Cualquier idea de nuevo negocio o emprendimiento, requiere de inversión para funcionar. Ya sea con recursos del propio emprendedor o de inversionistas externos, con deuda o capital. Los negocios requieren de liquidez para operar y para hacer inversiones que les permitan conseguir sus objetivos.
Los emprendedores siempre muestran preocupación sobre en cuánto valuar su empresa. De hecho una de las causas comunes para que un inversionista se niegue a participar, además del modelo de negocio, es la valuación de dicho emprendimiento.
Ya diría Pablo Fernández, profesor del IESE Bussiness School, en su libro Valoración de Empresas: “La valoración de una empresa es un ejercicio de sentido común que requiere unos pocos conocimientos técnicos y mejora con la experiencia. Ambos (sentido común y conocimientos técnicos) son necesarios para no perder de vista: ¿qué se está haciendo?, ¿por qué se está haciendo la valoración de determinada manera? y ¿para quién se está haciendo la valoración?
Efectivamente, al momento de calcular el valor de una empresa no se debe perder de vista el objetivo y hacia quien se compartirá ese cálculo. Generar un valor menor podría “regalar” participación de la empresa y por el contrario, encarecer el valor de la misma, complicará innecesariamente la consecución de inversionistas.
No debemos perder de vista que la valuación que se presenta es el precio al que el emprendedor cotiza todo o parte de la empresa. Ya sea para dar entrada a un inversionista individual, también llamados inversionistas “ángel”, o bien a capital emprendedor (Venture Capital por su denominación en inglés).
Por ello, en el IMEF abordamos esta temática en el Comité Técnico Nacional de Emprendimiento, que busca generar relaciones de alto impacto entre fuentes de financiamiento, asesores y emprendedores para fomentar el empleo, el crecimiento económico y el crecimiento de un ecosistema que ofrezca alternativas adicionales y atractivas de inversión a quienes cuentan con recursos financieros.
Bajo este contexto, en el IMEF se considera que para lograr una buena valuación hay dos conceptos a considerar. El primero es el de Valor Premoney y Valor Postmoney. El valor premoney de una startup es la valuación de la misma, previo al ingreso de un inversionista; mientas que el valor postmoney es el valor de la empresa una vez incorporada la nueva inversión.
Aquí un ejemplo: Supongamos que un fondo de Venture Capital pacta con una startup una inversión de 500 mil pesos a cambio del 25% de la sociedad.
Si el fondo recibe 25% de la empresa por una inversión de 500 mil pesos, significa que el total de la sociedad, está valuada en 2 millones de pesos. Haciendo la matemática básica, tenemos que el 25% de los 2 millones de pesos, son justamente 500 mil pesos. Este valor es Postmoney ya que incluye la inversión del fondo en cuestión.
Para calcular la valuación premoney se debe eliminar la inversión, lo cual arrojaría una empresa con valor de 1.5 millones de pesos. Este valor lo podemos definir como aquel que han logrado los emprendedores, previo a la nueva inversión de venture capital.
El valor de la inversión es lo que permitirá al Venture Capital a conseguir el retorno que se ha fijado como objetivo de la operación.
Al final, la valoración tendrá un componente de negociación, es decir, tendrá subjetividad involucrada. Esto significa que la misma empresa pudiera tener diferentes valuaciones con inversionistas y momentos del mercado distintos.
Sin embargo, lo mejor es que las valuaciones contemplen el logro de ciertos objetivos en el tiempo, además de la velocidad con que la empresa “queme” sus recursos. Un mecanismo de valuación puede ser la necesidad de recursos que tiene la empresa para -por ejemplo- generar un prototipo y mantener la operación durante un año.
En conclusión, la valuación de una startup debe estar ligada más a sus necesidades de efectivo que al valor de la empresa per se ya que no cuenta con una historia que la respalde y el futuro será muy incierto. En la medida que la empresa vaya completando su plan de crecimiento podrá solicitar nuevas rondas de financiamiento, eso hará que el valor de la empresa crezca ante la posibilidad de empezar a generar flujos.
Como diría Nicolas Boileau (1636-1711) poeta y crítico literario francés: “Volved a emprender veinte veces vuestra obra, pulidla sin cesar y volvedla a pulir”.