Y vivieron felices por siempre

Si uno forma parte del equipo de los que han vivido felices durante toda su vida, debiera pensar en cómo estructurar una muy buena estrategia de retiro para disfrutar con su pareja y su familia hasta el final de sus días. 

En cambio, si es parte del otro conjunto o de los que creen que en algún momento puede llegar a sumarse, aún está a tiempo para cambiarse de bando. El objetivo es revisar los aspectos financieros que traspasan las relaciones conyugales a través de un conjunto de situaciones que pueden presentarse en el caso de que se produzca una ruptura. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
 
1 + 1 = Pareja
Existía un tiempo en el cual ir a vivir juntos significaba, indefectiblemente, casarse y abandonar el techo familiar.  Para que esto fuese posible era necesario, como mínimo, comprar los muebles con los cuales equipar el departamento alquilado o propio. Las parejas que terminaban su relación a metros del altar se encontraban con una situación interesante, repartir lo adquirido o el dinero producido por la venta, dado que el fin para el que se habían obtenido ya se había extinguido. Las formas hoy cambiaron sustancialmente, pero los problemas financieros derivados de una ruptura siguen subyacentes.

Otra opción es la que se plantea con los que decidieron convivir en la propiedad de él/ella. Éste aparece como el escenario más simple al momento de la ruptura, pero racionalmente, el integrante de la pareja que no es dueño está “nominado” para abandonar la casa. 

Nadie discute eso en primera instancia, ahora bien uno podría preguntarse: ¿Qué parte me toca por los arreglos que pagamos a medias? ¿Cuánto tengo que recuperar por las expensas, el cable, el teléfono y demás gastos, que pagaba yo y no era el dueño?

Algo similar ocurre con quienes decidieron irse a vivir juntos y alquilaron y, luego, como las cosas iban bien, juntaron sus ahorros y compraron una propiedad. No están casados, no hay hijos, sólo hay una hermosa relación de pareja que un día se termina y… un departamento. ¿Cuánto le toca a cada uno? ¿Cuánto puso cada uno para comprarlo?  ¿Cómo está escriturada la propiedad, a nombre de los dos, de uno solo, de un tío?

Finalmente, existe también el caso de los que conviven y comenzaron alquilando y, luego, hicieron un esfuerzo y sacaron un crédito para comprarse su casa.  Ahora, cuando la hermosa relación termina, hay un inmueble que es del banco hasta tanto se haga honor a la deuda. ¿Cuántos meses/años falta para cancelar la deuda? ¿Quién es el titular del crédito?  ¿Cuál es el precio a valor actual de la deuda contraída con el banco? ¿Quién se queda a vivir ahí?

2 +1 = Familia
Las relaciones anteriores tienen un punto de corte. Una vez resueltos los aspectos financieros y realizada la distribución de bienes, lo que queda es el recuerdo de una experiencia que ya es del pasado.

La situación cambia cuando queda algo para toda la vida: los hijos. En este caso, termina el vínculo como pareja pero nunca finaliza el lazo como padres. Desde el aspecto financiero subsisten temas abiertos tan disímiles como la cuota de alimentos, la compra de ropa, la educación y las vacaciones, entre otros. Es decir, un conjunto de situaciones que son complejas al inicio y que pueden tornarse mucho más complejas a futuro.

En el caso de la vivienda, muchos padres (abuelos) se encuentran en la situación de cobijar (alimentar, cuidar hijos-nietos) a sus hijos y familia, una vez truncada una relación.  Si esto no fuera posible, dónde va él, dónde ella y sus hijos. Si se analizan los casos del apartado anterior la situación cambia. Una cosa es que uno abandone la casa para rehacer su vida, y otra distinta es que el hijo en común no tenga en dónde vivir.

A su vez, entra en juego la calidad de vida. Allí, el doble ingreso posibilitaba cubrir determinados gastos a nivel pareja. En forma individual, hay gastos que se duplican (expensas, cable, banda ancha, luz, gas, agua) y otros en los que hay que renovar los acuerdos. 

“Yo acepté pagar el colegio bilingüe porque él/ella lo quería, ahora no estoy de acuerdo y mi límite para la educación es éste”, “las vacaciones las pagábamos en conjunto, ahora él/ella le da quince días de lujo y conmigo se tiene que conformar en la piletita de lona del balcón”.  Estos temas hacen daño a una relación de por sí lastimada.  La situación financiera de las partes ahora tiene nuevos rubros de gastos: gimnasio intensivo, vida social renovada, etc., después de todo, hay que recobrar la silueta y los contactos para volver a empezar.

2 +2 +1 = Familia ensamblada
Por un lado está “él” con un hijo de su primera pareja, y por otro lado está “ella” con un hijo de su primera pareja. Ambos se conocen y producto del renovado amor ahora existe un hijo en común. Esta situación dispara una serie de cuestionamientos, desde el punto de vista financiero.

Por un lado, se encuentra la educación.  “Mis hijos van al ‘mejor’ (y más caro) colegio y mi ‘nuevo’ hijo también irá”, y para el hijo ensamblado, ¿qué?” Este tema siempre resulta delicado.  No se trata de más o menos amor, simplemente puede tratarse de un problema de dinero: la anterior pareja de él/ella no está en condiciones de pagar el 50% de la cuota de ese colegio.

Lo que uno tal vez podría hacer y sólo debe considerar, es que ha pasado de tener una proyección de 25 años de estudio de su único hijo a multiplicar ese esfuerzo por tres. Hay que hacer números.

A su vez, se encuentran los placeres de la vida moderna. “En mi nueva casa tenemos LCD, Wii, blue-ray, etc., y acá sólo puedo escuchar discos de pasta de la década del 60.  Yo no quiero vivir más acá”. Ésta es una situación delicada. Desde lo financiero es perfectamente posible que la evolución de cada uno de los integrantes de las parejas iniciales sea dispar.

A esto, hay que sumar que la nueva persona ensamblada vuelve a obtener sinergia de costos (expensas, cable, banda ancha, etc.), lo cual ayuda a ampliar todavía más la brecha.  Seguramente la diferencia financiera de cada hogar lastime las relaciones, y éste es un tema que deben vigilar ambos.

Finalmente, se encuentra la herencia. El escenario futuro puede ser complejo. Imagine que pueden existir cuentas bancarias, propiedades o activos en general, adquiridos en los diversos estadios de su vida: soltero, pareja, concubinato, nueva soltería, casamiento, divorcio, nueva soltería y nueva pareja. Esto que suena ridículo en la lectura inicial es un escenario cada vez más común en la vida real. 

Resolver los aspectos sucesorios el día de mañana será complejo, y también lo es solucionar esto durante la marcha. Piense, por un momento, que es el sostén de tres familias (la suya original, la nueva y la heredada) y que en forma imprevista le sucede algo. ¿Quién se hace cargo el día después?  ¿Cómo vivirán hasta tanto se resuelva el trámite de herencia?  ¿Quién tiene más derechos sobre el departamento: la pareja actual (que lleva sólo 3 meses y tiene panza en crecimiento)o la pareja anterior (con 10 años de convivencia y 2 hijos en común)? 

2 + 2 + 1 + n = mc2
Un genio será capaz de resolver las situaciones financieras de las parejas, familias, juntadas, ensambladas y rearmadas en “n” iteraciones sucesivas y/o concurrentes. En un momento en el cual las parejas son cada vez más casuales, las relaciones sexuales son frecuentes desde la temprana adolescencia y las rupturas son moneda corriente, los temas presentados tienen alta probabilidad de ocurrencia. El impacto se derrama, además, en los padres, abuelos, hermanos y familia en general, dado que alguien debe necesariamente hacerse cargo.

En cualquiera de estos casos, lo importante es intentar planificar lo máximo posible las finanzas personales para poder hacer frente a cualquiera de estas situaciones, previstas o imprevistas y, así, evitar pasar malos momentos, tanto personales como económicos.

Claudio Cardani
Planificador Financiero de PF Asociados

CONSULTORIO EMPRENDEDOR SOBRE PLANIFICACIÓN FINANCIERA
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