Los emprendedores no escapamos a esta ley natural. Las ideas son solo eso, y no tienen gran valor por sí mismas. El emprendimiento es 10% idea y 90% ejecución; y allí reside el impulso superador que diferencia a un emprendedor de un soñador. El soñador vive de sus ideas en un plano abstracto; el emprendedor, en cambio, vive con la visión enfocada en el cielo sin dejar que sus pies abandonen la tierra.
El emprendedor, por cierto, no puede escapar ni renunciar a la capacidad de soñar. Allí es donde comienza a tomar forma la visión. El soñador tiene una visión borrosa, el emprendedor tiene una visión que se corporiza rápidamente en su mente y crece hasta lograr salir de la cabeza para empezar a tomar forma en el mundo físico.
A partir de que la idea sale de la cabeza y tomar forma de emprendimiento, el emprendedor da cada paso buscando acercarla a su visión y mejorarla. Contacta con expertos, ingresa en competencias de planes de negocios, participa en eventos de networking y trata de dar todos los pasos necesarios para que su emprendimiento tome forme, arranque, prospere, se expanda y se multiplique.
Dicen que los corredores de alta competición entrenan a diario imaginando a diario el momento de competir y triunfar. Así viven los emprendedores, ese es su impulso y aliento vital.
El emprendedor no teme al riesgo, por el contrario lo asume como un desafío y un escalón para subir más alto. Tiene en su mente, corazón y espíritu a una trilogía de socios ideales.
El emprendedor es un soñador que realizó la capacidad de convertir la idea en visión y la visión en realidad
Feliz semana, felices emprendimientos, feliz vida para todos.
Marcelo Berenstein
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