“Existo en un sentido vital y humano sólo en relación a mis amigos, a mi tarea social, a mi familia, a mis compañeros de labor, a mi mundo de otros yos (…) Todos advertimos, si alguna vez lo hemos intentado, cuán vacía y espectral resulta una vida que durante mucho se ha vivido en absoluta soledad”.
J. Royce El espíritu de la filosofía moderna
Cuando admitimos que nos definimos como seres a partir del conjunto de relaciones variables y más o menos estables en las que estamos insertos, confirmamos también que existimos independientemente de esos otros con los que nos relacionamos y, sin embargo, solo “somos” a partir de esa relación que se despliega en el marco de una institución que le da nombre. Entonces, nuestro ser “significa” a partir del reconocimiento del otro que es un “otro” a partir de nosotros.
Cuando nos detenemos entonces a indagar los elementos de nuestra comunicación y sociabilidad atravesando la barrera de lo que consideramos “se da naturalmente” admitimos que como seres humanos necesitamos imperiosamente del otro, no solo para conformar nuestra identidad, sino para mantenerle y ratificarla, y ser auto-concientes de nuestra existencia, de nuestras miserias y riquezas.
Por eso cuando deseamos “ser reconocidos” lo que estamos buscando es que tenga sentido lo que hacemos, independientemente de nosotros. Y que en la recepción y el intercambio de nuestros emprendimientos podamos definirnos y encontrarnos.
De ahí que sea provechoso que aprendamos de nuestras relaciones para ejercitar cambios individuales que conduzcan al crecimiento y a una interacción lo más fructífera posible. Y de ahí que sea provechoso también que tengamos sueños, que parecen irrealizables y por tanto irreconocibles, y que alimentemos el camino de la esperanza sin esperar que se hagan realidad. Porque frecuentemente las cosas se suceden cuando menos se las espera o desea. Basta desear algo con obsesión y entusiasmo para que ese algo sea un horizonte que se aleja diez pasos cuando nosotros dejamos cinco huellas para llegar hasta él.
Es así que el otro es parte de mi espejo interior y cuando caminamos solos buscamos sino el inmediato, al menos, el mediato momento en que alguien se nos aparezca, o aparecernos ante alguien para relacionarnos, comunicarnos, y reconocernos a partir del reconocimiento del otro.
Como emprendedores y descubridores constantes de nuestras potencialidades, virtudes y objetivos, vamos andando sigilosamente, a veces distraídos, en busca de conocimientos vastos de nosotros mismos a partir de los demás, por eso no nos alejamos sino para meditar qué somos cuando estamos en compañía de nuestros semejantes y qué queremos ser cuando iniciamos los primeros trámites temerosos de nuestro emprendimiento.
* Gisela Mancuso. Abogada, redactora, escritora, ganadora de numerosos concursos literarios. [email protected]. Autora del libro "Abrazo mariposa": http://ar.geocities.com/abrazomariposa/abrazomariposa.html Fundadora del grupo de escritura: "El nombre de las palabras" http://ar.geocities.com/abrazomariposa/elnombredelaspalabras.html