Olivia Fox plantea, en su libro “El mito del carisma” del que hemos hablado en las partes 1 y 2, que del mismo modo que existen distintos estilos de personalidad nos podemos encontrar con diferentes estilos de carisma. Entre ellos destaca:
I.- CARISMA DE FOCALIZACIÓN
Este tipo de carisma se valora a través de la conducta. La presencia es clave y cualquier lenguaje corporal distraído y poco atento lo socavarán. Exige la capacidad de centrarse y estar auténticamente presente. Unas buenas aptitudes para la escucha son imprescindibles, junto a un cierto grado de paciencia. Se puede desarrollar cultivando la capacidad de estar presente con técnicas como las que vimos en una entrada anterior.
Tiene dos riesgos:
1.- Si parece que tenemos poco poder se puede interpretar como una actitud servil.
2.- Si no va acompañado de cordialidad la interacción puede empezar a parecer una entrevista o un interrogatorio.
El carisma de focalización requiere, pues, ir acompañado de un mínimo de confianza y cordialidad. Es particularmente útil cuando necesitamos que los demás se abran y compartan información y en situaciones difíciles como las negociaciones o para distender conversaciones hostiles. Se debe evitar cuando es necesario parecer que tenemos un alto nivel de autoridad o durante las emergencias, cuando sea preciso asegurarse una obediencia inmediata.
II.- CARISMA DE VISIÓN
Transmitir un carisma de visión requiere la capacidad de proyectar una convicción y una confianza completas en una causa. Se basa en el poder, pero también en la cordialidad. Los visionarios carismáticos no son, necesariamente personas cordiales, pero sienten su visión con fuerza, incluso apasionadamente. Y para que esa visión pueda ser considerada de verdad carismática debe incluir un cierto grado de nobleza y altruismo.
Se valora fundamentalmente a través de la conducta, especialmente consideramos el lenguaje corporal y la actitud. Si parecemos inspirados los demás tenderán a dar por sentado que hay algo que nos inspira, por lo que el mensaje importa. Tenemos, por tanto, que saber elaborar una visión audaz y transmitirla de forma carismática, con una convicción profunda y sin dudas.
Puede tener el matiz negativo de llegar a inspirar ideas fanáticas con consecuencias desastrosas (los suicidios en masa de seguidores de sectas.
Es importante utilizarlo cuando necesitamos inspirar a alguien o desarrollar la creatividad de nuestros colaboradores.
III.- CARISMA DE BONDAD
Para aprender a desarrollarlo debemos intentar conseguir un estadio mental del que emane cordialidad, utilizando herramientas internas tales como la gratitud, la benevolencia, la compasión o la indulgencia de las que hemos hablado en entradas anteriores. Es fundamental evitar cualquier lenguaje corporal que transmita tensión, crítica o frialdad.
Debe acompañarse de sensación de fuerza para evitar dar la impresión de que se está demasiado deseoso de complacer, manifestando un mínimo de poder.
Puede presentar el inconveniente de que al cautivar a las personas estas puedan sentirse defraudadas, heridas o resentidas cuando no se les da cabida en nuestras vidas o si lo hacemos fomentar la adulación y el apego excesivo.
Es conveniente utilizarlo cuando se quiere crear un vínculo emocional o hacer que alguien se sienta seguro o cómodo. Puede ser muy valioso en algunas situaciones como al dar malas noticias o si tenemos que tratar con personas difíciles.
Se debe evitar si necesitamos mostrar autoridad o si existe el riesgo de que alguien se sienta demasiado cómodo y nos quiera involucrar demasiado en su vida.
IV.- CARISMA DE AUTORIDAD
Es el tipo de carisma en el que el poder juega un papel más importante. Los que lo poseen no gustan necesariamente.
Se basa, especialmente, en la percepción de poder y en la convicción de que la persona que lo posee tiene el poder de influir en nuestras vidas. Este carisma se evalúa por medio de cuatro indicadores:
1.- El lenguaje corporal. Valoramos si emana seguridad en su poder de influir en los demás. es el factor más importante, ya que cualquier signo de inseguridad eliminará la posibilidad de que exista un carisma de autoridad y viceversa.
2.- La apariencia. Sirve para determinar el estatus de la persona, siendo la ropa un factor clave.
3.- El título o puesto que ocupa en la sociedad.
4.- La forma en que los demás reaccionan ante la persona. Alguien que ocupe un alto cargo pero recibe poco respeto tiene menos poder real que otra persona con un título inferior, pero que es muy admirada.
Para desarrollar carisma de autoridad debemos ser capaces de proyectar poder exhibiendo signos de estatus y confianza.
Como éste se ve afectado con tanta fuerza por el lenguaje corporal va a depender de lo seguros de nosotros mismos que nos sintamos en ese momento determinado. Se pueden utilizar herramientas como la visualización para intentar entrar en un estado mental lleno de seguridad en nosotros mismos. También se debe aprender a «ocupar espacio» con nuestra postura, reducir gestos no verbales (como asentir con la cabeza en exceso), hablar menos y hacerlo más lentamente, sabiendo cuando hacer una pausa y modulando la entonación.
La apariencia hemos visto que es muy importante por lo que se debe elegir la ropa adecuada, que en numerosas ocasiones deberá ser cara o parecer de alto nivel.
Este tipo de carisma tiene la ventaja de que escuchan y con frecuencia obedecen al que lo posee, pero tiene varias desventajas:
1.- Puede inhibir el pensamiento crítico en los demás
2.- No invita a que nos respondan por lo que nos arriesgamos a no recibir la información que podemos necesitar realmente.
3.- Puede hacernos parecer arrogantes. Para evitarlo debemos aprender a emanar cordialidad que va a ser más valorada ya que consideran que tenemos un alto estatus.
Es útil en cualquier situación en la que queramos que nos escuchen y obedezcan, especialmente en situaciones de crisis y siempre que necesitemos la conformidad inmediata de los demás.
Se debe evitar en ambientes sociales, en situaciones de negocios delicadas ( dar malas noticias por ejemplo) y si queremos estimular la creatividad o las reacciones constructivas, ya que como hemos visto, puede inhibir el pensamiento crítico de los demás.
No existe, según la autora, ningún estilo de carisma que dé resultado en cualquier situación. Depende de las circunstancias y de la persona. Para decidir qué elementos del carisma debemos poner de manifiesto se pueden valorar tres indicadores:
a).- La personalidad. Elegir los estilos, herramientas y técnicas que encajen mejor con nuestras cualidades y con nuestros estados emocionales ( por ejemplo no tratar de lograr un carisma de autoridad si nos sentimos inseguros).
b).- Las metas que se pretenden alcanzar: obediencia, confianza, compartir,…
c).- La situación del contexto en el que se quiere intervenir. Desde la perspectiva:
1c).- Emocional: valorando cómo se sienten las personas que nos rodean y cuáles son sus necesidades en ese momento.
2c).- Social: una conducta puede ser interpretada como carismática en una determinada sociedad pero no en otra. Fox pone como ejemplo como el mismo grado de contacto visual puede ser recibido como una mirada sincera y directa en la mayor parte de Norteamérica y como una mirada agresiva e inaceptable en algunas partes de Asia.
Se trata de acceder a distintos aspectos de nuestra personalidad y sentirnos cómodos al expresarlos ya que todos tenemos en nuestro interior un cierto grado de bondad y un mínimo de autoridad. Según se practique cada estilo éste se irá haciendo gradualmente más natural.
Los distintos tipos de carisma se pueden también combinar, añadiendo, por ejemplo algo de benevolencia al carisma de autoridad o de autoridad al carisma de focalización.
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Isabel González Carrasco
Claves de Liderazgo Resposable