Zell Kravinsky, el millonario loco… por los demás

Zell Kravinsky, profesor de Literatura y millonario gracias a su habilidad para los negocios inmobiliarios, es un caso atípico al que muchos tildan de loco. Hace unos años donó 33 millones de euros a la beneficencia e instituciones médicas y, no conforme, donó un riñón a una joven.

Kravinsky considera que sus actos en servicio de los demás son una forma de vida. Una en especial, casi le cuesta el matrimonio. Pasó durante un amanecer de julio de 2003. Sigilosamente salió de su casa y fue hasta un hospital de Filadelfia. Allí, se sometió a una operación de tres horas para que uno de sus riñones fuera trasplantado a una joven de un barrio pobre de la zona. El excéntrico Zell apenas conocía a la receptora de su riñón, Donnell Reid. Donnell, una afroamericana de 29 años, necesitaba diálisis desde hacía ocho años, y Kravinsky la describió como “una bellísima persona, mucho mejor que yo”. El hospital elegido, el Albert Einstein, jamás había realizado una operación entre dos pacientes vivos.

Emily, la mujer de Kravinsky, se enteró en el supermercado de que su marido estaba donando su riñón gracias a un titular del diario Philadelphia Daily News. Inmediatamente se generalizó el enojo familiar; desde su esposa hasta sus padres, todos se escandalizaron cuando escucharon el resto de sus ideas. El ideal de Kravinsky, es donar su cuerpo entero en vida porque si vivir significa no poder salvar a otros, tal vez más útiles para la sociedad, esto implica, según él, sostener injustamente que su vida vale más. Su mujer le amenazó con el divorcio y sus cuatro hijos son ahora la razón por la que Kravinsky ha abandonado, “de momento”, este proyecto. En Estados Unidos, vale recordar, mueren cerca de 6000 pacientes a la espera de un transplante.

El riñón no fue la única donación de Zell, pues dió unos 33 millones de euros (buena parte de fortuna) a varias entidades, entre ellas la Fundación CDC, Center for Disease Control (centro para la prevención de la enfermedad y la Fundación Adria Kravinsky (que creó en memoria de su hermana fallecida); además, donó varios edificios y escuelas públicas.

Kravinsky hizo su fortuna en el mercado inmobiliario, a pura intuición. Nació en un barrio obrero de Filadelfia, en una familia de inmigrantes judíos rusos. Desde pequeño se destacó en matemáticas y en más de una ocasión ganó el premio al mejor estudiante del año. Después de graduarse con todos los honores en la prestigiosa Universidad de Dartmouth se dedicó a su gran pasión: la poesía. En los 70, era todo un hippie, con su pelo largo, su poesía, su devoción por la meditación y su convicción sobre una moral más alta y utilitaria.
Por aquellos años estuvo de novio con una agente inmobiliaria que lo introdujo en el negocio. Allí Zell descubrió un interesante mercado donde podía poner en práctica su maestría para los cálculos y los negocios. Su primer experimento inmobiliario fue la compra de un departamento: primero alquiló la mitad y después lo vendió sacando beneficios. Mientras tanto, daba clases para chicos con problemas en un gueto de Filadelfia y estudiaba para su segundo doctorado. Con su habilidad para los números -que implicaba pedir mucho dinero prestado (“la clave”, según él)-, adquirió varios edificios que, alquileres y reventas mediante, le permitieron acumular una inmensa fortuna. Lo único que quería hacer con ese dinero era conseguir suficiente para reinvertirlo, ganar más y donarlo.

Su espíritu caritativo cobró mayores bríos en 1984, con la muerte por cáncer de pulmón de su hermana mayor, Adria, a quien estaba muy unido. Este hecho motivó su anhelo de alcanzar lo que define como “la cualidad moral, la vida nueva. El ideal moral es cuando te importa más el bien ajeno que el propio, cuando estás dispuesto a dar tu cuerpo entero si es necesario para salvar a otro, lo ideal sería ‘darse’ para que alguien pudiera hacer el mayor bien posible, por ejemplo, descubrir la cura contra el cáncer o el sida… Claro que el cálculo del bien futuro es casi imposible».

Kravinsky cree que algún día su ejemplo será algo bueno para sus hijos. Su hijo mayor, Joshua, dijo en una entrevista en la CNN que prefería no ir en coche a la Universidad si con ello podía ayudar a un niño en Guatemala.

En más de una ocasión fue criticado con apelativos como “comunista”, “excéntrico” o incluso, paradójicamente, “egoísta”. Él resume esos ataques como una manifestación de las convenciones por las que la gente está acostumbrada a razonar, sobre todo en Estados Unidos, un país “guiado por la avaricia”. “Ésta se considera una sociedad muy moral”, explica, siempre con su tono bajo y serio, “pero, si lo fuera, no tendría a millones de pobres viviendo en la calle, no estaría negando hasta el cuidado médico más básico. Es una sociedad estresada y enferma”.

La vida de Kravinsky llegará al cine este año.El film se llama «The Gifted», con Ralph Fiennes enla piel del millonario

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