Aunque el debate no es nuevo, cobró fuerza a finales de marzo cuando Color, una aplicación para iPhone recién nacida que permite crear una comunidad de álbumes de fotos con una serie de contactos, recaudó 41 millones de dólares días después de su lanzamiento pese a no tener ingresos y a las numerosas críticas que recibió de quienes la probaron. Después, en los primeros días de mayo, Renren, una red social china, se estrenó en Wall Street y sus acciones crecieron un 28,6% en un día pese a no ser rentable. Sólo seis días después, Microsoft compró Skype por 8.500 millones de dólares y las alarmas saltaron de nuevo: ¿Estamos ante una nueva burbuja?
El caso de Color recuerda al de Webvan, un supermercado en Internet que salió a Bolsa en 1999 con una valoración de 275 millones de dólares. Un año después valía 1.200 millones de dólares. Al igual que entonces, hoy nacen decenas de compañías cada mes y mueren otras tantas. Pero para Carlos Barrabés, fundador de Barrabes.com y emprendedor desde la época de las ‘puntocom’, la situación actual es distinta: «En la burbuja discutíamos si [el negocio de Internet] era pan o no; ahora está claro que lo es, pero discutimos sobre el precio del pan».
Desde este punto de vista, existe mercado. El problema es que está desajustado. Pero es imposible calibrar el futuro de un sector casi recién nacido. Son, por definición, proclives a las burbujas. Samuel Jones-Lloyd, primer barón de Overstone y el mayor banquero de mediados del XIX en el Reino Unido, resumió así estos ciclos especulativos: «Quietud, mejoría, confianza, prosperidad, excitación, exceso de ‘trading’, CONVULSIÓN [en mayúsculas en el original], presión, estancamiento, y vuelta a la quietud».
El empresario Martín Varsavsky, fundador de Jazztel en 1998 y de FON en 2005, mantiene una tesis algo diferente pero en línea con la teoría anterior: «En el caso del estallido de las ‘puntocom’, lo falso fue el estallido». «El mercado se equivocó al restar tanto valor a las empresas de tecnología porque la revolución de Internet era cierta», explica. De manera similar, Barrabés asegura que hoy «no hay burbuja, sino sobrevaloración» y, acorde a la fase de excitación, recalca que ahora «todo el mundo quiere hacer algo grande y rápido» porque, a diferencia de la época anterior, «esta vez las empresas pueden ganar dinero».
Si volvemos al ejemplo de Color, nos situaríamos en la fase de «excitación» de Jones-Lloyd. Justo al contrario de lo que sucedió en la época de las ‘puntocom’. Aquella fue una etapa de «quietud» y menor especulación. Como ejemplifica la siguiente anécdota: En 1999, tal y como recuerda un directivo de un fondo de capital riesgo neoyorquino, se le presentaron en el despacho dos jóvenes californianos llamados Sergei Brin y Larry Page. Llegaron tarde (algo que nunca se debe hacer cuando se va a pedir dinero) y trataron de explicar al fondo que el futuro de Internet no estaba en el contenido, sino en los buscadores y en cómo filtrarían éstos la información. Y ellos, aseguraban, tenían un algoritmo que realizaba esa misión mejor que nadie.
Era el momento de portales como Altavista, Yahoo!, Lycos y, en España, Terra, así que el fondo no les hizo caso. Brin y Page siguieron buscando financiación. Lograron el apoyo del fondo de capital riesgo Sequoia, uno de los más activos del mundo en este sector, y de Kleiner Perkins, y pusieron en marcha Google.
Todos quieren ser Facebook
De modo similar, otro directivo de capital riesgo recuerda con horror su primer encuentro con el fundador y consejero delegado de Facebook, Mark Zuckerberg. En aquella ocasión, el joven de 27 años cuya fortuna está estimada en 9.440 millones de euros por la revista ‘Forbes’, dejó claro que no tenía ni idea de cómo iba a convertir en dinero las visitas de la red social. «¿Cómo vais a ganar dinero?», le preguntaron los financieros. «Bueno, con tráfico, contenidos, publicidad, ventas…», fue la respuesta.
Una contestación demasiado común entre una generación de nuevos ejecutivos emprendedores que no quieren dejar sus compañías en manos de gestores. Como explica Koro Castellano, directora general de BuyVip, cada fase de «crecimiento y maduración» de una empresa «exige un modelo de gestión distinto». Varsavsky añade que nuevos directivos como Zuckerberg no son tan distintos de Bill Gates o Steve Jobs y, por su parte, Barrabés, apunta que aún más importante que ellos son los trabajadores de la compañía y la capacidad de ésta para «captar talento» y crear grandes innovaciones.
Un motivo más para pensar que estamos ante la «excitación» de la ‘Web 2.0’. O tal vez ante el «exceso de ‘trading'» o, incluso, en la «CONVULSIÓN». Así se explicaría la preocupación de Jonathan Nelson, consejero delegado de Providence Equity Partners, otro de los líderes del capital-riesgo, que ha declarado al ‘Financial Times’: «Cuando ves a los inversores tomar decisiones en un solo día, es una mala señal». Así pues, el capital riesgo está preocupado. Pero eso no hace que frenen sus inversiones. Los ‘ángeles inversores’ �-como se conoce popularmente a estos fondos que invierten en ‘start-ups’ con la esperanza de que salgan a Bolsa- pululan como nunca por Silicon Valley.
De este modo, Facebook ha sido valorada por Goldman Sachs en 50.000 millones de dólares. Eso supone, aproximadamente, un PER -el número de veces que su beneficio está incluido en el precio de la acción, clave para determinar si los títulos son caros o baratos- de 25 veces sus ventas. Como contrapunto, y tras su exitosa salida a Bolsa, Google sólo vale siete veces lo que vende. José Antonio del Moral, experto en redes sociales y socio director de Alianzo, asegura que Facebook, como mínimo, «genera desconfianza». Las cuentas de Facebook no son públicas, recuerda, y los gastos «sólo en máquinas y ancho de banda» son descomunales. Desde su punto de vista, se trata de «una gigantesca bola inflada con intereses sospechosos».
Lee la nota completa en El Mundo.es