Las empresas familiares pueden ser paraísos o infiernos. Se parecen más a un infierno cuando son asfixiantes y fueron creadas para negar imaginariamente el paso del tiempo. Pasa, a veces, que la familia permanece “unida” y nos encontramos con hijos de 50 años que se relacionan con padres de 75 como si tuvieran 18 y 43 respectivamente. Esto, obviamente, perturba también la relación entre hermanos y, tarde o temprano, estalla de distintas maneras: conflictos, malestares, enfermedades y, frecuentemente, muertes prematuras.
Tolerar las diferencias en cuanto no es necesaria la igualdad y buscar el consenso para alcanzar necesarios acuerdos debe ser la principal tarea de un grupo de hermanos. Más, si están asociados en una empresa familiar.
Por lo tanto, siempre es conveniente comprender la dinámica de las relaciones fraternas con el fin de mejorarlas y con vistas al buen funcionamiento de la empresa en relación con la familia y viceversa.
Cómo funcionan las relaciones fraternas
Las relaciones entre hermanos están comprendidas entre las llamadas relaciones horizontales, de paridad, por contraposición con las verticales o jerárquicas (padre-hijo, por ejemplo). Por eso, es mucho más necesaria y conveniente la generación de consenso, que no siempre es fácil de obtener, dependiendo esto de cuáles hayan sido las experiencias y enseñanzas recibidas por los hermanos en su etapa infanto-juvenil.
La Fratría o Grupo de Hermanos pasa por distintas etapas en su ciclo vital. La etapa de convivencia (niñez-adolescencia) es la más turbulenta, la de mayores cambios, una caldera de amores y de odios. Es cuando se forjan las matrices que favorecerán la predominancia de los sentimientos positivos o negativos en el futuro del grupo. En los comienzos del vínculo fraterno, hay un predominio de la rivalidad, manifestada en celos, odios, envidia, etc. Los hermanos luchan entre sí por el amor y cuidado de sus padres. Es la lucha por la pertenencia y por los espacios y sus cosas, sus logros, alianzas, etc. Luego, adolescentes y adultos jóvenes, buscarán su diferenciación y autonomía sin cortar sus lazos de pertenencia.
En la etapa de adulto joven, el vínculo fraterno se laxa porque aparecen otros intereses: la pareja, los hijos, su inserción laboral, la red social. Las relaciones entre hermanos suelen ser más formales y tibias, si bien potencialmente pueden ser muy vivaces. Si los conflictos fraternos no han sido superados, podrán tomar caminos diversos. La presencia de cónyuges ayudará a acercar o alejar a los hermanos entre sí, según la problemática fraterna que tengan aquéllos.
En la etapa de adulto avanzado, los hijos se van y la enfermedad y muerte de los padres convoca nuevamente a los hermanos para su atención. Está el que se involucra más, el que menos en su cuidado cuando la situación lo demanda. Suelen ser épocas de turbulencias: se activan viejos enconos juveniles, se definen nuevas alianzas y coaliciones. La situación se hace más compleja por la presencia de los cónyuges e hijos de los hermanos. Hay reparto de herencia o bien de lugares en la empresa familiar si la hubiera. Si la Fratría ha evolucionado superando sus conflictos primarios, el cooperativismo fraterno resuelve más fácilmente las circunstancias difíciles.
En la etapa de la senescencia, si en el grupo fraterno predominaron los aspectos positivos, los hermanos se ligan más, se acompañan y se atienden, comparten la memoria, los recuerdos solidarios y los duelos. Si existen nudos conflictivos densos, luego del funeral del último progenitor, podrán no querer verse nunca más.
Dinámica de la relación entre hermanos
Podemos decir entonces que, evolutivamente, la Fratría cursa tres tiempos:
+ Tiempo de Supresión, donde hay predominio de la competencia por el amor y cuidado de sus padres y se es “Puro Hijo”
+ Tiempo de Unión, donde se resuelve el odio fraterno, hay admiración, imitación e identificación y se va “Siendo Hermano”.
+ Tiempo de Diferenciación, donde la relación se hace simétrica y se pueden hacer más fuertes las alianzas fraternas; se ira “más allá del Padre” para ser “Puro Hermano”.
En esta dinámica de la relación entre hermanos, los elementos importantes son la Rivalidad-Competencia, la Envidia y la Culpa. La calidad de la Fratría va a depender de cómo ocurran las cosas, de cómo se procesen estas emociones, de la calidad de la coparentalidad de los progenitores en manejarlas y también del azar[1].
Existen dos tipos de rivalidad: la saludable, donde lo que importa es la meta, lograr determinado objetivo. Si pierde, no se siente degradado; si gana, no busca humillar a su rival. Hay, con él, una relación de respeto. Por otro lado, en la rivalidad destructiva, se busca dominar, controlar, destruir o suprimir al otro. Importa más esto que el logro de la meta. Se vive sólo para ganar.
La envidia es un sentimiento penoso donde el otro logra lo deseado por uno. Hay formas de envidia atenuadas donde el logro ajeno nos “recuerda” lo que deseamos y nos activa a su búsqueda. Pero hay formas de envidia autodestructivas donde se clausuró la esperanza de alcanzar lo que el otro logró, lo que afecta la propia autoestima.
Cuando un hermano tiene todos los atributos que valoran la familia y la cultura, pero su hermano carece de los mismos, el primero puede sentir culpa y soportar el resentimiento de éste. Otras veces la culpa se da en circunstancias de enfermedad crónica, trastorno mental o discapacidad del hermano. También se puede sentir culpa cuando se tiene un odio desmedido hacia un hermano.
Múltiples factores, como se adelantó, hacen que estas emociones, junto con las interacciones y comunicaciones que las acompañan, den lugar a un grupo de hermanos con niveles mayores o menores de conflictividad.
Estos conflictos, a través del tiempo, pueden resolverse, lo que permitiría un vínculo fraterno saludable; o mantenerse activos, continuando la rivalidad y alternando con períodos de distanciamiento. Pueden mantenerse congelados, donde la relación entre los hermanos es formalmente apacible, pero en momentos especiales de crisis o bien en la etapa de enfermedad y muerte de los padres, hacen eclosión estos nudos conflictivos.
Empresa, familia y diferencias
Hablamos de un grupo de hermanos adulto y saludable cuando:
· Se alcanzan relaciones simétricas y recíprocas.
· Permanece la competencia, pero sin intentar dominar al otro.
· Se da la cooperación y la solidaridad, pero no al extremo que la supervivencia de uno dependa del otro.
· Hay estima mutua, pero no se permite que el otro se aproveche.
· Hay afecto, pero sin llegar al amor romántico.
· El grupo de hermanos se construye sobre un pacto de compartir.
· El vínculo fraterno no se apoya en similitudes, sino en el respeto del otro en tanto diferente y potencialmente complementario.
· Hay cercanía, pero ésta no afecta la diferenciación y la autonomía. No hay igualación y pegoteo.
A estas últimas cuestiones, justamente, alude el título de este artículo. A menudo, la problematización de las relaciones en la empresa familiar está relacionada con la falta de “permiso” para la diferencia: todos tienen que estar juntos, ir a las mismas fiestas, estar en el mismo country, mandar los chicos a los mismos colegios, ir al mismo club, salir juntos de vacaciones, etc. En estas condiciones, las peleas pueden ser consideradas entonces gritos de socorro.
Por eso, volviendo al principio, tolerar las diferencias en la vida y el trabajo cotidiano de un grupo de hermanos es fundamental para las buenas relaciones y la obtención de beneficios. En todos los sentidos.
Dr. Oscar J. Galfré Sociólogo UBA, Doctor en Psicología UB, Certificado en Mediación del Ministerio de Justicia y profesor de la Universidad de Belgrano 1990-2000. Actualmente, es Profesor de Psicopedagogía Laboral y del Posgrado en Análisis Organizacional desde el Factor Humano, Universidad del Museo Social Argentino. Se especializa en resolución de conflictos en familias, parejas, y empresas familiares. Es miembro del Consejo Consultivo del CAPS y titular de Dr. Oscar J. Galfré & Asociados
Fuente: Caps