Futuro: ¡no te tenemos miedo!

Para quien dedica su vida profesional a las lides en el campo de la discusión política, el largo plazo es elástico, dando la impresión que el plazo más largo posible es la próxima elección, entonces, a medida que la fecha de la elección se acerca, el largo plazo es cada vez más corto. Para quien trabaja en política en la Argentina, el plazo más largo posible de su visión es la próxima elección, cualquiera fuere, y luego de esta, un plazo más o menos extenso que como mucho va a tener 24 meses, ninguna planificación puede llegar más allá de eso.

Cuando los regímenes institucionales de los Estados están suficientemente consolidados, es decir, cuando las reglas de juego son lo suficientemente estables como para que quienes no vivimos de la política tengamos previsibilidad sobre el funcionamiento de las cosas, los plazos individuales no dependen de las urgencias de los políticos.

En efecto, cuando una persona planifica la formación de una familia, una carrera universitaria, una empresa, un emprendimiento o cualquier evento que implique armar libremente su propio plan de vida, lo que va a llamar “largo plazo” son, sin ninguna duda, tiempos muchos más extensos que los de los profesionales de la política.

Muchas de las incomprensiones recíprocas entre el sector público y privado se evitarían si los políticos dejaran de lado la hipocresía de negar que sus pensamientos, sus estrategias, sus planes y sus acciones, están dirigidos exclusivamente a la próxima elección. Un emprendedor, en cambio, sí puede concebir su empresa y el entorno en que piensa desarrollarla en términos de hacer las cosas “para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino”.

Existen solo dos maneras de incrementar la riqueza de las personas. La primera, generando ingresos como resultado de la producción de bienes y servicios que satisfagan las necesidades del mercado en el que se desarrollan. La segunda, parasitando los ingresos de otros.

El largo plazo de unos y otros adquiere dimensiones completamente distintas. Quien, seguro de sus posibilidades, ha decidido que va a vivir el resto de sus días generando riqueza, no depende en su planificación del resultado de una elección. Las fechas de medición están en un calendario que ya tiene más de mil años y solo sirven como mojones que le recuerdan que tiene que medir si va bien en su camino.

Las relaciones que establece con sus clientes y sus proveedores no dependen de ninguna elección ni de ningún efímero período político. Esas son relaciones que se establecen con vocación de largo plazo, de verdadero largo plazo. De la manera en que cada uno satisfaga las necesidades del otro va a depender cuán largo ese plazo sea. El imprentero da crédito a todos los clientes, menos a los políticos, precisamente por la asimetría en la concepción de largo plazo que uno y otro tienen.

Cuando concebimos un emprendimiento, se piensa precisamente en que el éxito del mismo depende de la posibilidad que tengamos de establecer con nuestros clientes y nuestros proveedores relaciones de largo plazo, entendiendo por largo plazo, toda la vida de ambos. Esto es lo que hace que no nos amedrentemos por los abruptos cambios en las reglas de juego de la política, ninguna elección debería hacernos cambiar el rumbo.

Nuestro plan no depende de una elección, nuestro futuro no depende de muchas elecciones, estamos del lado de los que quieren generar riqueza y ahí es donde queremos quedarnos para siempre, esa es nuestra esperanza, ese es nuestro sueño, ese es nuestro plan. Esa es la razón para decirle al futuro cada día: ¡no te tenemos miedo!

Martín Carranza Torres. Socio de Carranza Torres & Asociados -Asesoramiento Legal en Tecnología-

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