Semanas atrás fuimos con mi señora a visitar a nuestros amigos Antonio y Mariela. Ellos viven en un pueblo de Santa Fe, llamado Pilar. Pasamos unos días maravillosos en un lugar de tan sólo 4.000 habitantes, alejados del celular y de la computadora pero conectados banda ancha con los afectos, el placer y el relax.
Pero además de pasarla bien redescubrí un país que había olvidado. Una Argentina en donde la gente no cierra las puertas de su casa o de su auto con llave; donde el reloj es más un artículo suntuario que necesario; donde el tiempo tiene otro ritmo y el stress parece tener el acceso prohibido. Recordé entonces, la cantidad de porteños que buscan o piensan seriamente en dejar la ciudad e instalarse en el interior del país. Son muchos más de lo que creía, y el fenómeno se repite en todas las grandes ciudades el país.
Y entonces pensé que si salimos en masa corriendo hacia el interior buscando una vida diferente, tal vez solo emprendamos mas una huida que una transformación. Me parece que si en vez de buscar cambios en la «forma» de vida intentáramos modificar los «contenidos», tendríamos más chances de ser felices sin importar el lugar en donde estemos. Porque no se trata de “lugares” sino de “actitud” Quiero intentarlo, ¿te asocias?
Feliz semana, felices emprendimientos, feliz vida para todos.
Marcelo Berenstein
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