Una reflexión sobre el momento económico actual

Desde el punto de vista específicamente económico, es decir, dejando de lado cuestiones políticas y estructurales, existe consenso internacional acerca de acciones de política macroenconómica de coyuntura tendientes a evitar el flagelo de la inflación.
La inflación destruye la relación entre los precios, el daño mayor no es la suba, como generalmente se piensa, sino que al perder relación relativa entre bienes, se corta la cadena de costos y luego la de la producción, ya que un bien terminado puede llegar a valer menos que la reposición de las materias primas que se volcaron al proceso productivo.
Particularmente en nuestro país, sería deseable reducir a la mínima expresión los subsidios al transporte y al sector de utilities -sincerando a la suba los precios de la energía- aunque  disminuyendo y optimizando el gasto público.
Se debería frenar de algún modo la fuga de pesos a bienes, esto desalienta el consumo o enfría la economía como está en boga decir; mediante tasas de interés reales – corregidas de inflación – positivas. Actualmente una tasa efectiva anual al ahorrista de 10% provoca una pérdida de poder adquisitivo, ya que la inflación real supera el 25% anual. Esto genera una aceleración en la masa de dinero circulante, aunque ésta sea constante, causando la pérdida del valor de la moneda.
Si se fortalece la moneda vía tasa, como complemento a esta política monetaria se deberían vender reservas para apreciar al peso, incrementando la oferta de productos foráneos a precios competitivos e introduciendo mercaderías alternativas; a su vez que aquellas materias primas volcadas a los procesos de producción abaratarían su costo.

En política de empleo se debe limitar el incremento de salarios públicos y de convenio por un año y pautar cómo se resuleven. De la misma manera se debería proceder con las jubilaciones y pensiones.
Como estas medidas desalientan en general el consumo, en política fiscal podemos contrarestar los efectos con la reducción de tres puntos porcentuales al I.V.A. y bajando un 50% la alícuota del  I.V.A. a los alimentos.

A este punto el lector se preguntará ¿cómo financiar al Estado?
Existen potenciales recursos a mediano plazo y se deberían centrar en el achicamiento de los estados provinciales y municipales, ya que existen numerosas empresas deficitarias, generalmente proveedoras de servicios de agua, electricidad, recolección de residuos, infraestructura y comunicaciones.
Obviamente esto no produce una redistribución inmediata del gasto público; pero es un camino a la reactivación.
Por último deberíamos fomentar al capital, extranjero o repatriado, para proyectos de inversión y generación de puestos de trabajo alternativos; mediante excenciones impositivas a 5, 10 y/o 15 años cuanto más intensivo sea el uso de capital (acero, autos, aluminio, cemento, minería, pesca, cultivos intensivos), o bien cuando se aplica el capital al desarrollo de sectores clave como el agro exportador.

Osvaldo Omar Jorge
Licenciado en Economía
Planificación Finaciera
4371-3872

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