prepara para la próxima batalla electoral.

La educación es la clave para la recuperación

Hoy los jóvenes no saben leer. A los 15 años salen al mercado de trabajo sin educación y obtienen trabajos de baja calificación, baja productividad y menor salario.

Se precisa un enfoque más estratégico tipo ‘mission driven’, como cuando se trazó la meta de llegar a la Luna y se hicieron tareas previas con ese objetivo. Argentina en los 90 decidió aumentar la calidad del Malbec para poder competir en los mercados internacionales y eso se hizo con el Gobierno y con los productores. Tenían una meta claramente definida y se habló de qué hacer año a año para llegar.

La colaboración público-privada puede tener impacto

Muchos países que están en la trampa populista exportan recursos naturales lo que no requiere mano de obra muy capacitada, pero si más tecnología y es una manera de aprovechar los recursos que ya existen y donde el país tiene más ventajas, como la soja, que Asia importa. Para la agricultura de precisión hay que formar a la gente, es una inversión a 10 años. Hay que pensar quiénes podrían apoyar, que debería ser básicamente el Estado. Y hay que idear también la forma de hacerlo

Los países que están en la trampa son democracias

Cuando los gobiernos cambian hay que pensar políticas a largo plazo con pactos de colaboración para llegar a ciertos objetivos.

Un nuevo procesamiento político es previo a todas las iniciativas económicas.

Hay que estudiar cuáles fueron las experiencias exitosas en el mundo en países que estaban retrasados e hicieron una concertación entre gobierno, trabajadores, sindicatos y empresarios.
Este tipo de colaboración sale de lo partidario; no es liberal o de izquierda, sino sectorial.

Hay que proteger a los trabajadores. Se pueden bajar las indemnizaciones y aumentar el seguro de desempleo, pero todo es muy difícil. Es un problema de carácter político.

Cuando la corrupción es sistémica

Hace un siglo Rusia dominaba una gran superficie. Al salir de la normativa rusa, Finlandia se ubicó entre los primeros en el ranking de anticorrupción junto con los países escandinavos y pasó a ser el país más feliz del mundo.

Argentina está en el puesto 78 entre 180 países en Transparencia Internacional y Rusia está en el puesto 129.  Entre las claves de Finlandia, las instituciones públicas son confiables, con premios y sanciones para los funcionarios. También existe una vigilancia estricta y además una prensa independiente.

La resistencia activa de la población terminó llevando a la declaración de la independencia de Finlandia en 1917 y provocó un efecto acción-reacción fortaleciendo la identidad propia con banderas que estaban en peligro: instituciones locales autónomas con una representación diversificada, la afirmación de la ética luterana de la austeridad y el trabajo duro, y medios de comunicación independientes. Buscar la eficiencia en la administración, desarrollar la ética del servicio, y sumar instrumentos de control independiente, pueden desarrollar a una nación.

La contradicción principal es capitalismo o pobrismo

Ahí se juega el destino de un país que no deja de autodestruirse. La iglesia ayudó a consolidar la idea de que una Argentina más justa es más uniforme, pero también más pobre. Que ser pobre da un certificado de superioridad moral, y que los empresarios son neoliberales corruptos. El pobrismo logra que cuantos más indigentes existan, esto sea mejor, porque dependen del Estado y se vuelven votantes cautivos. 

Para ser coherentes, los peronistas republicanos deben migrar hacia la oposición y abandonar una fuerza donde quedan los que modulan clandestinamente las mismas convicciones, pero que a la hora de la verdad se dejan arrastrar por un verticalismo cobarde y por una estrategia regresiva que lleva a todos, incluso a ellos mismos, al fracaso y al infortunio.

No hay populismo sin riqueza

Fidel Castro profetizó que el nivel de vida de Cuba sería mayor que el de EEUU. Eliminó la actividad privada, creció el mercado negro, la censura y la represión. Abandonada a su suerte tras la caída de la URSS, las epidemias se multiplicaron, bicicletas y bueyes sustituyeron a autos y tractores. El cubano pasaba el día buscando alimentos, los muertos y los suicidios subieron a las nubes; escuelas y hospitales cayeron en pedazos.

Fidel entonces modificó su discurso: adiós modernidad inmoral, combatió a la riqueza y no a salir de la pobreza. Ser pobre es un honor. La utopía se transformó en un discurso. Cristina Kirchner dijo que Fidel era el último líder moderno. Esa afinidad convirtió al país en una espiral devastadora, con argentinos ignorantes que la votan y en una Fábrica de pobres.

El poder inteligente – smart power

Es una cualidad que comparten pocos países. El poder duro – hard power. Procede de la fuerza militar o económica. El poder blando – soft power- atrae por la cultura o por la buena política. Poder inteligente es querer con eficacia, donde el querer produce la energía y la eficacia alcanza el objetivo. Mientras eficiencia es hacer las cosas bien, eficacia es elegir la meta correcta, de nada sirve hacer bien lo que no tiene valor.

La mano invisible

Adam Smith conectó la «productividad laboral y la división del trabajo»: «Un obrero trabajando solo, hace un alfiler al día. Pero si uno estira el alambre, otro lo endereza, un tercero lo corta, un cuarto hace la punta; el trabajo se divide en operaciones. Una pequeña fábrica  que producía 4.000 alfileres, al dividir el trabajo produjo 48.000 alfileres

Algo falló durante el progreso

Los que gobernaron el mundo dinamitaron la cooperación y la solidaridad. Según ellos, la copa derramada de las ganancias de los poderosos se derramaría sobre la sociedad, pero solo produjeron ricos cada vez más ricos y pobres cada vez más pobres. Adam Smith dijo también que si la división del trabajo se especializa los trabajadores hacen lo mismo y esto degrada la mente y el cuerpo. Para algunos Smith expuso en la “mano invisible” una teoría de las consecuencias involuntarias: independientemente de las intenciones personales al realizar una acción, con la misma se puede promover el bien público.

Smith creía que la desigualdad en la sociedad, se refiere a un círculo vicioso en el que los ricos refuerzan sus beneficios a través del Estado. Que las grandes compañías y los políticos, organizan regulaciones que los benefician, pero que no favorecían a los más pobres. Smith no creía en el libre mercado porque ayudaba a los ricos, sino porque ayudaba a los pobres.  

Al permitir a las personas hacer lo suyo, se ayuda a construir un mercado útil para todos.

El mecanismo de precios

Reconocidos economistas opinaron que se refería al mecanismo que coordina la actividad económica sin intervencionismo. Así justifican cómo funcionan los mercados y su posición política: la intervención del gobierno hace más daño que bien.

Adam Smith creía que los grupos privados podían dominar a otros y oprimir al público, inhibir el crecimiento económico y crear una disparidad en la riqueza y en el éxito de la economía.

Su metáfora de la ‘mano invisible’ se usó para sugerir que los mercados en paz llevan a un resultado socialmente óptimo si el Estado no interviene. En realidad lejos de dejar todo en manos del mercado ofreció una guía a los ‘estadistas’ acerca de cómo actuar para ‘enriquecer al mismo tiempo al pueblo y al soberano’, es decir cómo aumentar la riqueza de las naciones”.

Un mundo feliz

Aldous Huxley anticipó en 1932 el lado oscuro de la tecnología. En un mundo feliz cada uno aceptaría su rol en el engranaje social, la guerra y la pobreza serían erradicadas y serían felices, pero eliminando los valores humanos. El deseo, al revés que el placer, es fuente de sufrimiento. La solución sería sustituirlo por su satisfacción. Pero la sociedad en la que vivimos intenta aumentar el deseo en proporciones inauditas. Para que continúe la competencia sin fin, el deseo tiene que crecer, extenderse y devorar la vida de los hombres.

Una dictadura perfecta tendría apariencia de democracia, pero sería una prisión sin muros en la que los presos ni siquiera soñarían con escapar. Sería un sistema de esclavitud, en el que gracias al consumo y el entretenimiento, los esclavos amarían la servidumbre.

Estas fueron predicciones como las de Erich Fromm quien en el año 2000 se preguntó si podría sobrevivir el hombre. Creía que el «renacimiento del espíritu del humanismo» era la única solución a la crisis generalizada de valores; y que si no se llegaba a un desarme general y un modus vivendi entre las superpotencias, el cataclismo nuclear sería inevitable. Hoy la tecnología está subiendo por el ascensor mientras que el hombre si sube, lo hace por la escalera.

*Dr. Horacio Krell – Director de Ilvem. horaciokrell@ilvem.com
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