En enero del 2012, como todos los años, Sportivo Pajas Blancas de Córdoba probaba jugadores para su plantel profesional. El presupuesto era escaso y habitualmente los únicos que aportaban eran vagos y mal entretenidos que durante el resto del año deambulaban
por las sierras pateando una latita de gaseosa como única actividad conocida.
De todas formas había que hacerlo porque los resultados del Sportivo venían en picada, y siempre estaba la ilusión de encontrar un nuevo Daniel Willington entre tanto cordobés desocupado y al pedo.
El técnico de Pajas Blancas era Roberto Garca, conocido como “el banquero” Garca porque en sus tiempos de jugador trabajaba como empleado de maestranza en el Banco de Córdoba. Nada del otro mundo como jugador, ya que era un nueve mentiroso, ni trapeando los pasillos del banco, pero como DT se las rebuscaba bastante bien.
En medio de la prueba apareció el Presidente del Club, Carmine Strappacursi, acompañado de una familia completa de rusos integrada por 9 personas. Este hecho bastó para que se suspendiera la práctica, porque en Córdoba Capital no es habitual ver circular familias tan numerosas de esa etnia. Tampoco en el interior de la provincia.
Socarrón, Garca le preguntó al presi si pensaba organizar un espectáculo circense para amenizar la prueba, y la respuesta no dejó de sorprenderlo: se trataba de probar a dos hermanos gemelos, Oleg e Igor Mekanov, provenientes de la fría y lejana Kazakhstan.
Los Mekanov eran rusos blancos, así conocidos por ser descendientes de los partidarios de las fuerzas contrarrevolucionarias durante la guerra civil rusa, y porque casi siempre eran rusos y blancos. Su familia venía huyendo del cruel régimen de Alexander Soloyankis, dictador kazakhstaní durante los últimos 48 años y 7 meses.
Como “el banquero” puso en duda la capacidad económica del club para contratar dos jugadores extranjeros (hasta la fecha lo más lejano que supieron tener en el plantel fue un santiagueño) el presidente le dijo que éstos pobres arreglaban por el café con leche con medialunas, por lo del régimen corrupto de Soloyankis. Tampoco conocían las medialunas, por lo cual bastaba con café con leche y pan con manteca.
Los Mekanov eran dos gotas de agua, altos, atleticos, magros, ojos celestes y larga cabellera rubia. Casi imposible diferenciarlos… si no fuera porque Igor era negro. La madre alegaba que se trataba de un problema genético, mientras que el padre vinculaba el color de la piel de su hijo a los esclavos importados por Soloyankis de la lejana Guinea Septentrional para que murieran construyendo las faraónicas obras del régimen. No sé si me interpretan, pero parece que uno de esos esclavos conoció a Natasha –madre de Oleg e Igor- antes de morir en la industria de la construcción, todo ello para gran disgusto de su esposo Vladimir Andreas Stokochoff.
Después de estos interesantes diálogos entre DT y presidente se reanudó la prueba y Garca decidió comenzar probando con Oleg en uno de los equipos, más que nada por ver un rubio entre tantos “neros”. El hombre era carrilero por izquierda con muchísimo recorrido, rápido y fuerte, pero bastante tosco y de muy escasa capacidad técnica.
Eso sí, transpiraba la camiseta de lo lindo (en ruso, “потливость рубашки de lo lindo”) y no fue sencillo pararlo para sacarlo de la cancha. Facilitó el trámite el hecho de que en una de sus alocadas carreras por el andarivel izquierdo se ensartó en el banderín del corner, por lo que hubo que enviarlo en ambulancia al hospital municipal de Córdoba.
Garca se quedó pensado que algo no andaba bien, que éste muchacho era raro, porque más allá de su torpeza futbolísitica no podía ser que corriera tanto con 42 grados a la sombra. Pero no puedo determinar cuál era el problema, por lo cual lo desechó momentáneamente.
Llamó entonces a Igor a mostrar sus condiciones, y la verdad es que ya antes de tocar la pelota el tipo era un verdadero espectáculo: negro, de ojos celestes y con una larga cabellera rubia, cosa e´mandinga.
Igor era puntero derecho y ya en la primera que le tiraron pasó a tres defensores en base a pura velocidad y la clavó en un ángulo. El arquero bien gracias, ni llegó a tirarse porque todo ocurrió en poquísimos segundos y se estaba ajustando uno de sus lentes de contacto.
Cuando le tiraron la segunda dos rivales lo fueron a cerrar, con la sana intención de revolearlo por el aire antes de que volviera a arrancar en velocidad, porque una vez que ponía primera era como querer parar un misil con las manos.
El negro la pisó dos veces en una baldosa y sus dos marcadores cayeron desairados al foso que rodea la cancha. En lugar de volver a imponerse por velocidad los fue a buscar directamente a los dos centrales, los hizo pasar de largo con finas gambetas, y le picó la pelota al arquero que salía desesperado como un bombero en pleno incendio.
El bancario Garca se frotaba los ojos, hacía muchos años que no veía un jugador con esas condiciones, y pensó que un hincha de Vélez diría que tenía la velocidad de José Luis Luna y la habilidad de Mauro Zárate, pero todo junto.
La práctica termino 7 a 0 con siete goles del negro de cabellera dorada. El presidente los corría a Igor y a Vladimir Andreas para que firmaran el contrato, y Garca volvió a pensar que algo no estaba bien.
¿Cómo corno podía llegar un jugador así a un equipo insignificante como el Sportivo ? ¿Cómo era que nadie lo había descubierto antes en Europa? Inclusive supuso que si al dictador Soloyankis le gustaba el fútbol (o la popularidad que dicho deporte genera) tendría que haber indultado a toda la familia. Algo estaba mal, pero estaba tan contento que por el momento se olvidó del tema.
Terminada la práctica todo el mundo al vestuario, inclusive Oleg ya recuperado de su accidente. Cuando Garca entra al recinto ve que están cambiándose y duchándose todos los cordobeses pero no encuentra a los gemelos. Le pregunta al presidente y éste le cuenta que los rusos eran medio pudorosos por su religión (obviamente pertenecían a la iglesia ortodoxa) y le pidieron no cambiarse ni bañarse con otros hombres desnudos. Estaban en un pequeño recinto contiguo al vestuario y habían cerrado la puerta con llave.
Garca estuvo un rato sentado pensando que algo no estaba bien, pero seguía sin saber de qué se trataba. Picado por la curiosidad se le ocurrió mirar discretamente por una pequeña ventana que daba al interior del recinto donde estaban los gemelos, para lo cual debió subirse a un banquito.
Lo que vio lo dejó absolutamente paralizado, porque jamás se lo hubiera esperado después de tantos años de ver fútbol y jugadores. Oleg había abierto la tapa del pecho de su hermano negro y le estaba cambiando las 6 pilas Eveready tamaño grande. Mientras completaba la operación Igor estaba como muerto, con la cabeza colgándole a un costado. El banquero solamente atinó a decir “que lo parió”, y se retiró discretamente.
Jorge Bertezzolo