Los emprendedores estamos sujetos a la incertidumbre; nunca a certezas. Casi nunca sabremos que nos deparará el negocio mañana o dentro de un rato.
El tiempo nos hará ver que nuestro Business Plan no es una biblia ni un documento científico sino un paper que en el 100% de los casos no se cumple. Siempre nos irá mejor o peor que lo que indican las planillas de excel pero descubriremos que el plan de negocios es una brújula que nos muestra el norte hacia donde queremos dirigirnos.
Revisarlo periódicamente es un buen ejercicio para mejorar la performance de nuestro negocio porque podremos descubrir las zonas erróneas de nuestro negocio y rectificar. Y ello nos lleva a preguntarnos muchas cosas, como por ejemplo, ¿Cuáles son mis metas?, ¿Sigo la estrategia adecuada? ¿Puedo materializarla?.
Pero también tenemos que preguntarnos si nuestra pasión sigue vigente; si seguimos dispuestos a convivir con la incertidumbre o si continuamos convencidos de la oportunidad de nuestro emprendimiento.
Preguntar(se) es un arte. Las mejores respuestas provienen de la pregunta adecuada; como les paso a los monjes de este cuento:
“Dos sacerdotes, viejos conocidos del seminario, uno dominico y el otro jesuita, se encuentran en el Vaticano, pues ambos van a ser recibidos por el Papa. Tras intercambiar saludos y unos minutos de charla, el dominico dice:
– La verdad es que estoy un poco preocupado. Ya sabes que soy un gran fumador, ¿no? Bueno, pues cuando estoy rezando el rosario siempre me entran unas ganas tremendas de fumar y no sé si está bien hacerlo. Así que voy a aprovechar que el santo padre me recibe para preguntárselo.
– Buena idea —responde el jesuita—; yo también soy fumador y me pasa lo mismo que a ti.
Poco después, el dominico entra en el despacho del Papa y, al cabo de un rato, sale cabizbajo.
– ¿Qué te ha contestado su santidad? —le pregunta el jesuita.
– Que no —responde el dominico, abatido—; que no puedo fumar mientras rezo.
El jesuita reflexiona unos segundos y dice:
– Bueno, déjame probar suerte a mí. Se lo preguntaré yo también.
El jesuita se entrevista con el Papa y, unos minutos más tarde, sale sonriente del despacho.
– Pues a mí me ha dicho que sí —comenta, satisfecho.
– ¿Puedes fumar y rezar a la vez? —exclama el dominico.
– Sí, tengo su expreso permiso.
– Pues no lo entiendo —replica el dominico, desolado—. ¿Por qué a ti te ha dicho que sí y a mí que no?
– Porque has planteado mal la cuestión —responde el jesuita.
– Tú le has preguntado si podías fumar mientras rezas; pero yo le he preguntado si podía rezar mientras fumo”.