Según Heráclito nunca nos bañamos dos veces en un mismo río, porque el río no es el mismo, ya que cambiaron sus elementos con el paso del tiempo. El mundo se ha venido modificando sin que sea perceptible para los hacedores de los cambios y de las políticas que lo rigen. Tampoco uno es el mismo, va cambiando, y por eso dejar las cosas para mañana, es saber que seremos seres distintos y que pensaremos de otra manera.
La imagen que se crea entre un año y el siguiente da la oportunidad de creer que se puede empezar mañana a hacer realidad los deseos. Sin embargo hay una gran diferencia entre empezar hoy o mañana. La postergación suele ser la causa principal de que el cambio nunca llegue.
Esto se debe a que es necesario un esfuerzo presente para lograr una recompensa futura. Esa demora, creada por la decisión de diferir la acción, abre la puerta a excusas y racionalizaciones como: “no es un problema tan urgente”, “puedo seguir un día más así”, o “esperaré que se den mejores condiciones”. Es así como los argumentos dilatorios fomentan la inacción. Como dijo Platón: el comienzo es la parte más importante de cualquier trabajo. Por eso, para iniciar cualquier cambio importante, el día es hoy. Y todo comienza por tomar la decisión de hacerlo.
Las metas no se alcanzan de un día para otro y se basan en pequeños pasos acumulativos, mientras que el daño generado por cada día de atraso es imperceptible. La falacia común es no advertir que hoy será pasado mañana a la mañana y que las postergaciones crean demoras eternas.
Otros sostienen que conviene esperar, que mañana será mejor para empezar. El argumento reside en el avance tecnológico. El ejemplo típico es la decisión de compra de una computadora, creer que en poco tiempo se podrá comprar la misma más barata y mejor, conduce a no hacer la compra. El mejor criterio para comprar una computadora es cuando se la necesita Y eso es hoy, y no mañana. La forma más engañosa de diferir es el perfeccionismo que esconde la postergación con una elevada cuota de autoexigencia. Esperando el ideal siempre falta algo antes de poder empezar.
Experimentos mentales
En neurociencias se usa la imaginación para investigar la conducta. Ante el planteo de un escenario hipotético se intenta comprender el razonamiento que lo explica, sin recurrir a la observación o a la experimentación física. Tiene similitud con un experimento científico, donde se investiga una variable. En el laboratorio se consideran los efectos de una variable incontrolable dejando fijas las demás.
Los experimentos mentales dan cuenta del razonamiento y las neurociencias informan cómo pueden usarse para alcanzar las metas. En los procesos mentales interactúan la emoción y la razón. Las emociones guían e influyen en las decisiones y pueden hacer razonar de forma más productiva, si se aprende a entender las conexiones entre ellas y los hechos. Los seres híper racionales suelen ser menos capaces de tomar decisiones correctas.
Buenas razones para fracasar
Henry Ford decía que siempre tenemos razón: si pensamos que nos irá bien o que nos irá mal. Hay excusas para justificarse: pensar que hay alguien que está peor, odiar el trabajo pero aceptar que al menos da para comer. Así es como se soportan las falsas creencias, y uno se hace esclavo de lo que se tiene. La parálisis por exceso de análisis se da cuando para empezar algo nuevo necesitas estar seguro.
Jean Buridan se destacó por sus estudios de lógica y por el experimento mental “el asno de Buridan”. No partió de un lenguaje ideal como su maestro Occam, aunque ambos creían que los enunciados son portadores de verdad o falsedad. Para Occam expresaban conceptos globales. Buridan privilegió la psicología individual. Mostró la lucha que existía entre la racionalidad y la fuerza de voluntad.
El animal lleva tiempo sin comer y tiene hambre. Le colocan a derecha e izquierda dos montones de cebada iguales. Es un asno intelectual que delibera y opta por comer porque tiene hambre. La segunda cuestión es por qué fardo comenzar. Como no hay razón que aconseje uno sobre otro, el asno se muere de hambre. Fue incapaz de actuar porque no encontraba razones para elegir. La lógica no debe determinar la conducta. El burro se muere por ser implacablemente racional. Una actitud pragmática no debe estar condicionada. El exceso de análisis produce parálisis.
Este ejemplo parece inverosímil, pero piense en alguien que sigue la máxima de hacer siempre primero lo que es más urgente, pero enfrentado ante varias urgencias, elegir cuál es la tarea prioritaria le hace perder su tiempo. Son falsos principios, como que unos nacen con estrellas y otros nacen estrellados. Una excusa peligrosa es el autoengaño. Se da en quienes para atenuar una derrota dicen: “lo importante no es ganar sino competir”.
La actividad neuronal fue estudiada en la Universidad de Stanford y muestra que, cerebralmente hablando, serás en el futuro alguien distinto. Por eso, cada decisión de no hacer hoy un esfuerzo es una postergación que implica dejarle el problema a otro. En vez de pensar qué harás de distinto en el año que comienza, elige alguna de las cosas que vengas postergando y empieza ahora, ya sea el primero o el último día del año.
Procrastinar
Es dejar para mañana lo que debiste haber hecho ayer u hoy. Es un mal muy común ante demasiadas exigencias, distractores y ladrones de tiempo. Las obligaciones se acumulan al mismo tiempo que las ofertas son cada vez más tentadoras. Procrastinar es postergar y sentirse mal por eso, y a mayor carga menor es la voluntad de cumplir. Todos, procrastinamos, pero hay quienes lo hacen siempre y las consecuencias son graves, les baja la autoestima, se sienten incapaces de asumir sus responsabilidades, y retroalimentan la procrastinación. Al sentirse saturados por la acumulación del trabajo e incapaces de establecer prioridades, sienten ansiedad, angustia, impotencia, desborde, estrés y hasta depresión.
No seas tan ansioso, ten más paciencia, date tiempo para realizar una tarea por vez y aprende a jerarquizar tus problemas. No amontones deudas pendientes hasta convertirlas en bolas de nieve, sentirte abrumado y paralizado o con ganas de huir. Lo perfecto es el enemigo de lo bueno. Esperando hacer las cosas perfectas, dudas de cómo encararlas y los tiempos no te alcanzan. No seas tan obsesivo ni exigente, no hay garantías para tener éxito ni tu reputación caerá por tierra si te equivocas de vez en cuando. Eres apto para las exigencias del mundo, no eres vulnerable y por lo tanto no practiques la autocompasión (pobrecito yo). No te rebeles contra la realidad ni te ataques a ti mismo. La pereza es tan frecuente como mala consejera, no te dejes ganar por el impulso de hacer sólo las tareas agradables. Identifica el motivo por el que procrastinas.
La ley de Pareto
Según la ley 80/20 hay un 20% vital que produce el 80% de los resultados. La lectura es ese 20% tan valioso. Haciendo palanca en ella se potencia el rendimiento. Leer fue la primera tecnología creada por el hombre y es indispensable para acceder a las demás. En el siglo XVII un sabio podía manejar el saber de la época. Con el crecimiento de la información ya no hay sabios sino especialistas que no pueden leer por falta de tiempo. El lector sabe cuándo empieza pero no cuando termina. No posee un pensamiento estratégico para alcanzar sus metas. Hay tests que miden la velocidad, lo que no se mide no se puede mejorar. El método tradicional obliga a detenerse porque se lee como se escucha. Al interpretar la palabra por su sonido, se la comprende al terminar de leerla. La lectura silábica es tubular, enfoca el texto como si miraras el mundo por un tubo: no entenderías nada. Hay técnicas para usar el campo visual central más reducido y nítido, y el periférico, más amplio pero difuso. Se enseña a leer por unidades de pensamiento, golpes de vista y frases con sentido propio. Entrenando se triplica la velocidad, la comprensión y la concentración. Saber leer es la clave pues leer cualquiera sabe. Analfabeto funcional es el que sabe leer pero no lee por falta de tiempo.
Distingue lo urgente de lo importante
Planifica adjudicando un tiempo acotado a cada tarea. Realiza primero las de más impacto. Respeta los tiempos. Toma descansos para hacer algo físico. Aleja el celular y no abras las redes sociales mientras trabajas. Actúa por tramos. Divide los grandes objetivos en pequeños, plantea metas cortas que permitan controlar el resultado. Y ponte plazos límites para terminar cada tarea.
Mañana y el Estado
El cortoplacismo está hecho memorias de crisis recurrentes, formas de organización, mal funcionamiento del Estado, calendarios electorales, temas tabú, ausencia de planificación y datos, intereses contrapuestos, una mirada centrada en el ombligo del presente.
Mientras en todo el mundo el futuro se acelera y se hace a la vez más incierto la urgencia tiene una lección a mano. Pensar el largo plazo es hoy trabajar también a corto plazo, ajustar expectativas a las posibilidades ya que no estamos «condenados al éxito» ni es lógico criticar a «los políticos que sólo quieren ganar elecciones» y sí cuestionar las estructuras que hacen más redituable atacar los problemas de hoy que pensar con perspectiva.
Ante un nuevo año, vale poner los propósitos sobre la mesa. 15 años parece una eternidad. El largo plazo se acortó porque todo cambia más rápido, y hoy se hacen proyecciones más cortas. No se puede pensar en una hoja de ruta fija, sino en un proyecto flexible para redefinirlo cada tanto.
Pensar en el porvenir es la forma que tiene el fututo de influir en el presente. La prospectiva es la disciplina que anticipa futuros posibles para debatirlos, modelarlos y considerar hasta los»cisnes negros» o «imponderables». No sólo lo hacen los países centrales, sino los países influyentes con altos niveles de bienestar -Australia, los países nórdicos, Corea- basan su éxito en tener estrategias realistas traducidas en políticas concretas.
La planificación y evaluación de lo que hace el Estado debe estar institucionalizada y sistematizada, que la acción sea evaluada para saber qué funcionó y qué no, y qué hacer con esos resultados. Ser estadista requiere un andamiaje institucional que lo permita y que lo impulse a ello.
Lo que complica el cuadro es la ansiedad del votante que exige soluciones inmediatas. Es esencial que el político lea menos las encuestas y sepa comunicar los actos diarios de su gobierno, los tiempos de la política y, que aunque se gestione bien, el cambio no será una panacea.
Hay cosas que no pueden esperar, el corto y el largo plazo se unen. Pensar a largo plazo es prever las consecuencias de nuestras opciones de hoy. Por acción u omisión, estamos tomando decisiones de largo plazo. Si no revisamos hoy nuestro modelo de educación, el largo plazo se nos caerá encima. Debemos fijar escenarios de largo plazo e ir considerando paso a paso su viabilidad, pero en retrospectiva, hasta el presente, de adelante hacia atrás e identificando qué precisamos hacer hoy para alcanzarlo. Con ese ejercicio y con una dimensión de viabilidad política, el largo plazo no será una fantasía. Las escuelas deben ser lugares de futuro pensados con una estrategia de largo plazo y como políticas de Estado.
La inteligencia colectiva implica una dosis de generosidad con los que vendrán para que los hijos puedan ver la tierra prometida. Es la integral de una sucesión de cortos plazos. Si nos ponemos de acuerdo en el destino y en las políticas para llegar a él, a medida que avancemos veremos resultados. El desafío serpa convencer al político de que no vea el largo plazo con los ojos puestos en la próxima elección. La composición tributaria debe ser percibida como equitativa, pero lo central es un Estado eficaz, capaz de articular y sostener el pacto a lo largo del tiempo.
Un Estado que pueda combinar un toque místico de proyecto que luego se encarne en políticas. O, en otras palabras, la política y la técnica.
No todo se resuelve todo desde la política, tiene que acompañarse de conocimiento sobre cómo manejar organizaciones y llevar adelante una administración fiscal, presupuestaria y de recursos humanos sana. La técnica tampoco tiene valor en sí misma, como un elemento neutral. Eso tiene una fuerte carga ideológica. Hace falta un balance constante y ése es el mayor desafío del aparato estatal. El tiempo es subjetivo, también para los países. Y mientras el mundo se debate entre la incertidumbre del cambio climático, la presión demográfica, las tecnologías disruptivas y la desigualdad, es una oportunidad para repensar el lugar al que aspira llegar. No a pesar de las urgencias, sino justamente por ellas.
Tener una opinión formada
La prueba de una inteligencia de primer orden es la habilidad de tener dos ideas opuestas en la mente al mismo tiempo y sin embargo poder seguir funcionando ¿En qué cambiaste de opinión hace poco? Es más fácil ver contradicciones en los demás que en ti mismo. Opinión viene de elegir entre opciones, pero no debe ser un cepo de confirmación que niegue otros puntos de vista o las nuevas posibilidades que ofrece la situación actual. No quieras optimizar algo que no probaste en la realidad. Una partícula tiene todas las posibles posiciones y velocidades al mismo tiempo. El universo elige una, como la decisión que tomas en un mundo incierto que te ofrece opciones múltiples. Usa tus contradicciones como puerta de acceso a tus nuevas ideas.
Responde a este acertijo: ¿Cuántos años tienes? ¿Es tu edad actual? No, esos son los años que viviste, los que tienes son los que te restan por vivir. Y para que tu vida valga la pena de ser vivida, rinde tus materias pendientes. No le des sólo más años a tu vida, dale más vida a tus años. Tus proyectos alargarán tu existencia y como sabes: nadie se muere en la víspera. ¡Que tengas felices años por vivir! Empieza hoy.
Dr. Horacio Krell. Director de Ilvem, mail de contacto [email protected]