Sobre la obra “Un enemigo del pueblo” de Henrik Ibsen, Teatro San Martín
Ser amigo del pueblo ¿es, acaso, hacer honor al autoengaño individual para que la prosperidad camufle su “envergadura” sin importar las consecuencias? ¿Qué es ser “hombre” y qué es ser “pueblo” sino el tener, en un caso, las convicciones bien puestas sea cual fuera el traje que nos viste; en el otro, ser amigos congregados que conforman su voluntad sobre la base de ninguna ceguera? Esta es la cuestión que nos invita a analizar la obra de Henrik Ibsen que, en la voz de los actores y —muy a pesar de estar contextualizada en una época que nos parecerá remota— nos pone en contacto con la realidad sociopolítica de nuestros días, nos aúna con una verdad que —vista sin máscaras— nos conmueve al punto de la impotencia, nos desayuna y nos merienda con una verdad tan vieja como lo es la “idea” de pueblo y de “hombre” que nos han vendido (y hemos comprado). Porque “la mayoría tiene la fuerza, pero no tiene la razón”, dirá el Dr. Tomás Stockmann en la voz de Luis Brandoni, un personaje que construido con la más sobresaliente honestidad llega a parecer ingenuo, pero íntegro, por “denunciar” una verdad sobre el balneario del pueblo, que podría ocasionar intoxicaciones y muertes de no cerrar sus instalaciones para adaptarlo convenientemente, sin que los restos de una curtiembre afecten sus aguas “curativas”. Sin embargo, la corrupción, el eco de la corrupción, y la cadena de corrupción que se teje en torno a la expresión de esa verdad, impiden al Dr. Stockmann si quiera decirla, si quiera mostrarla con las pruebas científicas que posee. El pueblo, la gran mayoría, se niega a escucharlo, considerándolo un enemigo, encerrándolo en una indiferencia y repudio de tal manera que al médico del pueblo—ese, que atendía gratis y le daba de comer a tantos carenciados— lo dejan en la intemperie, sin posibilidad de sobrevivencia. Sin credibilidad. Cuando a la luz de los ojos espectadores, hombre es el personaje al que repudian, y pueblo esa minúscula minoría que lo acompaña. Porque, por no atreverse al cambio, por preferirse dueños de “una mentira” y una conformidad, el que se dice llamar pueblo por ser la mayoría, es el principal responsable de que la corrupción, la ignorancia, y la falta de responsabilidad jueguen sus cartas, y ganen cada partida. Algo que parece estar ocurriendo en el teatro diario de la vida. Unos pocos, pueblo, sin más miedos que el de ser responsables de lo que pasa y lo que no pasa. Y unos tantos, “pueblo”, con el pánico de crear bases diferentes, que lo extraditen de la comodidad y la mediocridad. Bienvenidos sean, los “enemigos” del pueblo; y bienvenido el arte que nos saca las vendas de los ojos.
* Gisela Mancuso. Abogada, redactora, escritora, ganadora de numerosos concursos literarios. [email protected]. autora del libro Abrazo Mariposa http://ar.geocities.com/abrazomariposa/abrazomariposa.html