Nuestras vidas, un milagro irrepetible

En los tiempos que corren (literalmente hablando), nos vemos envueltos en una búsqueda vertiginosa y errónea, detrás de una forma de felicidad inalcanzable. En un mundo cada día más consumista, donde se han subvertido todos los valores, y donde quieren hacernos creer que la felicidad es directamente proporcional a la cantidad de posesiones materiales a las que podamos acceder, quisiera hacer un alto en el camino y reflexionar sobre el verdadero sentido de nuestras vidas.

Como profesional independiente, vinculado desde mi niñez con el campo, no puedo dejar de relacionar la crisis financiera mundial  y la violencia que padecemos todos los días, con la evidente pérdida de los valores esenciales para el sano funcionamiento de toda sociedad y con esta ridícula carrera por poseer bienes materiales en la que de una u otra manera estamos metidos.

Según mi punto de vista, casi todos los habitantes de esta tierra en una sana, pero equivocada (en su fin último) búsqueda de  realización personal y de felicidad, compiten en una carrera consumista en la cual ya es evidente que no hay ganadores, ya que a pesar de todos los adelantos científicos, en comunicaciones, en medicina, etc. , vemos que los hombres estamos cada vez más aislados, somos cada vez más egoístas y nos encerramos cada vez mas, endureciendo nuestro corazón ante el dolor de millones de hermanos que sufren hambre y miseria y sólo reciben mas indiferencia de nuestra parte.

Alguno podrá preguntar ¿que tiene que ver todo esto con la violencia que padecemos cada vez con mayor frecuencia?

Nuevamente según mi punto de vista, entiendo que en ésta inútil carrera por poseer bienes materiales, muchos padres están olvidando y dejando de lado su misión más importante que es la crianza y la educación de los hijos. Vemos así que muchos de los chicos que tienen serios problemas de adaptación en la escuela y en la relación con sus compañeros, son generalmente chicos que la mayor parte del día están a cargo de otras personas porque sus padres tienen jornadas extenuantes de trabajo.

En ciertos casos se da la paradoja de que la madre sale a trabajar todos los días, y su sueldo cubre apenas lo que le paga a su empleada doméstica para que cuide a sus hijos.

Estas actitudes afectan terriblemente a la célula madre de toda la sociedad que es la familia, y las primeras víctimas inocentes son nuestros hijos, que se convierten en huérfanos con padres vivos.

Esto genera  en ellos una frustración, un desconcierto y resentimiento crecientes, que se traducen en situaciones de violencia, muchas veces fatal con sus compañeros.

Creo que esta nueva crisis mundial debería hacernos reflexionar profundamente y entender que si no volvemos a las fuentes, si no entendemos que nuestra obligación primera y más importante es la crianza y la educación de nuestros hijos y que la verdadera felicidad se encuentra en el amor y en la ayuda al prójimo, estamos condenados al fracaso y a repetir las crisis y llevar las situaciones de violencia a un punto de no retorno.

Un comentario aparte merecen los empresarios, especialmente de  las empresas multinacionales, que aprovechándose de las sucesivas crisis que padecimos los argentinos y de la altísima desocupación que existe en nuestro país, van exigiendo jornadas cada vez mas largas de trabajo a sus empleados (12-14 hs por día), sin siquiera pagarles horas extras y especulando con el miedo generalizado que existe en la población a perder su empleo.

De esta manera tratan a sus empleados como simples fusibles o engranajes de una maquinaria diabólica que aprovecha los bajos costos en dólares de la mano de obra Argentina, que se ha convertido en la nueva Corea del siglo XXl.

Desde ya que cuando uno de los engranajes deja de funcionar al 100% de su capacidad debido a alguna falla ocasionada por esa sobreexigencia (llámese  stress, infarto, ataque de pánico, accidente cerebro vascular, etc). , es inmediatamente reemplazado por alguno de los miles de desocupados que están dispuestos a dejar sus vidas con tal de llevar el pan a sus hijos, no sin antes despedir con un agasajo al empleado saliente donde se le entrega un pergamino con la firma de los directivos, agradeciéndole el haber dedicado toda su vida a la empresa.

Se da la paradoja de que estos mismos empresarios parecen sorprenderse al ver que los jóvenes demuestran poca fidelidad con la empresa y renuncian en cuanto reciben una mejor propuesta por parte de otra empresa… no quieren ver que les devuelven con la misma moneda el destrato y la explotación que han recibido por parte de la empresa.

La famosa y muy de moda RSE (responsabilidad social empresaria), que consiste en cierto tipo de asistencialismo a las clases mas necesitadas (muchas veces para aparentar un rasgo de humanidad que no tienen), debería empezar por respetar los horarios de trabajo de los empleados de cada empresa para que  puedan realizarse completamente como seres humanos, compartiendo y disfrutando mas tiempo con sus familias y amigos.

Ruego a Dios para que esta crisis global nos haga recapacitar y pongamos nuevamente a nuestras familias y la felicidad de nuestros hijos en lo más alto de nuestros objetivos, ya que si fallamos en esto, no habrá enriquecimiento ni éxito personal que cubra la frustración que sentiremos, tarde o temprano, al comprobar que nos hemos equivocado en la elección de nuestras prioridades.

Les dejo una historia que me llegó muy profundo y me hizo reflexionar mucho acerca del tiempo que les dedicamos a nuestros hijos y por favor nunca nos olvidemos que nuestras vidas son un milagro único e irrepetible, que no tenemos una segunda oportunidad, que no es un ensayo o una prueba, que cada minuto, cada día es irrecuperable y que todo lo que hagamos por el bien de nuestros hijos, por nuestras familias y por el prójimo será el tiempo mejor invertido de nuestras vidas.

La historia trata de un ejecutivo muy ocupado con su trabajo. Todos los días llegaba tarde a su casa y tras saludar a su hija, se metía en el despacho a seguir trabajando.

Su niñita de 5 años acudía a verle, porque deseaba estar con su papi, pero siempre la regañaba diciéndole que tenía mucho trabajo.

La historia se repetía una y otra vez, hasta que un día la niña al sentirse regañada de nuevo, en vez de irse, se volvió a su padre y le preguntó:

H: Papi, tú en tu trabajo, ganas mucho dinero ¿verdad?

P: Pues no hija, gano dinero pero no mucho, por eso tengo que seguir trabajando en casa

H: Papi ¿Me podrías decir cuanto ganas en 1 hora en tu trabajo?

P: Hija, me haces unas preguntas… Por favor déjame que tengo muchas cosas que hacer.

Ante lo cual, la niña lejos de darse por vencida, volvió a preguntarle a su padre.

H: Papi, de verdad, dime cuanto ganas en una hora en tu trabajo

P: Si te lo digo, ¿me dejarás que siga? – Le preguntó inquisitoriamente el padre –

H: Si, dímelo y me voy.

P: Pues… – y se puso a hacer cálculos- aproximadamente unos 10 euros.

H: Gracias – dijo la niña marchándose de inmediato –

El padre se quedó desconcertado por la insistente pregunta de la niña, pero se puso de nuevo a trabajar, hasta que oyó un estruendo enorme que provenía del cuarto de su hija. Por lo que se levantó enfurecido dispuesto a regañarla de nuevo, convencido, que la niña había roto algo importante.

Cuando entró en el cuarto de la pequeña, vio que ella estaba en el suelo con la hucha de barro rota en mil pedazos y contando las monedas…

Justo cuando el padre iba a empezar a lanzar sus chillidos más feroces por lo que había hecho, la niña se acercó mirándole a los ojos y con las manos llenas de monedas, le dijo:

H: Papi, toma este dinero.

El padre desconcertado, puso las manos y recogió el dinero que le daba su hija y le preguntó…

P: Pero hija, ¿por qué me das este dinero?

H: Papi, te compro una hora de tu tiempo…

Esteban Gómez Seeber. Emprendedor argentino. Titular de El Malacate, pollos de campo

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