Si su modelo de empresa y de gestión es tan alabado, ¿por qué no se extiende la idea?
Por las dos razones antes mencionadas. Consejos de administración, accionistas y directores generales necesitan (por razones que tiene más que ver con Freud y Foucault que con la gestión de los gurús) sentir seguridad sobre el totalmente inseguro futuro que tiene que afrontar. Por ello, los directivos salen de las reuniones con planes estratégicos, sobre los que esperan que los empleados sigan a pie de la letra como las ratas del Flautista de Hamelin.
Si el plan o los empleados fallan, provocan casos como el de Enron, Fiat o Parmalat. Pero si son buenos, termina siendo como la industria de la automoción, las compañías aéreas o los bancos.
Tiene planes perfectos y números muy precisos, pero son incapaces de predecir a dos años vista si generarán ganancias o si tendrán que cerrar el negocio. En transición, hoy en día se espera que las empresas funcionen a 90 días vista. Como tal, nadie quiere asumir el riesgo de cambios culturales que tardan años en demostrar su efectividad.