La gran oportunidad de ayudar

¿Quién no ha necesitado alguna vez ayuda, o muchas veces?  Hay quienes tal vez engañosamente, parecen necesitarla más. Hay quienes, sin duda, la necesitan. Hay quienes por soberbia creen que no la necesitarán jamás. Hay quienes por orgullo, no saben pedirla. Hay quienes por inseguridad no desean mostrarla. Hay quienes viven la necesidad como un momento o varios momentos en la vida donde es bueno recurrir a ella y saber pedirla, y luego tal vez sentir la necesidad o más bien la enorme oportunidad de ofrecerla. Ellos son- los que a mi buen entender- han alcanzado una cierta sabiduría en el vivir.

Nadie logra hacer nada absolutamente solo, aunque así lo crea. Casi nadie vive en la absoluta soledad. Siempre hay un amigo, un desconocido, un oculto ángel de la guarda, un hermano, un padre o una madre, un enamorado o una enamorada, y hasta un enemigo dispuesto a brindarla. ¿Por alguna razón? Si, por muchas y generalmente propias. Por amor, por reparación, por instinto, por un fuerte deseo que surge una mañana cualquiera, por rectificación, por justicia, por perdón, por una hectárea en el paraíso o simplemente por necesidad.

Por sentir la auténtica necesidad de ofrecer ayuda, sin creer que por eso se es  mejor, sin por eso especular con alguna ganancia salvo la de saciar ese enorme vacío existencial e inconfesable que todo ser humano experimenta alguna vez, por más egoísta que parezca.

Siempre vale. Sentirse exento de la ayuda o de la posibilidad de ayudar es hacer del mundo un espacio estrecho, es darle al mundo un horizonte corto, es intentar atrapar el océano en una mano en vez de dejarse envolver por la inmensidad. Es darle demasiado crédito a la incredulidad o a la omnipotencia.

Pareciera ser que faltarle el respeto al miedo y saber tomar riesgos es un primer paso. Ganar esa batalla cotidiana  e imperceptible es tarea de humanos, en el sentido más profundo de la palabra. Simples mortales, que con o sin razón, sólo disponemos de una vida y unas cuantas oportunidades para honrarla y hacerla valer.    

Todo esto es a mi forma de entender lo que lleva a una persona o a varias, a una organización o a varias o a un ser humano cualquiera en cualquier parte del mundo, hombre o mujer, contento consigo mismo o profundamente triste, a brindar ayuda a quienes en algún momento de su vida, por alguna razón de fuerza mayor o por muchas pequeñas razones lo necesitan.

A ellos apelo, a la gran oportunidad de ayudar que todos tenemos y  que sin darnos cuenta, sumando voluntades, en completo anonimato y sin habernos visto nunca las caras,  a esa voluntad que vence la tendencia de un mundo injusto y una realidad que pareciera encapsular a cada persona a saciar sólo sus propias necesidades y ambiciones. No está mal, tal vez ese sea el camino del inicio, pero no el final de la historia de la vida, de cada una de nuestras vidas. Para ello es válido sentirse vulnerable y nunca exento de tanta crueldad que acontece. Para acercar una mano y saber que en cualquier momento uno puede necesitarla, en ese ida y vuelta, absolutamente deseable para cada uno de nosotros y para todos.  

María Cibeira
Colaboradora en Prensa, Difusión y Desarrollo de fondos para el Servicio de Inmunocomprometidos (atención médica de personas con HIV) del Hospital General de Agudos, José M. Ramos Mejía
mcibeira@hivramos.org.ar
mariacibeira@yahoo.com.ar

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