Dr. Horacio Krell*
Leer no es solo una habilidad o un pasatiempo: es un poder que moldea el cerebro, mejora la inteligencia, refina el pensamiento y expande la comprensión.
Es también una herramienta evolutiva, cultural y política. Los países que apuestan por una ciudadanía lectora invierten en desarrollo sostenible, equidad social e innovación.
La revolución del alfabeto
Aunque el ser humano tiene más de 200.000 años de historia, la gran revolución cognitiva ocurrió hace apenas 5.000 años, cuando talló el alfabeto en su cerebro. Desde entonces, la lectura modificó la estructura neuronal y nos convirtió en seres pensantes, capaces de proyectar el futuro. La invención de la imprenta en 1455 por Gutenberg amplificó ese poder: permitió el acceso masivo al conocimiento y fue el cimiento de la democracia moderna.
El cerebro del lector: un organismo en expansión
El cerebro no nace sabiendo leer; debe ser entrenado. Pero cuando lo es, se transforma:
- Lóbulo temporal anterior: integra señales visuales, auditivas y motoras; por ejemplo, leer “triciclo” activa la imagen, el sonido de la cadena y la sensación de pedaleo.
- Circunvolución de Heschl: aloja la corteza auditiva primaria. Su grosor correlaciona con mejores habilidades lectoras.
- Mielina: los lectores frecuentes tienen más mielina en la corteza auditiva, lo que agiliza la transmisión neuronal y permite discriminar sonidos con precisión.
Leer crea conexiones nuevas, mejora la comprensión, fortalece la memoria y entrena el pensamiento abstracto. Es un gimnasio cerebral.
Plasticidad cerebral: la lectura modifica la estructura del cerebro
La práctica continua de la lectura genera cambios físicos. Estudios con personas que aprendieron un nuevo idioma muestran un engrosamiento de las áreas del lenguaje. Algo similar sucede con quienes se convierten en lectores frecuentes. La neuroplasticidad permite que el cerebro se adapte y mejore con la lectura. Esta no solo refleja el desarrollo mental: lo produce.
Leer mejor para leer más: técnica y entrenamiento
La lectura no se reduce a mirar letras. Debe enseñarse como se enseña a tocar el piano: con estructura, técnica y práctica. Sin embargo, en muchos sistemas educativos se abandonaron prácticas esenciales como el dictado, la corrección o la lectura sostenida. Enseñar a leer por el método fonológico (grafema-fonema) permite comprender cómo se convierten letras en sonidos. Esta conciencia fonológica es la base del aprendizaje lector.
En países o estados que mejoraron sus políticas educativas (como Mississippi), se establecieron objetivos claros: que los niños lean al menos 40 palabras por minuto al finalizar primer grado. Se realizan pruebas de fluidez y comprensión para intervenir a tiempo. En cambio, en países como Argentina, los alumnos suelen llegar a sexto grado sin leer con fluidez.
Mecánica de la lectura y velocidad cognitiva
Muchos niños leen en voz alta o con voz baja, pero oyéndose a sí mismos. Esto impone una barrera: la voz no supera las 80 palabras por minuto. En cambio, leer con los ojos —directo de la vista al cerebro— multiplica la velocidad de lectura. La lectura visual directa, sin vocalización, permite comprender más rápido y con mayor eficiencia.
Además, entrenar el campo visual amplía el rango de palabras que se captan por fijación. El lector competente ve frases completas, no sílabas. Leer por unidades de sentido —no por letras aisladas— permite un pensamiento más complejo, sistémico y profundo.
La lectura como palanca de desarrollo
Parafraseando a Arquímedes: “Dadme una palanca y moveré el mundo”. La lectura es esa palanca. Según la ley de Pareto, el 20% de las acciones genera el 80% de los resultados. Mejorar la lectura —y con ella, la comprensión— es ese pequeño gran cambio que transforma el sistema educativo y social.
En Finlandia se leen 50 libros al año. En Argentina, apenas 2. No es que el cerebro finlandés sea superior: es que la lectura es política de Estado.
Analfabetismo funcional: saber leer pero no leer
Como advertía Borges, el libro es una extensión de la imaginación. Sin embargo, cada vez más personas saben leer pero no leen. La imagen impone su ritmo: mirar es pasivo, leer es activo. La televisión, como el avión, no permite bajar. La lectura, como el auto, permite detenerse, pensar, regresar y reinterpretar.
La lectura secuencial fortalece la reflexión; la imagen simultánea promueve el impulso. Un país lleno de votantes impulsivos, que no leen programas ni propuestas, está condenado a repetir errores.
La lectura como industria pesada del desarrollo
Gobernar bien es lograr que se lea bien. La educación lectora no es un accesorio: es la industria pesada de cualquier nación. Enseñar a leer es construir cerebros y preparar ciudadanos capaces de decidir con criterio, de innovar con visión y de cooperar con empatía.
En un mundo que cambia velozmente, la primera tecnología sigue siendo la más poderosa. La lectura no tiene precio, pero tiene un valor incalculable. Invertir en ella es invertir en el futuro.